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Falta de códigos de convivencia: Expertos abordan alza en casos de violencia dentro de las comunidades escolares

Crédito foto: Marco Machuca Bezares

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Crédito foto: Marco Machuca Bezares

Tras dos años de convivencia virtual, el regreso al colegio tras la pandemia ha estado marcado por un alza significativa en hechos de violencia en distintas ciudades del país que involucran a estudiantes como protagonistas. En lo que va de 2022, el 30% de las denuncias recibidas por la Superintendencia de Educación corresponden a casos de violencia escolar. De ellas, la mayoría representa casos de maltrato físico y psicológico entre alumnos/as, que repuntaron un 22% en relación a 2018 y 2019. Los protagonistas suelen ser escolares como blanco o agresor, pero también se han registrado incidentes donde apoderados han intentado hacer justicia por su propia mano al interior de las escuelas.

Según Rodrigo Rojas, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, este fenómeno se entiende como una trayectoria en el desarrollo de dos formas distintas de violencia: el bullying, cuya intención es dañar a otra persona, y la resolución agresiva de conflictos, marcada por la falta de habilidades para conciliar las disputas de manera asertiva. “La emergencia sanitaria generó un deterioro visible en la salud mental de todos/as. Más o menos la mitad de los chilenos y chilenas, entre los cuales se cuentan niños, niñas y adolescentes, experimentaron algún problema de salud mental por su exposición a factores estresores, que disminuyen la capacidad que tenemos para responder de manera apropiada a distintas situaciones. Una capacidad que ya venía disminuida desde antes de la pandemia”, explica el académico a cargo del Centro de Salud Mental en Comunidades Educativas, que opera dentro de comunas como Pudahuel, Cerro Navia y Lo Prado.

Sobre el mismo tema, el sociólogo Raúl Zarzuri llama a tener en cuenta las vías a través de las cuales la violencia se traspasa desde el mundo adulto al de niños, niñas y adolescentes. Un trasvasije emocional en el que participan varios canales y factores: “Tenemos aprendizajes dentro de los cuales la violencia se instala como el método de resolución de conflictos, algo que vemos reflejado a todo nivel. Este es el único recurso que algunas personas conocen, porque fueron socializadas en un espacio donde la violencia es parte de la vida cotidiana. En muchos casos esos aprendizajes se traspasan a otros espacios, como el aula escolar. Como sociedad no hemos sido capaces de instalar una discursividad que sirva como antídoto. Toda la comunidad es responsable de esta carencia, no sólo los profesores, y todas las partes tienen que poner de su parte para enfrentar este problema común”, sostiene el profesional especializado en juventud.

Consultado sobre el mismo tema, el rector de la UAHC, Álvaro Ramis, identifica como razones inmediatas que pueden ayudar a entender un aumento en este tipo de incidentes, a un proceso de pérdida de sociabilidad que dificulta el relacionamiento entre pares y que ha ido a la par con una crisis en el principio de autoridad desde el estallido social en adelante. “Ahí tocó fondo la figura arquetípica de la autoridad, encarnada en el padre, la familia, el profesor, el sacerdote y la policía, por ejemplo, cuya autoridad tradicional ha sido desligitimada y que sólo se impone por la fuerza. Cuando el principio de autoridad sólo se ejerce a través de una coacción sin legitimación, el principio de la fuerza se impone en todas las esferas”, declaró Ramis en una entrevista con el programa radial El Mostrador En La Clave.

Un reflejo de la sociedad

Desde el interior de la cultura escolar, la profesora de Historia y Ciencias Sociales Beatriz Areyuna considera que el ambiente de violencia es transversal a toda la sociedad y las comunidades escolares suelen ser interpretadas por esas comunidades deterioradas. En tal aspecto, define la sociedad como un territorio cada vez más difícil de habitar y donde los casos de violencia no pueden ser adjudicados al sistema escolar. «Las escuelas son reflejo de la sociedad y ante una crisis social muy grande de inseguridad y violencia como la que se está viviendo producto de dos años de encierro y pandemia, hay que considerar que los niños, niñas y adolescentes han perdido los códigos de convivencia propios de la vida presencial. Se habituaron a vivir en espacios específicos y virtuales, dejando de convivir con otros/as. No es menor este efecto derivado de la pandemia y la extensa imposibilidad de compartir con otros durante mucho tiempo», señala sobre esta serie de desencuentros detectados.

«Por mucho que se respeten las individualidades hay códigos de convivencia que se han extraviado y que hay que recomponer. Actualmente esas relaciones y sus formas de convivencia no están funcionando y han sido reemplazados por la funa, la denuncia, la inmediatez de una sociedad de consumo y me cuesta creer que es responsabilidad sea específicamente de las escuelas», reflexiona Areyuna.

Sobre los antecedentes del fenómeno, la psicóloga Daniella Mirone recuerda que la violencia es un fenómeno que se arrastraba desde mucho antes de la pandemia y que se incrementó en sus distintas variables durante el encierro. «La violencia se ha hecho parte de nuestras vidas a través de su faceta política, de Estado, de género e intrafamiliar. No podemos considerar que reaparece como si por dos años no hubiese existido. Ahora se expresa con mayor visibilidad dentro de los sistemas escolares, que carecen de los recursos para hacer frente a las problemáticas de salud mental», explica la profesional.

El psicólogo Rodrigo Rojas plantea una forma de enfocar el problema que incluye generar procesos de monitoreo de la convivencia que permitan dimensionar el fenómeno y los factores de riesgo, para potenciar la promoción del buen trato y la resolución asertiva de conflictos. “Yo diría que las intervenciones deben ser más comunitarias y complejas. La violencia es un fenómeno psicosocial en el que uno de los factores es la salud mental, pero debe entenderse desde una mirada que considere tanto factores personales como estructurales, sin olvidar que estamos en un proceso histórico en la búsqueda de un cambio de la cultura violenta y autoritaria”, opina el experto.

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