miércoles, abril 24, 2024
EDICIÓN ESPECIAL 50 ANIVERSARIO TRIUNFO DE LA UP50 Años del Triunfo de la U.P.: Yo Mujer

50 Años del Triunfo de la U.P.: Yo Mujer

Crédito foto: Fernando Velo

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En las elecciones presidenciales del 4 de septiembre de 1970 el candidato de la Unidad Popular (UP), Salvador Allende, alcanzó el porcentaje más alto de votos emitidos aquella jornada, superando al ex-presidente y candidato de la derecha, Jorge Alessandri, y al demócrata cristiano, Radomiro Tomic. Su votación alcanzó un 31% en mujeres y un 42% en hombres.

20 años antes del triunfo de Allende, las chilenas conquistaban su derecho a sufragio universal después de décadas de lucha liderada por el Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH). El 8 de enero de 1949, en un acto en el Teatro Municipal de Santiago, en el cual Allende participó como senador, el expresidente Gabriel González Videla firmó la Ley N° 9292 que separó el Registro Electoral en varones y mujeres.

En 1952 Allende se presentó como candidato por el Partido Socialista (PS), esa era la primera vez que las mujeres ejercían su derecho a voto para elegir presidente. Esto llevó a que el padrón electoral se duplicara, pese a que todavía estaban inscritas solo un porcentaje muy menor de todas las que cumplían los requisitos para hacerlo: ser mayores de 21 años y saber leer y escribir. Datos de la Biblioteca del Congreso Nacional (BCN) indican que en esas presidenciales, del total de votantes (954.131) las mujeres representaron un 32,3%.

Ese año fue electo presidente Carlos Ibáñez del Campo, con el apoyo del Partido Femenino de Chile, fundado en 1946 por María de la Cruz Toledo para luchar por el sufragio femenino y que inclinó la balanza en su favor al darle una importante victoria en las mesas de mujeres. Poco tiempo después de iniciado su gobierno, en 1953, se efectuaron las primeras parlamentarias donde votaron mujeres. Con más del 50% de los sufragios, María de la Cruz se convirtió en la primera senadora electa.

Allende volvió a ser candidato por el Frente de Acción Popular en los comicios de 1958, cuando las mujeres representaban al 35,1% del universo electoral (1.235.552). El líder socialista insistió en 1964 cuando el electorado femenino alcanzaba el 44,1% del total del padrón (2.512.147).

Para 1970, la participación femenina en los procesos electorales creció hasta casi la paridad con los hombres, un 48,8% del universo total de votantes (2.923.294). Entonces, la votación de mujeres solía inclinarse al sector conservador, por esto, el candidato de la derecha Jorge Alessandri, contaba con el voto femenino para imponerse.

Mujeres de derecha y la campaña del terror

En las elecciones de 1964 hizo su aparición el movimiento opositor a la candidatura de Allende, Mujeres de Chile (AMCh), con María Elena Valdés Cruz como presidenta y Elena Larraín Valdés de vicepresidenta, que en 1970 repitió su campaña anticomunista en radios y prensa escrita, por la que incluso fue investigada respecto de su legalidad y financiamiento por la Cámara de Diputados.

Según consta en archivos de la BCN, en la Comisión Especial Investigadora se señaló que la campaña incluía “Avisos con tanques frente a La Moneda; urnas, en que, en lugar de votarse para sufragar se colocaban los cuerpos de los presuntos electores; niños con metralletas, taxistas asesinados y otros medios igualmente anormales. Hace pocos días, una revista «La palmada en la frente», anunciaba la sovietización en Chile, en caso de que el señor Allende triunfara. Dos organismos aparecen encabezando esta gran maniobra: uno se llama «Chile Joven»; el otro, «Acción Mujeres de Chile». Entendíamos que esta campaña la organizaba el comando del señor Alessandri o se hacía con su consentimiento”.

Margaret Power en “La Mujer de Derecha. El poder femenino y la lucha contra Salvador Allende, 1964-1973”, sostiene que la derecha procuró “convertir a Allende en demonio, con su versión 1970 de la Campaña del Terror” que apuntaba a que las mujeres, no los hombres, tenían en sus manos el destino de Chile y que estuvo a cargo de la Agencia publicitaria Andalién, relacionada con numerosos personajes, publicaciones, grupos de estudio y empresas de la derecha.

En un análisis especulativo de los resultados electorales, plantea que la acción sí tuvo efecto, dado que el mayor porcentaje del voto femenino fue para Alessandri, a quien prefirieron con un margen del 8% sobre el candidato de la UP, mientras los hombres dieron a Allende la mayoría de sus votos y el triunfo, con un margen del 10% sobre el candidato conservador. El mayor apoyo para Alessandri provino de las mujeres de clase alta y media.

Las mujeres de derecha se manifestaron con fuerza para evitar que el Congreso “entregue el país al comunismo”. Buscaron presionar el voto en contra de la Democracia Cristiana y evitar así la ratificación de Allende en la presidencia, la que finalmente se dio el 24 de octubre de 1970, día en que se convirtió en el primer mandatario socialista, en el mundo, en ser elegido democráticamente.

A inicios de 1972, tras la recordada protesta de mujeres de derecha conocida como la “marcha de las cacerolas vacías”, varias dirigentas de la AMCh, incluyendo a Elena Larraín, crearon Poder Femenino, que fue parte de los movimientos de oposición al Gobierno Popular junto a otras agrupaciones como la Unidad Nacional Femenina (UNAFE) y la Unión de Mujeres Libres.

Un programa e historia política   

La campaña de la UP incluyó acciones para atraer el voto femenino. Todavía se imponía una visión tradicional, con énfasis en el rol de madres. El Programa Básico de Gobierno proponía la eliminación de toda discriminación entre hombres y mujeres en materia de sueldos y salarios; el establecimiento de la plena capacidad civil de la mujer casada y la igual condición jurídica de hijos/as nacidos dentro o fuera del matrimonio, así como una adecuada legislación de divorcio; la extensión del sistema de salas cuna y jardines infantiles, a fin de atender las necesidades de desarrollo preescolar y posibilitar la incorporación laboral de la mujer; y la creación del Ministerio de Protección a la Familia.

Mónica Araya Flores, profesora y abogada comunista, relata que durante la campaña se dedicaron a explicar los alcances de la nacionalización del cobre, la estatización de las grandes empresas, la profundización de la reforma agraria, y otras medidas de interés para las mujeres como el asegurar medio litro de leche diaria a todos los niños/as y embarazadas o el desayuno en enseñanza básica.

“Hablábamos que era indispensable que nuestros hijos tuvieran una educación pública y gratuita donde pudieran recibir alimentación, porque en esa época se crearon los comedores escolares; que se iban a abrir las universidades para la mujer; lo importante que era que las que trabajaban se organizaran para tener sindicatos, que hubiera jardines infantiles, que empezaran a salir de su casa para trabajar, de cómo sería la reforma agraria para la familia donde no solo al hombre le tocara producir sino también que la mujer aprendiera el trabajo campesino. Les gustaba porque en ese tiempo esos temas todavía muchas mujeres no los habían escuchado”, expone.

En el ámbito laboral, un porcentaje importante de mujeres se desempeñaba como trabajadoras de casa particular. “En esos años les decían trabajadoras domésticas y muchas estaban preparadas para votar por la derecha porque las jefas las tenían amenazadas y nosotras les explicábamos que podían votar por Allende sin que nadie supiera, que el voto era secreto”, denuncia.

Para la hoy presidenta de la Junta de Vecinos de la Villa Portales de la comuna de Estación Central,  existía una fuerte diferencia con la cruzada por el voto femenino que llevaba adelante la derecha. “La mujer de derecha tenía solo un discurso, que la mujer tenía que estar en su casa cuidando a sus hijos, que el hombre era el proveedor y ellas podían aprender a tejer o a bordar en los centros de madres, pero nunca tuvieron una opinión política, nosotras si, teníamos a Julieta Campusano, a la Amanda Labarca, les contábamos cuánto costó que ella pudiera ingresar a la universidad, por qué se conmemoraba el 8 de Marzo, éramos muy políticas y con mucha historia”.

Araya estuvo siempre en las comisiones de mujeres, primero en la antigua comuna de Barrancas y después en la Comisión Regional Femenina del Regional Norte. “Ahí estaba Clara Velarde que  también venía de la Jota junto a Gladys Marín que era la secretaria general y diputada, ella daba sus discursos y las mujeres iban a escucharla. La Comisión Femenina Nacional Política nos bajaba la información a nosotras, en ese equipo político estaban Julieta Campusano, Mireya Baltra”.

Los centros de madres, que concentraban a gran cantidad de mujeres y tenían una fuerte presencia territorial, fueron visitados tanto por las simpatizantes de la UP como de la derecha para pelear el voto. “Se invitaba a las mujeres a votar, muchas no estaban inscritas en los registros electorales y nosotras hicimos una enorme campaña para que se inscribieran, les decíamos que no aceptaran lo que les iba a dejar la derecha, que les regalaba tortita, lanas, materiales, y esas cosas”.

La victoria la evoca con emoción: “Salimos a la calle a celebrar y nos encontramos con muchas mujeres con las que habíamos estado en las poblaciones, iban con hijos y sus maridos, estaban muy felices, nunca habían ido a una concentración, nunca antes habían participado en elecciones”.

Se emociona aún más con el recuerdo de las palabras de su papá. “Me dijo mire hija, hemos ganado solamente la presidencia, no hemos ganado el poder, porque el poder político está en manos de otra gente, tenemos que ser cautos porque lo que viene va a ser muy difícil por el programa que se tiene. Nos abrazamos y yo lloré un poco”, detalla.

Tras el golpe de Estado, el 2 de abril de 1976, su padre, el exdiputado Bernardo Araya Zuleta y su madre María Olga Flores Barraza fueron secuestrados por la DINA y, desde ese día, figuran como detenidos desaparecidos. Años más tarde, en 1987, su hijo mayor, Juan Waldemar Henríquez Araya fue asesinado por la CNI en la llamada Operación Albania o matanza de Corpus Christi.

Con 69 años ingresó a estudiar derecho para seguir su lucha por justicia. El verse obligada a moverse y permanecer clandestina en el país impidió que guardara fotos o recuerdos del tiempo en que trabajó por Allende. Hoy, a los 83, desde su junta de vecinos participa en la coordinación de ollas comunes que se multiplicaron producto de la pandemia y también en asambleas territoriales. “En esos años luchábamos contra el capitalismo, ahora contra el neoliberalismo que instaló la dictadura, por eso lo importante es trabajar por un cambio de Constitución”. Allí tiene puestas sus energías.

 Desde niña en las campañas

Francisca Rodríguez Huerta, presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI, participó en la campaña del 70 y en las anteriores, “porque llegar al triunfo fue un proceso de lucha de mucho tiempo”, apunta.

Asegura que creció junto a las campañas. En la primera era apenas una niña: “Los niños gritábamos ¡mi mamá y mi papá por Allende votarán!”. Para el 64 ya estaba en la juventud: “A él le tocó el número 1, yo salía a perifonear y alguien escribió algo que decía así: “Siempre el uno fue el primero y el dos camina de atrás y hay que ser muy majadero para negar la verdad. Del uno dijo Aceituno, en su dicho popular, y como Allende es el uno ¡seguro que va a ganar!”

Al hacer memoria, a ratos se le confunden la campaña del 64 y la del 70, pero recuerda con facilidad los gritos de la juventud de La Cisterna: “¡Socialistas, comunistas, unidad de la juventud allendista!”, y también los de otras comunas: “Lucha sin cuartel ¡San Miguel!”, “Juventud roja y eterna ¡La Cisterna!”, “Chicha con limón ¡juventud de San Ramón!”.

Para la dirigenta de las mujeres rurales e indígenas es fácil acordarse porque a su juicio eran gritos “de esperanza, de construcción, de lo que pensábamos íbamos a alcanzar”, a diferencia de los que se usan hoy en las protestas, “que son de rabia, de desafío”. De las consignas de mujeres, entona “el primero que tuvimos”, que dice: “¡Adelante mujeres de Chile, con el Frente de Acción Popular, todas juntas el 4 de Septiembre, por Allende vamos a votar!”.

Explica que pese a tener la convicción que ganarían, la derrota del 64 no logró vencerlas, al contrario,  para la campaña del 70 habían ampliado el trabajo con la juventud pobladora y trabajadora: “Había una alianza con estudiantes, campesinos, todo eso significó esta proeza que era ganar y construir el Gobierno Popular, pero además existía un debate político intenso porque el programa de la Unidad Popular es la obra más grande que han hecho los sectores populares, el pueblo, que  se ajustó desde el punto de vista técnico, pero fue un intenso debate sobre cómo íbamos a construir el socialismo”.

Como encargada femenina de la JJCC, participó en la coordinación de actividades como los  “campamento de muchachas”, porque en esos años “no se nos pasaba por la cabeza hacer campamentos mixtos”. Los fines de semana viajaban a campamentos en el campo para captar el voto campesino. “En cada sector había Comités de Unidad Popular (creados para la campaña de 1970), teníamos el país lleno, no se concebía un comando en una comuna o población importante si no estaba el comité juvenil, porque la juventud les daba la vida, nosotros hacíamos el festival La Juventud Canta, donde emergieron los Quilapayún, los Inti Illimani”.

También fue la representante de la juventud en el Frente de Mujeres de la Unidad Popular, presidido por la senadora socialista María Elena Carrera, espacio en el que se debatía el proceso de lucha por la emancipación de las mujeres. “Se discutía cómo las mujeres íbamos a estar en el Gobierno y ahí participábamos para que se tomara en cuenta la situación de las mujeres jóvenes”.

En pleno apogeo de la Nueva Ola y para diferenciarse de los fans club, que proliferaron en las poblaciones, se reunían en los que llamaron clubes de amigas. “El fans club fue un movimiento importante en esos años y nosotras teníamos que ser la otra cara, entonces formamos los clubes de amigas que eran más de estudio, había talleres, ahí se aprendía a pintar para hacer propaganda, yo creo que éramos como una copia pequeña de los centros de madres”, admite riendo, y agrega que hacían un trabajo solidario en las tomas, el que continuaron ya instalado el Gobierno.

Rodríguez hace referencia a que era la época de la irrupción de los movimientos hippie, feminista y de liberación de la mujer. “Significaba que salíamos del claustro en que muchas veces, sobre todo las mujeres estábamos. En ese minuto nos sumábamos a la lucha por la vivienda, por jardines infantiles, dábamos batallas que eran para mejorar las condiciones de vida, después en dictadura ya vino el desarrollo del movimiento feminista, con otros planteamientos, porque esto tiene etapas, a veces conversamos con las que somos más viejas y pensamos que las feministas escriben la historia sin tomar siempre en cuenta lo que ha sido el proceso histórico de las mujeres”.

Entre las demandas fuertes enumera las relacionadas al mundo laboral. Las mujeres trabajadoras ya ejercían liderazgos sindicales, apoyadas por partidos de izquierda como el Socialista y Comunista. “Demandábamos igualdad de salario en las fábricas, más y mejores puestos de trabajo. En ese tiempo pensábamos que la situación de la mujer cambiaba cuando entraba a trabajar y no, el salario por sí solo no era una condición de liberación de la mujer; peleábamos por más espacio en la dirección de nuestras organizaciones, por tener cargos de responsabilidad porque no éramos las mujeres del tecito, quizás partimos así, siendo las tesoreras, pero queríamos más”.

Las más jóvenes miraban el potente ejemplo de las mujeres del MEMCH. “Olga Poblete, Elena Caffarena, llevaban el discurso de la mujer adelante, eran nuestras heroínas, las admirábamos”. A  ellas se sumaban muchas otras mujeres que califica de inspiradoras: “Las que estaban en el parlamento eran muy osadas en el sentido de abrir el camino, Julieta Campusano con esa fuerza, la propia Laura Allende o María Maluenda, además de ser parlamentarias estaban con la gente trabajando codo a codo en las campañas. Nosotras hicimos muchas asambleas y marchas de mujeres. En el Frente de Mujeres de la Unidad Popular estaban compañeras como Inés Cornejo, Clara Velarde, Elena Morales y las mujeres radicales, Marta Melo que era del Partido Socialista”.

De la celebración del triunfo trae a la memoria el grito “¿Dónde va esta gente? ¡A ver al Presidente!”, mientras marchaban al centro. “Había una alegría desbordante, nos abrazábamos, llorábamos de felicidad. La gente pasaba caminando, en camiones, era una inmensa multitud”, añade.

A los pocos días, Francisca contrajo matrimonio: “Tenía unos 23 años y me casé a la semana del triunfo, así de grande era nuestro compromiso, o nos casábamos antes o inmediatamente después, ya que el trabajo que se venía en el Gobierno Popular sería muy grande y no íbamos a tener tiempo de casarnos”.

La universidad

En 1969 Margarita Pastene Valladares estudiaba periodismo en la Universidad del Norte (hoy Católica del Norte) en Antofagasta. De inmediato ingresó a la campaña organizada por los partidos políticos en coordinación con las juventudes, estudiantes y trabajadores, mayormente de la minería.

“Con mi marido nos incorporamos al Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU) y de ahí generamos nuestro espacio político. La verdad es que estábamos más preocupados de participar políticamente para lograr el triunfo de Salvador Allende que de sacar nuestras carreras. Ir a la universidad nos proveía de los espacios de debate, asambleas, nos organizábamos para las marchas, las convocatorias, en una época en que no existía internet y todo se definía en reuniones”, señala.

La periodista también se sumó a un área vital en la candidatura de la Unidad Popular: la cultura. Junto a estudiantes de diversas carreras crearon el grupo de folclor nortino Jalpayay: “Se sumaron mujeres que eran las esposas de nuestros profesores del MAPU, porque ellos no se atrevían a participar, pero ellas sí. Estuvimos presentes en distintos actos culturales de campaña, hacíamos actividades en la sala Ercilla de la universidad, teatro, exposiciones, cantábamos y bailábamos”.

Tiene como uno de sus más vivos recuerdos la multitudinaria marcha de cierre de campaña. “Estudiantes, profesores, funcionarios, salimos de la Universidad del Norte y fue creciendo. Era muy impresionante como se iba sumando la gente en el camino, hasta llegar a la Plaza Colón donde fue la gran concentración”.

En el último acto, Pastene interpretó canciones de Violeta Parra en un teatro Latorre repleto. “Al centro de la injusticia” fue uno de los temas elegidos. “Si lo llevamos al Chile de hoy es exactamente lo mismo. Nosotros luchábamos porque Allende estuviera en el poder porque teníamos la esperanza de un Chile más justo, más democrático, con más derechos para las y los trabajadores, en que las desigualdades sociales se aminoraran, y de algún modo creo que hoy estamos peleando por exactamente lo mismo, es penoso pero es así”, sentencia.

Durante el Gobierno de la Unidad Popular, el Presidente Salvador Allende propuso un Nuevo Estatuto de la Familia, que contemplaba el derecho de la mujer a celebrar contratos, enajenar e hipotecar sus bienes sin autorización del esposo; el cuidado y mantención de los hijos e hijas por ambos padres; la filiación única que terminara con la distinción entre hijos legítimos, ilegítimos y naturales; reconocimiento jurídico a las parejas estables no casadas; y Tribunales Familiares.

Levantó además un amplio programa social y público en beneficio de las mujeres y sus hijos e hijas; creó la primera Secretaría Nacional de la Mujer, cargo que ocupó Carmen Gloria Aguayo, y dejó elaborado el proyecto del Ministerio de la Mujer, propuestas que se vieron interrumpidas abruptamente el 11 de septiembre de 1973.

Grupo de mujeres llevando carteles propaganda de Salvador Allende, crédito fotográfico Fundación Allende

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