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México y EEUU: cambios en el horizonte

Foto de Bárbara Zandoval en Unplash

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La crisis migratoria, el flujo ilícito de armas, el ingreso de
fentanilo y otros narcóticos, la inversión, el comercio y las remesas, la competencia china en el continente, los derechos laborales de inmigrantes, son parte de la agenda bilateral y que más allá de los clivajes triunfadores, van a rediseñar la relación entre Estados Unidos y México, pero también con el resto de América Latina y el Caribe.

Mientras México vota este domingo 2 de junio -con la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, junto a la representante de la oposición, Xochitl Gálvez, en la pole position- Estados Unidos lo hará el 5 de noviembre, ocasión en que nuevamente se medirán el actual presidente Joe Biden (PD) y el expresidente Donald Trump (PR), si la justicia norteamericana no dicta lo contrario tras la sentencia agendada para el 11 de julio . De un modo u otro, el 2024 trae cambios y nuevas oportunidades para la región.

Iniciemos con una certeza: tanto en las elecciones presidenciales de 2024, como en las venideras (2026 y 2028), la población latina continuará creciendo -tanto en cantidad como en influencia- con cerca de un millón de inmigrantes que se naturalizan estadounidenses cada año, entre ellos, el grupo mayoritario son oriundos de México con un crecimiento promedio de 13% anual.

La población hispana en Estados Unidos superó los 63 millones de habitantes, de los cuales aproximadamente el 59% proceden de México y le siguen Puerto Rico y El Salvador, según datos publicados en Statista Research Department.  

Más de 12 millones de mexicanos viven fuera del país, 97% de ellos en Estados Unidos, según cifras del Instituto de los Mexicanos en el Exterior; sin embargo, tras décadas de inmigración, los mexicanos de origen y sus descendientes nacidos en territorio norteamericano alcanza la friolera de casi 40 millones de personas.

El peso demográfico del “Latinx Power!” en EEUU

La explosiva fuerza de su representatividad lo ha convertido en un actor de importancia estratégica para la política estadounidense y que a 2024 alcanza más de 36 millones de votos (un 15% del electorado). Otro récord: la comunidad latina representaría el 14,7% de los votantes elegibles en noviembre, según proyecciones del Pew Research Center.

Más allá de lo anecdótico, su poder político y la influencia en la opinión pública es incluso mayor que la comunidad afrodescendiente (cercana al 12%) y de los pueblos originarios, lo que se hace sentir con fuerza en los llamados “estados bisagra” como California, Texas, Florida y Nueva York.

Ahora bien, otro ítem a observar es el peso del “latin girl power” (derivado del “Girl Power” de la ex primera dama, Michelle Obama) cuyas demandas y exigencias en torno a los derechos de las mujeres en ambos lados de la frontera podrían verse potenciadas tanto con la elección de la primera mujer presidenta de México como por el reciente veredicto del Tribunal de Nueva York en contra del candidato Trump en que fue declarado culpable de 34 cargos en el caso Stormy Daniels, una conocida bailarina exótica, actriz, productora y directora de cine para adultos. Los cargos contra el candidato republicano incluyen falsificación de documentos comerciales hacia su abogado para el pago de US$ 130 mil con el objetivo de ocultar de la luz pública el encuentro sexual de una noche entre Trump y Danielsen el marco de las elecciones presidenciales de 2016. Otro hito: Trump se convierte así en el primer presidente en la historia de Estados Unidos en ser condenado por un delito.

A priori, el voto femenino, el voto latino y el voto joven podrían definir las elecciones norteamericanas a favor de los demócratas; sin embargo, la gestión de administración actual liderada por Joe Biden, no ha logrado afianzar las promesas de la campaña anterior en relación a aquellos temas clave para la comunidad mexicana en EEUU 2024 como calidad de vida (salud, educación, trabajo y vivienda) e inmigración.

Soft power: La “olla a presión” de Biden

Hasta el 20 de enero del 2025, y a diferencia del American Firstde Trump, la estrategia de Biden de “Disuasión Integrada” (control militar, y luego comercial-político) para contrarrestar tanto el avance de China (política de “Zona Gris”) y la influencia de Rusia en el “patio trasero” de EEUU.

Sólo durante el año fiscal 2024, la administración Biden solicitó casi 2.500 millones de dólares de asistencia exterior dirigida a América Latina y el Caribe con cargo al Departamento de estado y al USAID; un aumento del 17,4% en relación a 2022. Junto a ello, ha solicitado un total de 782 millones adicionales de asistencia exterior suplementaria de emergencia destinada sólo a la migración irregular y en atención a las “causas profundas” de la migración desde Centroamérica con más de mil millones de dólares de 4 mil comprometidos inicialmente durante los 4 años de gobierno.

Continuando con los hitos: en 2023 se alcanzó el récord histórico de 2,5 millones de detenciones fronterizas con un promedio de 10 mil ingresos diarios según cifras de la Oficina de Aduana y Protección Fronteriza (CBP). Desde la llegada del presidente Joe Biden a la Casa Blanca se han contabilizado oficialmente ingresos de más de 8 millones de indocumentados a través de la denominada “frontera más peligrosa y mortífera del mundo”, según la OIM.

Según datos de Celag, los principales receptores de fondos norteamericanos hoy son Colombia (444 millones de dólares para esfuerzos antinarcóticos, implementación del Acuerdo de Paz y la integración de los migrantes venezolanos); Haití (291,5 millones para restaurar las instituciones democráticas, mejorar la seguridad y abordar los desafíos económicos y de salud); y México (111,4 millones para que fortalecimiento del Estado de derecho y el combate las drogas ilícitas).

El fracaso de la política migratoria propuesta inicialmente por la administración Biden, al no lograr contener la llegada masiva de nuevos inmigrantes, fue un golpe inicial a los principios de campaña y sepultó la ascendente carrera política de la vicepresidenta Kamala Harris. Recordemos que -durante la anterior campaña presidencial- y consciente del peso electoral de la población latina, prometió terminar con las duras medidas del gobierno de Donald Trump. Su estrategia era ayudar y proteger a quienes deseaban llegar a Estados Unidos, y, a su vez, asegurar la frontera sur con diplomacia y cooperación regional. Sin embargo, para ello, requería de apoyo político transversal que permita financiar apoyo para los países de origen y, a México, para contener “la olla a presión” de los cruces fronterizos. Hoy, es justamente este fracaso el que podría impulsar un nuevo triunfo del candidato republicano, quien califica de “incoherente, insensible e ineficaz” la política migratoria actual.

Si bien, ninguna de las candidatas a la presidencia mexicana ha profundizado en el estado de la política migratoria con su vecino del norte, sí han esbozado dos caminos divergentes: continuidad y mano dura.

Por una parte, Claudia Sheinbaum, candidata de la coalición “Sigamos haciendo historia” ha afirmado que mantendrá la política migratoria del gobierno de Lopez Obrador, atacando las causas que han generado esta crisis y fortaleciendo la cooperación para el desarrollo, enfatizando en la protección de los mexicanos en el exterior. Por el otro, la candidata XochitlGálvez, ha sido crítica del estado actual de la política migratoria y ha calificado a AMLO de “doblarse ante Trump” e incluso acusándolo de “falta de control de la frontera norte”. Por ahora, habrá que esperar las primeras señales de quien triunfe este domingo y cómo serán recibidas en Washington.

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