Vincular las dietas a procesos de alimentación restrictivos y repetitivos en las mujeres, incluso desde edades tempranas, no es poco frecuente. Por eso, trabajar con perspectiva de género y luchar contra esta idea se ha vuelto una importante reivindicación para muchas profesionales de la nutrición.
Dar un valor excesivo a lo que consumimos y a la imagen corporal, dejando de lado cómo nos sentimos, es algo con lo que prácticamente todas las mujeres han crecido. De la misma forma, tener conductas como separar siempre la comida que se considera como “buena” o “mala”, restringir todos los productos que signifiquen subir de peso y/o consumirlos con un sentimiento de culpa, son hábitos que parecen no estar alejados del día a día.
Y como efecto, muchas de ellas, crecen y conviven con problemas de autoestima y desarrollan distintos niveles de trastornos de la conducta alimentaria como anorexia y bulimia nerviosa, el trastorno por atracones y el trastorno evitativo/restrictivo. En el marco de la reciente conmemoración del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, nutricionistas visibilizan este tema.
Mandato patriarcal
Fernanda Bastías, nutricionista, magíster en Psicología y colaboradora de la Filial Temuco del Colegio de Nutricionistas, indica que “desde muchos contextos se ha promovido a las mujeres la insatisfacción corporal mediante la presión por tener cuerpos que estén en línea a los estándares de belleza. Incluso, se ha vinculado a un estatus económico y académico, privilegiando siempre el cuerpo delgado”.
Esto explica, señala la experta, que el “estar a dieta” se entienda como una acción típicamente femenina. “El resultado es el “bajar de peso”, sin importar cómo, ya que lo importante es “verse delgada”. Y el problema nace de un sistema patriarcal, donde la mujer bella es la mujer delgada, delicada; y una vía para acceder a esa norma es seguir regímenes alimentarios restrictivos, con patrones muy diferentes a una alimentación normal, a su cultura y sus ingresos económicos”.
Todo esto llevó a que expertas en el área catalogaran el problema como “la cultura de la dieta”, donde existe una estigmatización importante o fobia a los cuerpos más grandes. Y donde se permiten las restricciones permanentes como una forma de vida, acompañado por una permanente frustración de no ver los resultados físicos esperados. Es decir, un alto estrés fisiológico y psicológico, y relaciones conflictivas con la comida.
Aquí, sostiene Bastías, “no sólo es responsable la persona que se somete a la cultura de la dieta, porque justamente es algo cultural. Y para que sea cultural, hablamos que hay valores, normas y sistemas que son socialmente compartidos y que delimitan o enmarcan las formas en las que se supone que debemos vivir”.
¿Cómo enfrentarnos a esta realidad y cambiarla?
“Es importante, primero, distinguir lo que efectivamente es una dieta de una dieta restrictiva, que es lo que frecuentemente se nos exige a las mujeres”, asegura Danay Ahumada, presidenta de la Filiar Temuco del Colnut. “La dieta es lo que consumimos en el día a día, está vinculada a tu acceso económico, al lugar donde vives, a tu cultura, entre otros factores. También vinculada a la dietoterapia, que es el tratamiento en que se busca la adopción de una dieta adecuada, con el objetivo de prevenir o tratar enfermedades”.
En tanto, Fernanda Bastías afirma que “es complejo modificar esto, pero sí lo que se ha visto que favorece este cambio es ser conscientes de esta realidad, y esa consciencia se construye en base a información. Quienes educan y atienden deben ser conscientes de los prejuicios y de que podemos tener internalizado un grado de gordofobia, más hacia las mujeres”.
“También podemos centrar nuestros objetivos de salud más allá del peso, con metas que no sean números porque sabiendo que convivimos con la cultura de la dieta, podemos ser realistas y lidiar con nuestras frustraciones”, finalizó.
