Periodista.
El sábado 8 de mayo será el estreno vía streaming de la película “Diablada. Yo no me fui, a mí me mataron”, historia ficcionada que está inspirada en los femicidios de Alto Hospicio, desde el punto de vista de las familias de las 14 jóvenes secuestradas y asesinadas entre los años 1998 y 2001.
La cinta de la productora Yestay está dirigida por Álvaro Muñoz y cuenta con las actuaciones de Catalina Saavedra, Daniel Candia, Karin Mayorinca, Claudio Troncoso, Ana Reeves, Constanza Rojas y Gabriel Urzúa.
La película tiene como base “las historias que transcurren bajo la indiferencia oficial de las máscaras de la discriminación, que jamás se quitan del todo. Todas tenían algo en común: mujeres, pobres, viviendo en los extramuros de la gran ciudad, en Alto Hospicio”, dicen desde la producción sobre el caso de Alto Hospicio, que es recordado por los movimientos de mujeres y feministas como una de las grandes muestras del abandono del Estado chileno a las niñas y mujeres.
Tanto las policías como las autoridades de la época culparon a las mujeres, la mayoría de ellas adolescentes. Levantaron la teoría de que habrían abandonado el hogar de manera voluntaria para emigrar a Perú o Bolivia, en una búsqueda por escapar de la pobreza o de la violencia, hipótesis que fueron descartadas desde el primer día por sus familias, que rogaban que las buscaran y que denunciaron siempre la negligencia de los personeros policiales, judiciales y políticos que actuaron bajo prejuicios machistas y clasistas.
Solo el testimonio de una sobreviviente que logró escapar permitió la captura del femicida, Julio Pérez Silva, actualmente condenado a presidio perpetuo por violación y homicidio.
Todavía nada funciona
De las discriminaciones e injusticias vividas por las y los familiares de las víctimas de Alto Hospicio – recreada en “Diablada” como Molle Viejo- se hace cargo la cinta. Álvaro Muñoz recrea historias de vida moldeadas por la dureza del desierto y las esperanzas tras la lucha que emprendieron, pese a la denegación de justicia que tuvieron que enfrentar.
La historia de ficción se centra en un papá y su única hija, Nené. Un día la joven no regresa a casa y su padre se embarca en una frenética búsqueda, junto a otras familias, tras las pistas de las jóvenes desaparecidas. En esta tarea colabora Rosaura, una policía que empatiza con la causa y decide unirse a la cruzada.
El director de “Diablada” destaca que la película no busca mostrar solo los feminicidios de Alto Hospicio, sino también el panorama de violencia de género en América Latina. “Estaba la desidia de las policías e instituciones, en un contexto donde montones de políticos repetían que las instituciones funcionaban, pero había un subsuelo que era el machismo donde no funcionaba nada y todavía nada funciona”, sentencia.
La experiencia de las familias
Página 19 conversó con Eduardo Salinas, productor ejecutivo de Yestay, productora de la ciudad de Vallenar en la Región de Atacama que encabeza junto a su hermana y socia Teresa.
Salinas explica que desde el inicio del proyecto decidieron salir del enfoque sensacionalista y morboso que tuvo -y tiene aún- el caso de los femicidios en la frontera norte del país, por parte de los medios de comunicación en general, para abordarlo desde lo que fue la experiencia de las familias. “Este es un caso considerado policial, que llama a hacer una película de género, un thriller policial, pero la historia está en las familias. Lo más obvio era haber planteado una típica película del psicópata versus el policía, probablemente hubiésemos tenido hasta mejor respuesta, pero no trabajamos para eso, mucho menos al tratarse de un caso real, preferimos seguir fieles a nuestra línea y ser respetuosos”.
El productor ejecutivo de “Diablada. Yo no me fui, a mí me mataron” cuenta que fue Teresa quien estuvo a cargo de la exhaustiva investigación que duró dos años, entre 2015 y 2016, e implicó decenas de entrevistas con las familias afectadas, las que dieron origen al guión escrito por el destacado dramaturgo, guionista y narrador Omar Saavedra Santis, padre de la actriz Catalina Saavedra, quien interpreta a Rosaura en el film.
“El trabajo de Teresa nos fue dando la fuerza para tomar ese enfoque, centrarnos en lo que vivieron, en cómo las autoridades las ignoraron, porque fueron ignoradas durante años y ya nadie se acuerda de esas familias”, expresa.
Impunidad, olvido y violencia mediática
“Lamentablemente estos casos se repiten”, añade Eduardo “Bam” Salinas, para recordar los secuestros y femicidios de jóvenes en la ciudad de Copiapó. “Fue muy similar la forma en que se abordó, no solo pensando en cómo la prensa y los medios en general cubren estos temas, sino también en cómo los enlazan con otras noticias, tenemos un montón de material de archivo que nos facilitaron las mismas familias que guardaron registros de periódicos, de especiales de televisión, y es muy claro; había una investigación de trata de personas o de explotación sexual infantil y la noticia siguiente siempre era las desapariciones de Alto Hospicio, entonces van generando un discurso de que esas dos situaciones están relacionadas, uno se pregunta ¿qué es lo que quieren transmitir con eso?”
El socio, director y productor de Yestay trae a la memoria algunos de los vergonzosos titulares de la prensa de la época cuando reflexiona sobre la cobertura que los medios masivos hacen de la violencia machista y de cómo se repite el desestimar las desapariciones por tratarse de mujeres, jóvenes, de escasos recursos y de regiones, como ocurrió también con las desapariciones forzadas en Copiapó en 2019. “Que dolor para esas familias que te traten así y después no se haga nada. El subsecretario Burgos que salió diciendo que tenían pruebas de que las niñas (de Alto Hospicio) estaban vivas, en Tacna, en Bolivia, que se habían ido por voluntad propia, a los pocos años fue ministro, es decir, no hubo ninguna sanción, fue la impunidad y el olvido absoluto”, lamenta.
“La miseria, los malos tratos y la promiscuidad nos dijeron que eran las razones de porque las niñas se habían arrancado. Eso no es así…estamos seguros que las niñas no se fueron solas. Nada que ver lo que dice ese informe”; “Descartamos que se escaparan de la casa. Mi hija no llevó ropa, ni siquiera llevó sus documentos…¿Quién se va sin nada? No tiene sentido”; “En tanto, Carabineros declaró que seguían pistas del posible paradero de las niñas en ciudades de La Serena, Rancagua y Talca”, son parte de los testimonios de la Estrella de Iquique, de octubre de 2000 y marzo de 2001, que recogió la investigación de Yestay y reproducen en la cuenta de Instagram @diablada_lapelicula.
Para la productora siempre fue vital que la película se basara en los que consideraron tres ejes fundamentales: “La discriminación social, porque las niñas eran pobres asumieron que se habían ido a buscar mejores oportunidades o que vivían violencia intrafamiliar, que en las familias eran todos alcohólicos; discriminación geográfica porque eran de región, del norte, de una toma en un lugar perdido en el desierto, y obviamente el caso no tuvo la repercusión que hubiera tenido si hubiese pasado en Santiago, y la discriminación de género, porque al ser mujeres se asumieron un montón de cosas que no se hubiesen asumido si hubieran sido hombres”, declara Salinas en referencia a las teorías sobre la decisión de las jóvenes de migrar por trabajo sexual.
Agrega que se hicieron todos los ajustes necesarios para mantener ese encuadre. “Fue algo que nunca hemos querido transar. Yo no digo que la película abarca todo, pero si queremos aportar con esa mirada”. Desde “Diablada” saben que es un tema contingente, pero indican que siempre apostaron por ese enfoque, “donde la principal impulsora fue Teresa, nosotros grabamos la película hace un montón de tiempo, ahora se dio la posibilidad de estrenarla estando el movimiento feminista muy fuerte, con el estallido social, con LasTesis, pero empezamos con el proyecto el 2015 y grabamos el 2017”, menciona.
El telón de fondo de “Diablada” fue la provincia de Huasco en la región Atacama. El rodaje duró 6 semanas e integró a personas de las comunidades locales. “Nuestra intención era grabar en Alto Hospicio, pero por diversas razones se decidió hacerlo en Vallenar, entre otros, el que pese a estar inspirada ahí, el caso podía ser también el de Copiapó o de México, nos dimos cuenta que no era tan necesario ocupar locaciones reales, sino que darle un aspecto más genérico”, relata Salinas.
Grabaron en Vallenar, en el sector Cuatro Palomas Sur, una toma que surgió justo antes de las grabaciones. Para ello tuvieron que ganar la confianza de una comunidad desconfiada de los posibles estereotipos que suelen aparecer en los medios y en el cine. “La gente estaba un poco asustada porque siempre se aborda con mucho prejuicio el trabajo en estas comunidades, entonces nos decían que los íbamos a mostrar como narcotraficantes, que el tema de la violencia, y tuvimos que mostrarles cómo íbamos a contar la historia, fue todo muy respetuoso”.
¿Por qué los diablos tienen que ser hombres?
¿Porque los diablos tienen que ser hombres? Pregunta una joven a su padre en la familiaridad cotidiana de un desayuno, en una casa construida en el desierto, que actúa como un enorme testigo silencioso.
Sobre el título “Diablada”, Eduardo Salinas expone que quisieron abordar cómo las tradiciones perpetúan estereotipos de género, las que son la base que sustenta la violencia de género. “La sociedad está construida por estos elementos culturales, va un poco por ahí. Ha generado algún conflicto menor con gente más tradicionalista o conservadora respecto a esos temas, nosotros lo tomamos como un concepto nada más, no queremos apropiarnos del baile, de las tradiciones, sino que es este concepto de que en el baile de la diablada el diablo siempre es el hombre, eso relación con el tema de la película”.
Las diabladas son una danza religiosa propia del norte chileno, en la cual las y los participantes bailan enmascarados en honor a una santidad, donde paradójicamente el Diablo Mayor es el primer bailarín. En la película una joven quiere ser “diablo” en la diablada, pero no se le permite por ser mujer.
Estreno en cuarentena
Como ocurrió con muchos proyectos cinematográficos, “Diablada” se terminó justo una semana antes de la llegada del COVID-19 a Chile. “Terminamos y a la semana se cerraron los cines, estábamos seleccionados para varios festivales que nos fueron cancelando. Era un panorama muy oscuro y ahora se da esta posibilidad y estamos muy felices de poder decirle a la gente que se estrena”, indica Eduardo Salinas, quien lamenta lo que ha significado la pandemia para el mundo del arte.
“El cine en particular ha sido muy golpeado por esta crisis, decenas de proyectos han estado parados y es lamentable que no se vea como una oportunidad puesto que lo que más ha consumido la gente en este tiempo son series, películas; me da pena la situación, hacer una película es un trabajo titánico, siendo una actividad tan reconocida internacionalmente, que está teniendo grandes logros, es lamentable que no se tome con la seriedad que amerita y que todavía se vea como un hobby. Hay mucho trabajo detrás, mucho esfuerzo y ver el resultado final es hermoso”, enfatiza.
“Diablada. Yo no me fui, a mí me mataron” ha sido seleccionada para participar en diversos festivales, en 2019 como proceso y 2020-2021 finalizada. Actualmente, entre el 9 y el 13 de abril está en el Chicago Latino Film Festival.
Su estreno en Chile será el 8 de mayo a las 22:00 horas y genera importantes expectativas por el rescate de la memoria de las víctimas de femicidios y de la violencia en el país. Las entradas estarán disponibles a la venta desde el 12 de abril a las 12:00 horas, a través de Punto Ticket.
