Periodista.
Un balde de agua fría entregó ayer el Gobierno al detallar los resultados de la Casen 2020, el principal termómetro de la situación económico-social del país, que se mide cada tres años. Los resultados fueron dados a conocer justo después de la instalación de la Convención Constituyente en el país, algo que los suspicaces no pasaron por alto, por el interés de la opinión pública estaba obviamente marcada por los acontecimientos políticos.
Y fue un balance lleno de justificaciones. Que no subimos tanto en pobreza porque estuvieron “las ayudas estatales”- como si los 10% de las AFP, por ejemplo, hubiese sido gestión del Ejecutivo y el resto, IFE y demases, no tuviera que haberse sacado a tirones-; y que subimos menos que el resto de América Latina, como premio de consuelo.
En realidad la estrategia de “amortiguación del golpe” ante estas cifras había comenzado antes…un reportaje de La Tercera del 27 de junio, con citas de las autoridades competentes, adelantaba que el tema se venía malo, pero que las ayudas del gobierno habían suavizado el golpe: que según una proyección del FMI la pobreza podría subir al 12,2% (según la Casen entregada fue de 10,8%). Con todo, ya la proyección del FMI mostraba que se trataba de la primera alza importante de la pobreza tras sucesivas bajas, desde nada menos que 1990, cuando después de la dictadura más de la mitad de la población era catalogada de pobre.
Lo entregado en la Casen 2020- apellidada rápidamente por el gobierno como “en Pandemia”- no es otra cosa que el primer gran retroceso en casi dos décadas que se mide la Encuesta de Caracterización Socioeconómica, la que año tras año de aplicación mostraba avances en materia de reducción de la pobreza en el país. El Gobierno, representado por la Ministra de Desarrollo Social y Familia, Karla Rubilar, enfatizó una y otra vez que eran los efectos de la “peor pandemia en 100 años”, pero que “no quería minimizar los resultados”. “Este golpe es muy duro y lo tenemos que reconocer”, afirmó, no obstante la presentación de los resultados fue convenientemente utilizada para hacer alarde de las ayudas económicas del Gobierno…en este contexto social.
Entonces, más allá de que las cifras de crecimiento mostraran un salto del 18,1% en mayo, llenando de júbilo a algunos economistas y al Ejecutivo, todo el mundo sabe- y había sido adelantado hace tiempo-, que es la bajísima base de comparación la que influye en estas cifras (en mayo de 2020 la economía cayó 15,3%, sin contar los meses posteriores) y algo puede haber influido lo que ha sido la tabla de salvación del gobierno – el aumento del precio del cobre-, y también los 10% que la gente y el Congreso le sacó a los fondos previsionales en tres oportunidades.
Más allá, entonces, de las cifras macroeconómicas de siempre, el verdadero termómetro social está dado justamente por encuestas como la Casen, la Encuesta Suplementaria de Ingresos del INE y otras pocas de este tipo. No hay especial interés en Chile por mostrar la realidad social del país, está demás decirlo, por lo que estas encuestas se hacen cada tres años o cada cinco, para no entusiasmarse y siempre sin demasiado perfil, salvo que haya noticias especialmente positivas que entregar. Y no era el caso, por cierto.
La Casen 2020 “en Pandemia” mostró que el 10,8% de la población en Chile se encuentra en situación de pobreza por ingresos (también está la pobreza multidimensional, que suele ser bastante mayor, duplicándola, ya que incorpora elementos como el acceso a vivienda, salud, etc).
Sin ningún asco- así como se declara los muertos por la pandemia- se sostuvo que la extrema pobreza por ingresos llegaba al 4,3%, afectando hoy a más de 831.000 chilenos, en tanto que 1.281.000 eran pobres “no extremos”. En suma, más de 2 millones de chilenos en situación de pobreza. Según el propio Gobierno hubo un incremento en la pobreza por ingresos de 8,6% a 10,8%, mientras que la pobreza extrema casi se duplicó- y esto es lo más grave- pasando de 2,3% a 4,3%, respecto de la Casen del 2017.
En buen castellano, cerca de 400 mil chilenos cayeron a la extrema pobreza, estando ya en niveles de pobreza, producto de la pandemia y la indolencia del Ejecutivo en entregar rápidas ayudas sociales a estos sectores. Traducido a la realidad: campamentos en alza, ollas comunes por doquier, precariedad laboral que campea y supervivencia a como diera lugar.
Al mirar la distribución por regiones, la miseria se distribuye castigando especialmente a la zona norte. En particular la extrema pobreza es mucho mayor en Arica y Parinacota (5,9%), Tarapacá (6,9%) y por supuesto, La Araucanía, con un 5,9%. La Metropolitana tiene un 3,7% y el promedio nacional, como se dijo, llega al 4,3%, en lo que se refiere a la extrema pobreza.
En tanto, la pobreza a secas es liderada una vez más por la Araucanía, con un 17,4%, (es decir, casi uno de cada cinco habitantes de la esa región son pobres); Ñuble con un 14,7%; Tarapacá con un 14% y Biobío con un 13,2%. Ello se compara con el 9,0% de la Región Metropolitana.
Fuerte retroceso en distribución del Ingreso
Pero si hay algo que francamente conmueve, así como cuando nos enteramos que los ricos se habían hecho mucho más ricos en Chile en plena pandemia, gracias a la Revista Forbes, esto lo vuelve a comprobar esta Casen 2020, cuando se refiere a la distribución del ingreso del trabajo.
Al observar las cifras, se tiene que si el 10% más rico captaba un 36,2% de la torta total de ingresos en 2017, ahora aumentó su participación en la apropiación de la torta a casi un 40% (39,2%) en 2020.
En contrapunto, el 10% más pobre de la población, que en 2017 captaba un menos de un 1% (0,9%) de la torta total de ingresos, tres años después, en 2020, pasa a captar la ínfima cifra de 0,1% casi desapareciendo definitivamente de la distribución de la torta de ingresos. Eso es una bomba de tiempo para nada menos que un 10% de la población nacional.
Si se hace el ejercicio de sumar las participaciones para obtener el 20% más rico y cuánto capta este segmento de la población de la torta total de ingresos, se tiene que en 2017 captaba más de la mitad (51,8%) y en 2020 se acerca al 60% (57,3%). En otras palabras, el 20% más rico del país se apropia del 60% de los ingresos del trabajo a nivel nacional.
Por el contrario el 20% más pobre, que en 2017 lograba captar para sí el 3,8% de los ingresos, en 2020 capta la mitad de eso, con un 1,6%. La mitad, ni más ni menos.
En una cifra increíble, la diferencia entre el 10% más rico y el 10% más pobre, en términos de los ingresos del trabajo de los hogares, que en 2017 era de 39,1 veces…ahora pasó a ser el 2020 a ser de más de 400 veces (416,6), es decir multiplicándose por 10.
El llamado coeficiente de Gini, que mide justamente las diferencias en la distribución del ingreso y que venía mostrando una muy lenta baja en los últimos años- tras muchos años de permanecer estable-, sube desde un 0,493 en 2015 y 0,501 en 2017, a 0,527 en 2020, llevándose de un plumazo lo poco avanzado en 15 años. Cabe recordar que el coeficiente considera acercarse al 1 como la máxima desigualdad y al 0 como la máxima igualdad.
Agreguémosle el “detalle” que la canasta básica de alimentos, según cifras oficiales, no paró de subir justamente en 2020, llegando a aumentar en un 8,5%, desde un poco más de 1,7% en mayo de 2019, para comenzar a bajar recién a principios de 2021, a un 4,4% de aumento. Habría que ver que está pasando hoy con el valor de esa canasta de alimentos.
Esta brutal realidad que nos muestra la Casen 2020 “en Pandemia” se da en un país donde, según la Fundación Sol (con datos de la Casen anterior que ahora empeoran), un 64% de los trabajadores gana menos de $400.000 líquidos, o dicho de otra forma solo 1 de cada 3 trabajadores en Chile gana más de la citada cifra. Y donde casi 900 mil trabajadores (890.753) ganan el sueldo mínimo o menos, ingreso recientemente reajustado en $10.500 pesos, para llegar a $337.000.
Esto se corrobora con los datos de la Encuesta Suplementaria de Ingresos (2019)- dice la Fundación Sol- que indica que “la mitad de los trabajadores asalariados de empresas privadas ganan $420 mil o menos”, subrayó la entidad en el contexto de la reciente discusión del salario mínimo.
En definitiva, una panorama desolador para las familias más pobres del país y una lápida definitiva a aquel slogan ya tan poco difundido de los “tiempos mejores”. Y sobre todo, una enorme tarea para el futuro que por cierto deberán considerar los Convencionales Constituyentes y en lo inmediato el próximo Gobierno que asuma en marzo próximo.
