Periodista.
No, no es aquella contra el Covid 19, sino una de nuestra historia reciente que hoy revive en las memorias de Patricio Guzmán, el internacionalmente premiado documentalista chileno. Un posible libro para las vacaciones.
En agosto de 2019 Patricio Guzmán terminó de reunir el cuantioso material que compone su texto del mismo nombre (449 páginas) sobre cómo se hizo su documental histórico “La Batalla de Chile, la lucha de un pueblo sin armas” (1975), y en noviembre último ya lo teníamos aquí en Chile, editado por Catalonia.
El libro, con prólogo de Jorge Baradit, es un completo “making of” de uno de los rarísimos documentos audiovisuales que registra paso a paso el proceso del camino de Chile al socialismo con Salvador Allende, y que termina con el golpe militar del 11 de septiembre, asestado por militares y oposición de derecha con el apoyo del gobierno de Richard Nixon.
“La batalla de Chile…”, la película, dura más de 3 horas y es una trilogía compuesta de: La Insurrección de la Burguesía, El Golpe de Estado y El Poder Popular. La primera se presentó en la Quincena de los Realizadores de Cannes en 1975. La segunda se terminó un año después y la tercera, en 1979. Su producción duró siete años y se presentó en 14 festivales de cine, recibió 6 premios internacionales, se estrenó en 34 países y la mostró la televisión de otros 8. En Chile nunca se ha difundido por televisión. Hoy se la puede ver en la red, en la plataforma de películas chilenas ondamedia.cl.
Calificada como excepcional dentro del “cine militante”, pese a la independencia del realizador, contiene el más detallado registro en imágenes del proceso de la Unidad Popular en su trayecto hacia el socialismo. Cualquier historiador que escriba o pretenda escribir y analizar este dramático período de la historia de Chile tiene que verla y ojalá también leer el libro en comento, donde Guzmán relata esta experiencia que termina con temas siempre vigentes, como la discusión eterna de las izquierdas: reformismo o “avanzar sin transar” (Parte III, El Poder Popular, sobre los cordones industriales).
El Libro
Comienza con una biografía del autor, Patricio Guzmán, desde sus inicios como documentalista con “El primer año”, lo ocurrido en los primeros doce meses de la Unidad Popular. Sigue con su detención por los golpistas en septiembre de 1973, sus quince días prisionero en el Estadio Nacional, su salida al exilio (Buenos Aires primero, luego Estocolmo) y la fijación de su residencia en La Habana por varios años.
A esto se agrega: un “guión imaginario”, cartas durante el rodaje, ficha técnica, festivales donde se ha exhibido, premios, testimonios y comentarios de personas del equipo (el montajista Pedro Chaskel entre otros), una larga entrevista al autor por Cecilia Ricciarelli (PhD en cine, Sorbona), textos originales del filme, críticas internacionales (The New Yorker, The New York Times, Le Monde, ABC), cronología de la filmación, cronología de los eventos históricos, filmografía de Guzmán y bibliografía. Total: casi 500 páginas.
La Película
Guzmán partió con el registro en imágenes de la vía al socialismo de Allende cuando en 1970-1971 filma “El primer año”, su primera película. Luego viene “La respuesta de octubre” en 1972. Sólo en febrero de 1973 ha conseguido el material para continuar la filmación. Eran un pequeño equipo de 5 personas, todos ex trabajadores de Chile Films, y con 44.000 metros de película virgen para 16 mm que les proveyó desde el extranjero el connotado documentalista francés Chris Marker, admirador de Guzmán.
Mientras esperaban su llegada, el equipo diseñó un “guión imaginario” y luego un plan de filmación que colocaron en la pared de la oficina. Pero los acontecimientos se precipitaron de tal manera que abandonaron esos esquemas y comenzaron a filmar según iban sucediendo las cosas.
“Teníamos contactos en todas las fábricas – cuenta Guzmán -, en el campo, en el cinturón obrero de Santiago. Obteníamos de esa manera una información no oficial… de primera mano, sobre lo que estaba pasando. En el Parlamento, una periodista de la UP nos informaba directamente: hoy se va a discutir tal proyecto de ley, vengan, puede ser interesante”.
La tecnología era precaria, propia de la época: una cámara Eclair para filmes de 16 mm, una grabadora Nagra y un auto viejo. “Buscamos la eficacia máxima y el rodaje era muy duro – recuerda Guzmán –, era como ser bombero, en todo momento había que estar preparado para ir adonde pasaba algo”.
Además contaron con el valioso apoyo en contenido de periodistas y analistas de la revista Chile Hoy, que dirigía la sicóloga y cientista política Marta Harnecker. El libro de esta última “La lucha de un pueblo sin armas” sirvió de agregado al nombre del filme. El rodaje terminó cuatro días después del golpe civil-militar.
Según apunta el crítico francés Louis Marcorelles, gran entusiasta del filme, “para su gran consternación, Guzmán que había filmado con entusiasmo los dos primeros años de la Unidad Popular, está viendo según sus propios términos que filma “no solamente la revolución, sino la contrarrevolución”.
Salvar los Rollos
El día del golpe, Guzmán se escabulle por las calles de Santiago cargando latas de película por filmar. Carabineros lo detiene en un momento pero luego, en la confusión del momento, lo deja ir y logra llegar a su casa. Esta fue allanada tres veces, las dos últimas, cuando él ya estaba preso en el Estadio Nacional. Buscaban armas y “material subversivo”. Impedir que los rollos filmados cayeran en manos de los golpistas fue toda un hazaña.
La esposa de Guzmán en esos años, Paloma Urzúa, (“la principal defensora de nuestro proyecto” dice Guzmán, y con la cual tiene dos hijas también cineastas, Andrea y Camila) cumplió un papel invaluable: logró esconder de los allanamientos los rollos de latas del filme que estaban en casa. Otros ya habían partido a la residencia de un tío del director. Paloma, que hoy vive en Santiago, deja su testimonio en el libro.
La siguiente hazaña fue sacar los rollos filmados fuera del país, lo que se hizo a través de la Embajada de Suecia, donde la secretaria del inolvidable embajador Harald Edelstam, era una chilena: Lilian Indseth, esposa del cineasta Sergio Castilla. Con el apoyo de su jefe, ella envía una camioneta a casa de Guzmán a recoger el material, que así llegó directamente con su preciosa carga al único espacio de libertad en esos años: el diplomático, para luego sacarlo del país. Patricio los recibió sanos y salvos en Estocolmo y luego partió a Cuba con ellos.
En La Habana, hubo 6 años de montaje del cuantioso material (18 horas de filmación), tarea que cumplió con abnegación Pedro Chaskel, director de la Cinemateca de la Universidad de Chile y realizador él mismo, en las salas del Instituto del Arte y la Industria Cinematográficos de Cuba (ICAIC). La institución fílmica, gracias al apoyo del cubano Julio García Espinosa, cargó además con alojamiento y comida para técnicos y familias.
Estreno Mundial
Tras su estreno, La Batalla de Chile recibió múltiples elogios de importantes críticos extranjeros:
“Sea cual sea la reacción que uno tenga frente a La Batalla de Chile III, es indiscutiblemente un filme épico”. Vincent Camby, The New York Times, 1978.
“La batalla de Chile” de Patricio Guzmán es un abrumador y admirable documental de un país que es lanzado al caos con la inevitabilidad de una tragedia griega”. Kevin Thomas, Los Angeles Times, 1978.
“Vemos estas guapas y bien peinadas cabezas en sus cuellos y gorras de uniformes militares y este funeral (N. de la R: del asesinado edecán naval Pedro Araya) es el funeral de una sociedad. Es un pasaje clásico en Tolstoi. Sabremos, a partir de este friso, un monumento al pasado, que no existe esperanza para el socialismo en Chile… Guzmán y sus asociados han tomado un enfoque implacablemente no estético, pero con sus sensibilidades artísticas y exquisito gusto “La batalla de Chile” es una elegía, a pesar de ellos”.· Pauline Kael, The New Yorker, 28 enero 1978.
Y también algunas negativas:
“En síntesis, “La batalla de Chile” es un documento político de escasa entidad cinematográfica, con abundantes reiteraciones, no pocas oscuridades y un claro interés denunciatorio contra el golpe de Estado del general Pinochet y hacia el papel jugado por la Democracia Cristiana en el país andino. Una obra que solo como expresión de unos grupos políticos muy determinados ha podido acceder a un impresionante palmarés de presentaciones y premios obtenidos en diversos certámenes”. Pedro Crespo, ABC, Madrid 1977.
Eterno Dilema
Lo mejor que deja este histórico documental de Patricio Guzmán es una reflexión, siempre actual, sobre los caminos para llegar al socialismo.
La connotada crítica norteamericana Pauline Kael del New Yorker, comentando la segunda parte (“El golpe de Estado”) escribe: “Ahora la película llega a su pregunta central: ¿puede una sociedad regida por la ley constitucional hacer la transición hacia el socialismo pacíficamente?… Parece no haber lugar para que el gobierno revolucionario de Allende, constituido legalmente, se pueda mover hacia el socialismo dentro de un marco legal y democrático”.
Y la analista Marta Harnecker escribe sobre lo mismo, dos años después de su estreno: “La vía pacífica no puede ser entendida como la vía “no armada”, de la misma manera que la distensión no puede ser entendida como la renuncia del campo socialista a asegurar militarmente la defensa de sus conquistas.” Y termina: “Solamente un pueblo armado puede evitar el enfrentamiento armado. Y por lo tanto, paradójicamente, dialécticamente, no habrá vía pacífica si no se prepara al pueblo para la vía armada” (La Habana, 1977).
Por supuesto, de todo esto hace cuatro décadas. Película y filme son material indispensable para las nuevas generaciones.
