Periodista
Aunque la procrastinación campea últimamente por estos lados, el que Jon Fosse ganara el Premio Nobel de Literatura fue el aliciente para abordar la lectura de “Pura pasión”, de Annie Ernaux, mismo premio versión 2022, no exento de rechazo por cierta crítica especializada de su natal Francia, que consideró que la descripción de su anecdotario biográfico no ameritaba este reconocimiento. El jurado, no obstante, consideró por el contrario que “la agudeza clínica con la cual descubre las raíces, los distanciamientos y las presiones colectivas de la memoria personal” fuedeterminante para otorgárselo. La crudeza al abordar la experiencia humana es el sello de Ernaux. “De mis antepasados, hombres y mujeres esforzados en tareas que les hicieron morir pronto, recibí la fuerza y la rabia suficientes para tener el deseo y la ambición de hacerle un sitio en la literatura, en ese conjunto de voces múltiples que, muy pronto, me acompañaron permitiéndome (…) rebelarme contra ella y querer modificarla (…) para inscribir mi voz de mujer y de tránsfuga social”, señaló al recibir el Nobel.
Esa honestidad brutal recorre las setenta y cuatro páginas de esta breve novela, editada por Tusquets, en las que disecciona hasta los detalles más infímos (e intímos) las etapas sucesivas y los estados emocionales de la relación de la narradora con un hombre casado. “Ya no me hacía regalos: cuando unos amigos me obsequiaban con unas flores o un libro, pensaba en las atencionesque él no creía necesario tener conmigo, pero de inmediato: Él me obsequia con su deseo”. Y luego: “Algunas veces me decía a mí misma que tal vez se pasaba un día entero sin pensar ni un segundo en mí”. Para concluir ue “he medido el tiempo de forma diferente, con todo mi cuerpo”.
Narrado como un monólogo (¿o un diario de vida deconstruido?), el texto, de aparente sencillez, se deja leer de un tirón (procastinador confeso, me ha ocurrido muy pocas veces, con “La vida está en otra parte” de Kundera en aquel intenso 1995 y un par de casos más), pero tiene la sutileza para urgar en la profundidad – reflexiva y emocional- de la amante de A. “Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer”. Ernaux sintetiza la pasión más intensa y honesta sin afán de erudición, de manera similar a como lo lograron algunas viejas canciones de Myriam Hernández. Ya, vengan de a uno.
