viernes, abril 19, 2024
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Álvaro Ramis, teólogo: “Esta Cultura del Abuso Sexual es Anterior a la Dictadura y pasó Siempre”

Foto: Comunicaciones Universidad Academia de Humanismo Cristiano

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Esta entrevista tuvo un antes y un después. Un antes, porque la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús daba a conocer las denuncias en contra de varios de sus religiosos por abusos sexuales en contra de algunos laicos con los cuales habían tenido contacto. Unos días antes, los jesuitas entregaron un informe que develaba a unos los peores depredadores de su orden religiosa: Renato Poblete. Y el día después concitó la atención la academia, pues Alvaro Ramis Olivos resultó electo rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano con más el 66 por ciento de los votos. Teólogo de profesión, Ramis conversó con Página 19 sobre una Iglesia Católica cuestionada por denuncias sobre abuso sexual y de conciencia.

-¿Cuesta ser católico en el siglo XXI después que se handevelado los abusos sexuales en la Iglesia Católica?

– Muchos usamos los términos católico desde el aspecto cultural que, en algún sentido, tiene que ver con la cultura que uno se crió, en la que se formó, en la que se mueve. De eso es difícil escapar, porque aunque uno quiera ya no te puedes reformatear, a menos que te quieras zafar de tu propia historia. Entonces, eso lo asumo como una parte de mi identidad y de mi bagaje vital.

Por otro lado, siento que uno tiene una posibilidad de cortar en términos institucionales. Me siento con un quiebre con la institución. Aunque con algún miembro de la jerarquía todavía tengo contacto. Hay una muralla que se creó y un vínculo que se cortó, en la medida que la Iglesia fue derivando en lo que terminó. Después que finalicé mi doctorado, me ofrecieron en la Universidad Católica unas horas de clases, pero al poco tiempo me dijeron que me habían hecho un barrido en los temas sensibles para los obispos y que no están en la doctrina de la iglesia: los derechos sexuales y reproductivos, LGBTI, eutanasia, bioética… Es un ejemplo de lo que me pasó a mi, pero creo que la ha pasado a mucha gente.

-Hay un desencanto…

– Sí, y una dificultad para estar en esos espacios…

-¿Eso va mucho más allá de las denuncias de abusos sexuales de la Iglesia Católica?

-Claro. Las denuncias han sido un motivo más para ese alejamiento y, además, ha agravado la desconfianza. La Iglesia Católica es un pool de organizaciones  donde uno tiene cercanía con algunas y con otras no. Incluso esto ha roto el campo de confianza con aquellos que  eran más cercanos. Por ejemplo, Renato Poblete no es que sea un jesuita que haya estado más cercano a uno, pero es el entorno que no vio nada.

-¿Se imaginó alguna vez que los casos de abusos sexuales de sacerdotes y monjas serían tantos en Chile?

Estudié en la Facultad de Teología de la Universidad Católica y supe desde el primer día que la Iglesia era un gran clóset.  Era evidente que allí había una doble vida. Por una parte, una iglesia que es muy homofóbica y, por otro lado, tú tienes una vivencia que es muy distinta. Esa convivencia se naturalizó. Nadie podía pasar por esta iglesia si no tenía claro que la ropa sucia se lava en casa.  Había un caldo de cultivo que facilitaba esa práctica.

-¿Por qué la sociedad en general tiene la sensación que la jerarquía intentó e intenta  protegerse?

-Esta cultura del abuso sexual es anterior a la dictadura y pasó siempre. Estuve en mis primeros años de formación en la Congregación de los Hermanos Maristas y uno de los documentos que más nos señalaban que no debían salir a la luz pública, era una circular que se denominaba “de la fidelidad”, que consistía en el cumplimiento de los votos, especialmente de la castidad. En esa circular se narraban todo tipo de historias de vida, de hermanos maristas de todo el mundo. Muchas de ellas tenían que ver con crisis personales por faltas a la castidad o que habían visto situaciones de abusos de otros. Que todo eso, los había llevado a dudar  o tener una crisis de pertenencia. Esa encuesta o investigación que se hizo en los años 60 no condujo a nada punitivo, sino que se interpretó como una falta moral, no legal. Se miró más bien como un problema de conciencia y no de un delito.  La víctima, en esa circular, no aparece. Y eso pasa porque la iglesia estaba centrada en sí misma.  Y sigue igual hasta el día de hoy. Sigue pensado que el centro del mundo es ella misma. Por lo tanto, los problemas no afectan a la iglesia, sino a la sociedad. Les importan un bledo el efecto social de su acción.

-¿Ni siquiera hoy día con el Papa Francisco?

-Hoy día hay una noción de responsabilidad social muy tenue. Todavía la Iglesia Católica se siente culturalmente como una fortaleza sitiada. Y eso viene desde la Revolución Francesa en adelante: la Iglesia es una sociedad perfecta y está asediada por una secular que es enemiga y, por lo tanto, tiene que defenderse en ese castillo sitiado. El abuso sexual no es un problema por la víctima, sino que porque pone en riesgo  la fortaleza. Lo importante es que el castillo siga en pie y eso no ha cambiado.

Creo que el Concilio Vaticano II trató de cambiarlo, pero el problema es que desde ahí en adelante la regresión conservadora de Juan Pablo II volvió a la lógica del castillo. Todo el clero que se formó y que queda en la iglesia está formado entre Juan Pablo II y Benedicto, que son como más de 40 años de pontificado. Lo de Francisco es algo muy reciente y hoy no hay clero propiamente tal del actual Papa.

-¿Qué le pasó a usted tras las denuncias en contra de Cristián Precht, Miguel Ortega y, solo ayer, de Enrique Moreno Laval?

De Enrique Moreno Laval no lo sabía. Pero todos ellos tenían una doble vida. A mí, lo primero que me llamó la atención, antes que saliera la primera denuncia contra Precht, fue que en el año 2005 tuvo unos acercamientos muy raros con Punta Peuco. Fue a ver a los presos e intentó justificar los crímenes que cometieron. El cura Soiza Piñeyro estaba en la misma. Fue justo antes de las denuncias de Karadima. Era evidente que la CNI tenía su dossier sobre su doble vida.

Hablando con una gente ahora, me ha comentado lo extraño que era la vida de Miguel Ortega y Cristián Precht viviendo en una población, en una casa con muchos menores donde era una especie de asilo, pero al mismo tiempo un lugar donde la gente veía que pasaban cosas raras. Muchas personas hicieron la vista gorda.  Ahora, creo que si se abría esta caja de pandora, muchos pensaron que se acabaría la vicaría y le darían argumentos a la dictadura para terminar con la iglesia.

-¿Cómo se entiende a esta Iglesia Católica que ha sido denunciada porque sus sacerdotes han cometido abusos sexuales, pero por otra parte quiere incidir en temas valóricos sobre creyentes y no creyentes? ¿Se queda o no sin argumentos?

– Creo que no se han dado cuenta de la contracción en la que viven. Un Renato Poblete inductor de abortos. Por lo tanto, deslegitima todo tu discurso. Creo que es el efecto de lo que está ocurriendo, pero pienso que ellos todavía consideran que esa verdad, a la cual se refieren, no tiene que ver con su coherencia personal,  pues tiene que ver con una verdad natural y eterna que viene de Dios y que resulta incoherente porque la verdad sigue siendo la misma. La sociedad ya no les cree, porque dicen ‘tú no eres capaz de hablar de estas materias porque no tienes la mínima coherencia institucional’. Creo que en los próximos años no serán muy agresivos en los temas valóricos, pero no significa que no los sigan sosteniendo.

-¿Qué diría Jesucristo ante este escenario?

-Jesús tiene la peculiaridad que no fundó ninguna iglesia. Creo que Jesús rompería con la tradición. Hacer un quiebre con lo que se ha estado diciendo y plantear algo diferente. Lo otro que Jesús diría es ‘vamos a la raíz del problema cuándo se pervirtió el mensaje del Evangelio’. Después hubo dos nudos, teológicamente hablando, que lo naturalizaron y uno es Constantino: que la idea que el Estado y la Iglesia eran uno solo, por lo tanto ésta tiene una función pública para darle sustento a la moral pública porque es la religión del Estado, y eso hoy se acabó. Lo segundo es la idea de San Agustín: una concepción del cuerpo, de la sexualidad, de las relaciones humanas, que está totalmente viciado, una mala antropología y es ésta la que hay que romper. Esa es la culpa, el pecado, la idea de la cárcel del alma, todas esas nociones que son la peor herencia del cristianismo.

-En ese sentido, ¿se justifica el celibato?

-Uno puede decir que Lutero fue el primero que lo cuestionó, pero como lo hizo  tan fuertemente y  si la iglesia reconociera que el celibato no debería existir, sería para ella una derrota histórica.  O sea, lo hace por orgullo y la iglesia no quiere ceder que Lutero tenía razón. Para Lutero el celibato era una aberración, contra natura, no es cristiano. Si la iglesia reconociera esto, serían 550 años de error. Cómo le dices al cura de 90 años que no tuviste hijos, que te sacrificaste, que dejaste todo por nada. Lo otro es que el celibato crea una cultura, un clóset y dentro de él, hay privilegios, jerarquía, hay una manera de poder vivir  y de escapar. Mucha gente va a defender ese clóset con espadas. No son razones religiosas, sino políticas y sociológicas.

-Frente a esta situación que vive la Iglesia Católica chilena, ¿qué pasa con el mundo laico?

-Creo que por fin hay un pequeño despertar de conciencia de decir que ya no necesitamos al clero. La iglesia puede sostenerse y evolucionar sin el clero, pero para eso necesita un mínimo soporte institucional. Ahí habrá un choque, porque en cierta medida los laicos se han empoderado, pero hay un problema de material: quién tiene la llave la iglesia, la personalidad jurídica, los accesos a los espacios, las finanzas. Eso todavía está en las manos del clero. Será una dura pelea, porque los laicos pedirán cuotas en el directorio y en muchas cosas más. Mayor participación no simbólica, sino real. El clero tendrá que ceder sí o sí.

-¿Qué pasó con la Teología de la Liberación? ¿Se murió?

Depende de los planos. Efectivamente hay una Teología de la Liberación que se murió o se está muriendo en términos generacionales: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Pedro Trigo o gente como Sergio Torres o Ronaldo Muñoz, en Chile, todos ellos murieron o están en muy alta edad. Sin embargo, hubo una segunda generación de teologías de la liberación muy distintas y plurales: teología feminista, Queer, indígena, negra, andina. Esas teologías están muy vivas. Esas teologías no necesitan comunidades eclesiales de base, porque existen muy diversas organizaciones. Es lo que llamamos teología crítica. E incluso hay grupos evangélicos que hacen esta práctica de la teología de la liberación.

Patricio Martínez Torres
Patricio Martínez Torres
Periodista y Director de Página 19.

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