Periodista.
Partió a los 92 años una de aquellas mujeres que pasaron por la vida y por el país dejando huellas imborrables de humildad, fortaleza, valentía y generosidad a toda prueba en momentos en que una dictadura sangrienta se entronizaba en el país y que duró17 años. Sin duda, una imprescindible como calificaba Bertold Brecht a quienes fueron ejemplo de lucha y solidaridad para sus pueblos.
Hombres y mujeres, viejos y jóvenes perseguidos, torturados, familias viviendo en el dolor de no encontrar a sus desaparecidos, encontraron siempre en la abogada Fabiola Letelier del Solar una mano amiga que ayudó incansablemente sin preguntar a quién. Sólo lo hizo.
Y cuando la abogada supo del asesinato en Washington de su hermano Orlando, el tremendo dolor que sintió no la paralizó. Se puso al frente del juicio para buscar y encontrar a los culpables, logrando una condena de siete años de prisión para Manuel Contreras y el brigadier Pedro Espinoza. Hasta hoy se recurre a ese fallo logrado por Fabiola Letelier, porque sentó precedentes en materia de justicia por los terribles delitos contra los derechos humanos.
Una vida para defender ciudadanos
Nacida en la ciudad de Temuco el 17 de julio de 1929, la hija de Inés del Solar Rosenberg y Orlando Letelier Ruíz estudió en el Colegio Santa Cruz y en el Liceo N° 1 Javiera Carrera. Fue en la Universidad de Chile donde se tituló como abogada el año 1963. Antes del golpe de Estado, trabajó en la Comisión Interamericana de Mujeres, perteneciente a la Organización de Estados Americanos y asumió como secretaria ejecutiva para la delegación chilena de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo en el Tercer Mundo.
Ocurrido el golpe de Estado, la abogada de inmediato comenzó a trabajar en el equipo jurídico del Comité de Cooperación para la Paz, instancia que se levantó en respuesta a las denuncias de crímenes registrados a pocos días del despliegue militar en el país. Fabiola Letelier estuvo a cargo del Programa de Indultos del Comité Pro Paz, defendiendo a las personas condenadas por los Consejos de Guerra en dictadura y logrando autorizaciones para que más de 70 personas pudieran abandonar el país, evitando la cárcel y las torturas. Fue lo que no pudo soportar la dictadura y el programa debió ser cerrado tras una serie de amenazas.
Ese organismo fue la primera mano amiga que se levantó en aquellos días en que el horror cundía en poblaciones y calles del país. Días terribles, en que el miedo invadía todo. Pero no paralizó a Fabiola Letelier. El Comité Pro Paz -así se le conocía entre las víctimas de violaciones a sus derechos humanos- duró sólo hasta 1975, y fue clausurado por el gobierno de Pinochet.
Un año después, se unió a la Vicaría de la Solidaridad creada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez para seguir en su defensa de los perseguidos. Allí permaneció hasta los años 80. El mismo año en el que se funda la Vicaría se conoce el asesinato de su hermano Orlando en Washington D.C. producto de una bomba en el auto en el que iba acompañado de la joven Ronni Moffitt.
Posteriormente, funda CODEPU, (Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo) junto a otra gran defensora de derechos humanos, Blanca Rengifo y centró su trabajo en la denuncia de las torturas y prisión política.
Un legado invaluable
Su legado es invaluable y lo que la retrata de cuerpo entero es lo que expresó en una oportunidad respecto de su trabajo y que sigue plenamente vigente: “Es fundamental condenar la tortura en cualquier situación y contexto y respecto de cualquier persona, independiente de sus convicciones políticas, nacionalidad o raza. A los organismos de derechos humanos les ha costado mucho esfuerzo que la tortura pueda tener una condena clara y definitiva”.
Hace poco, el año 2018, recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos. En esa oportunidad dijo: “Ha sido una gran alegría que he compartido con mi familia y amistades porque creo que son los que más saben de la dedicación con la que he luchado en esta materia durante tantos años (…) Espero seguir contribuyendo a esta causa porque es fundamental que la sociedad chilena pueda comprender los dolores, las angustias y las limitaciones que tantos sectores han vivido y siguen viviendo en nuestro país”.
No sólo eso. Su adhesión a la causa feminista la evidenció siempre. Y hasta el último día de su vida: “La lucha por los derechos humanos en Chile ha avanzado, pero aún está incompleta. Hoy la lucha está concentrada, entre otros temas, en el movimiento feminista. Es algo que surgió con mucha fuerza (…) Es fundamental que exista una conciencia general sobre los problemas que las mujeres aún enfrentamos para así derribar las barreras y las limitaciones”. “A quienes como yo no solo nos enfrentamos a la dictadura, sino que también al machismo, nos emociona ver mujeres empoderadas al mando. No es un secreto para nadie que la lucha por la protección de las garantías fundamentales ha sido un trabajo donde las mujeres han tenido una participación vital”.
Hay muchas lágrimas surcando rostros hoy día al recordarla. Pero, vale la pena repetir algunas de sus frases que revelan su alma generosa para recordarla con tristeza, pero con la satisfacción de haberla conocido: “La historia me obligó a vivir como una luchadora social y hoy puedo decir que estoy contenta con mi vida, aunque haya sido dura”.
