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In memoriam a periodista Irene Geis: ¿Por qué te has ido, muñeca brava…?

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Así hay que interpelar a Irene Geis, nuestra querida amiga y colega que partió este miércoles 22 de junio de 2022, de su casa de Martín Rivas hacia el barrio eterno, donde de seguro la esperaba un coro de angelitos haciendo sonar sus campanillas en alegre bienvenida.

Porque así era Irene: alegre, comunicativa, buena para la charla, para juntarse a tomar un vinito, con los amig@s. Y cuando se aproximaba el amanecer, escuchar y cantar tangos, con su voz ronca que le venía tan bien al género… su música popular favorita desde antes de su exilio en Buenos Aires… Para el matrimonio de una amiga común, le pidieron que cantara algún tango y ella, sin hacerse mucho de rogar interpretó a capella una “Muñeca brava” que quedó para siempre en la memoria de ese grupo. Desde entonces muchos la bautizaron como “la muñeca brava”. Que también lo fue para el periodismo.

Extensa trayectoria

Dirigió el semanario Siete Días en la empresa Zig-Zag y, posteriormente, el matutino Fortín Mapocho, un diario opositor bajo la dictadura militar. Pero antes y entremedio, fue reportera y redactora de La Tercera de la Hora (donde se inició), el semanario Flash y el vespertino La Segunda.

Estudió en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile (hoy Facultad de la Comunicación y la Imagen) en el quinto curso de la novel institución donde pronto destacó por su inteligencia, agudeza y locuacidad. Era el alma de todos los recreos del flamante edificio de calle Los Aromos (Ñuñoa), siempre rodeada por compañeros y compañeras en los pasillos o en la cafetería, que disfrutaban con su entretenida conversa y chacoteo.

Eran los tiempos de grandes directores como Ernesto Montenegro, Ramón Cortés, Mario Planet… Los favoritos de Irene eran los dos últimos. El segundo, veterano periodista que sobresalía por su carácter de hombre duro y el vozarrón con que nos llamaba sus “queridos guanacos”. “Era un gran papá – recordaba Irene -, un caudillo que nos “guanaqueaba”, nos regaloneaba, nos introducía en un mundo mágico, salíamos a pasear, a comer, a tomar con él. Yo lo quería muchísimo…”

Su llegada y salida en la televisión fue en Canal 9 de la Universidad de Chile, su Alma Mater. Se inició en este medio en 1967, año en que ganó el Premio Lenka Franulic a la mejor periodista, junto con otro del Taller de los 60 de la prestigiosa Casa de las Américas. Salió tras el golpe cívico-militar de 1973, refugiándose en Argentina, donde tenía un hermano y varias sobrinas.

Exilio en Buenos Aires

En Buenos Aires era una reina. Conocía los mejores lugares para pasear, comer o tomar un trago. Uno de sus favoritos era el Unión Bar, barrio San Telmo, donde se escuchaba la “canción de Buenos Aires”, el tango.

Durante su exilio en esa ciudad escribió en el diario La Calle y luego fue secretaria-asistente de Jacobo Timmerman, director del prestigioso diario La Opinión, donde afirmaba haber tenido una gran escuela. También debió salir de ahí cuando la dictadura militar se endureció y secuestraron a su jefe…

Irene nació en Alemania como Irene Bluthenthal Geis. Se nacionalizó chilena en cuanto sus pies pisaron nuestro suelo. Cuando comenzó su brillante carrera, un día decidió suprimir el apellido del padre para honrar solo a la madre: Gertie Geis, una alemana muy sociable que compartía con sus amigos y la acompañaba durante sus veraneos en Isla Negra.

Era apasionada en todo. En política, en tiempos de la Unidad Popular, abrazó el MAPU. También en el amor. Se casó una sola vez, con Antonio Varas, de quien bromeábamos por su nombre igual al de un ex Presidente chileno. No tuvieron hijos y se separaron al poco tiempo. Pero vivía enamorada… Recordamos algunos de sus romances – soñados o reales – con el músico Sergio Ortega, el periodista Eduardo Olivares (hoy en Francia), con Carlos Toro, que fue director de Investigaciones (hoy PDI) y tiempo después, con su hermano Juan Claudio. Algo de sus penas de amor escribió en su segundo libro Copa de Vinagre. El último fue De La Guerra (2015), una especie de ensayo sobre la tortura.

Viaje a Alemania

Como la situación en Chile no mejoraba, en 1977 partió a su Alemania natal donde pasó algunos meses “dando bote”, decía. Desde que volvió, ese mismo año, lamentó lo que le costó retomar su carrera. “Aparecía en todas las listas negras. Todas las puertas estaban cerradas. Incluso tomé un curso de cosmetología,… pero – aclara – nunca llegué a ejercer…”

Pero aquí no se la había olvidado. Comenzaron a llegarle ofertas. Primero de la revista Clan, para años después ser la redactora política de revista Análisis. Simultáneamente fue corresponsal del diario italiano Il Manifesto y de La Razón de Buenos Aires. Ese año publicó su primer libro Exiliario, con cuentos de experiencias en el destierro.

Se arriesgó como copropietaria de la revista sobre artes Pluma y Pincel. “Al año quebramos”, cuenta. Entonces la llamaron del matutino Fortín Mapocho, donde terminó como directora. “Fue una experiencia horrenda”, dice. “El nuevo periodismo post-dictatorial no tenía nada que ver conmigo ni con lo que yo había estudiado…”

Posteriormente dirigiría dos escuelas de Periodismo: la de la Universidad de Concepción y de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano en Santiago. También fue jefa de carrera en la Escuela de Periodismo de la Universidad Bolivariana. Pero su paso como estudiante en la de la “U” no la cambiaba por nada: ”Toda la atmósfera de la Escuela era como era Chile, una época amable (fines de la década del 50). La política no era odiosa, se vivía en forma moderada…”

Entre sus grandes amores están el periodismo y la casa donde lo aprendió: la Universidad de Chile. “Para mí – escribió en Vendedores de Sol, 1994 – la palabra Universidad de Chile es emocionante, amo a su club deportivo (soy socia desde los cinco años), a la Casa Central, a sus rectores, a su piscina, etc…” Así como lamentaba que el Chile al que volvió de su exilio no era ya el mismo.

Afortunadamente, pudo festejar aquí el regreso a la democracia. Una de sus últimas tareas antes de retirarse en su acogedora casa de La Reina, fue como periodista de La Nación, en 1990.

Irene, muñeca brava: tus amig@s, compañer@s y colegas que quedamos aquí, te extrañaremos y mucho.

3 COMENTARIOS

  1. Precioso texto, querida Lidia.
    ¡Que bueno haber sabido más de Irene en lo personal!
    ¡Qué hermosa persona y gran periodista!!
    Gracias por esta semblanza y reconocimiento y,
    conocerla un poco a través de tus palabras.

  2. Magnifico relato de Irene, sus quehaceres y sus tangos. De pasiones intensas en la politica, en el periodismo y en la vida. Un abrazo a quienes la lloran como la ídola que fue!!!
    Oriana Zorrilla

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