Doctora en Ciencias Políticas, profesora emérita de la Facultad de Long Island University en Nueva York y colaboradora del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA), Usach.
Conocí a Joan Jara en 2011 cuando vine a Chile para empezar mi proyecto de investigación sobre la Nueva Canción chilena. Nos encontramos en la antigua sede de la Fundación Víctor Jara, en Plaza Brasil. El mismo lugar donde ayer ocurrió su multitudinario velorio. Joan era una figura tremendamente querida en Chile y en otros partes del mundo: por su compromiso con la justicia y contra la impunidad, por su creatividad y sus contribuciones a la vida cultural de Chile y por su dedicación a mantener vivo el legado de Víctor. Quería que Víctor fuera recordado no por su terrible asesinato, sino por su vida, su música, su compromiso político, sus canciones originales y su profunda humanidad. “Nunca olvidó sus raíces campesinas,” me dijo Joan, “compuso canciones sobre las vidas de los más humildes de su país”. Víctor era, y es, un representante emblemático de la Nueva Canción, con su música inspiradora y su poder de convocatoria, y al mismo tiempo era un comunista dedicado al pueblo.
Joan falleció el domingo, 12 de noviembre de 2023, 50 años después del cruel asesinato de su esposo, Víctor Jara, en el Estadio Chile. Después de encontrar y sepultar semi-clandestinamente su cuerpo, gracias a un compañero que lo encontró en la morgue, Joan escapó de Chile con sus dos pequeñas hijas, con la asistencia de la embajada británica. Pero Joan nunca dejó la lucha por identificar a los asesinos y exponer al mundo el horror de la represión de la dictadura en Chile. Viajaba con Inti-Illimani y Quilapayún para participar en conciertos y actos enormes en todo el mundo, explicando lo que estaba pasando en Chile. Así promovieron muchas condenas de la dictadura en muchos países. Siempre afirmó que no luchaba solamente por Víctor, lo hacía por todos los chilenos desaparecidos, torturados y asesinados.
Como peculiar coincidencia, uno de los ex militares procesados por la tortura y asesinato de Víctor Jara y Littré Quiroga– Pedro Barrientos– finalmente será extraditado desde EE.UU. el 28 de este mes, para ser juzgado en Chile. Su ciudadanía estadounidense fue revocada este año, por mentiras en su solicitud. Los otros ex militares Edwin Dimter, Ernesto Bethke, Raúl Jofré y Rolando Melo ya están presos; Nelson Haase Mazzei y Juan Jara Quintana están prófugos (según el abogado experto Francisco Bustos).
Cuando conocí a Joan recuerdo que cruzamos la calle frente a la Fundación para sentarnos en la plaza, porque había sol y un poco de calor. Me impresionó ver que varias personas que pasaban reconocieron a Joan y se pararon para darle un abrazo o intercambiar algunas palabras. Había mucho cariño y aprecio por ella. Joan dedicó muchos años a enseñar el baile y la danza a jóvenes chilenos y chilenas en barrios populares. Durante la Unidad Popular fue a las poblaciones con otros para formar bailarines y profesores de danza. Enseñó a la gente la manera de crear sus propias coreografías y obras de teatro. En este periodo Joan se daba cuenta de que se requería tanto adiestramiento físico como alimentación adecuada: muchos de los nuevos estudiantes sufrían síntomas de desnutrición y debió apoyarles.
Joan continuó este trabajo cultural cuando volvió a Chile a mediados de los 80, impartiendo talleres y clases de danza. Fundó con Patricio Bunster, su matrimonio antes de Víctor, el Centro de Danza Espiral en 1985, una academia de danza popular. Hoy día la sede de la Compañía de Danza Espiral está en barrio Brasil, en el lugar donde estaba la Fundación Víctor Jara. En 2009 Joan recibió la nacionalidad chilena por su aporte a la cultura chilena.
Canto libre
Con el fin de la dictadura, Joan Jara y un grupo de amigos querían espantar el horror del Estadio Chile y al mismo tiempo recordar a Víctor y las otras víctimas. En 1991 organizaron un emotivo acto en el Estadio Chile que se llamó «Canto Libre: Jornadas de Purificación del Estadio Chile». Cientos de artistas y otras personas vinieron, para limpiar el Estadio, pintar las paredes con murales coloridos y participar en el acto cultural. Joan me explicó que la formación de la Fundación Víctor Jara tuvo sus raíces en “La Purificación del Estadio”. Ella decidió continuar ese proceso de limpiar y sanar las heridas de la dictadura en la sociedad, promover los derechos humanos y la justicia, y honrar a Víctor Jara. La Fundación Víctor Jara, dedicada a su memoria y a proyectos para fomentar la cultura popular, empezó a funcionar en 1993.
Joan, con sus hijas Manuela y Amanda, la Fundación Víctor Jara y muchas personas colaboradoras lucharon por décadas por rescatar y reorientar el Estadio Chile como un centro de la cultura y las artes al igual que de deportes. Iniciaron una campaña para cambiar el nombre del Estadio Chile y transformarlo en una gran sede cultural, un centro para recopilar, preservar y difundir el patrimonio musical de Chile e impulsar el movimiento cultural chileno. En 2003, gracias a sus esfuerzos, el Estadio finalmente fue renombrado Estadio Víctor Jara y en 2009 fue declarado monumento nacional.
En 2013 Joan y sus hijas iniciaron una demanda civil (no criminal) en EE.UU. contra Pedro Barrientos, que había vivido allá desde el fin de la dictadura. El juicio fue un vehículo para iluminar sobre lo que había pasado en el Estadio Chile después del golpe y el rol de militares específicos. La demanda acusó a Barrientos de detención arbitraria; tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes; ejecuciones extrajudiciales; crímenes de lesa humanidad en virtud de Alien Tort Statute [la Ley de Agravios a Extranjeros]; y de tortura y ejecuciones extrajudiciales en virtud de Torture Victim Protection Act [la Ley de Protección de las Víctimas de la Tortura]. Por la primera vez, Barrientos tuvo que enfrentar testigos y familiares de Víctor Jara en una corte de justicia. Negó todo. Pero Barrientos finalmente fue encontrado responsable (“liable” en inglés) de la tortura y la ejecución de Víctor Jara. Fue sentenciado a pagar una suma millonaria a la familia. Nunca pagó nada. Sin embargo, fue un paso sumamente importante en la lucha contra la impunidad.
Mis múltiples entrevistas y conversaciones con Joan, con sus recuerdos personales y analíticos sobre la época de la UP, la dictadura y el caso judicial sobre el asesinato de Víctor, fueron muy importantes para mi libro y varios artículos. El libro de Joan sobre la época, Víctor: Un canto inconcluso, es valioso y perceptivo también. Escribió sobre los 1960 en Chile, por ejemplo: “Se produjo un increíble surgimiento de actividad creativa en personas que antes nunca habían sido animadas a expresarse, en una época en que la radio y la televisión solían transformar a todos en espectadores pasivos. El movimiento de la canción era mucho más que un núcleo de artistas famosos: se hubiera dicho que todo el pueblo había aprendido a cantar”. Recuerdo que me explicó en 2014 como era Chile cuando regresó del Reino Unido, después de su exilio de Chile que comenzó en 1973. “El país era diferente, sí, pero si rascabas la superficie, el viejo Chile seguía ahí» me dijo. “Pero también, producto de la represión, la gente ya no se hablaba, dominó el miedo”. Después de su regreso, Joan se comprometió a combatir este miedo y sanar los horrores de la dictadura, para dar un poco de paz a las familias y sobrevivientes.
La asistencia masiva en el velorio del 13 de noviembre mostró el enorme significado de Joan en la consciencia chilena. Junto con su querido y celebrado esposo Víctor, Joan Jara vivirá en la memoria de este país, donde todavía hay mucha gente inspirada por los valores de solidaridad, resiliencia, igualdad y justicia social.
