Periodista.
Más de dos décadas de existencia tiene la Fundación Margen, 21 años que las trabajadoras sexuales están organizadas en Chile para exigir el respeto a sus derechos y el fin de las discriminaciones históricas que las afectan. Pese al tiempo, todavía deben pedir a los medios de comunicación algo tan básico: ser nombradas como lo que son, “trabajadoras sexuales”, no prostitutas u otros calificativos estigmatizantes.
Lo han explicado en entrevistas, manifestado en movilizaciones, e incluso cuentan con una “Guía para el Abordaje Periodístico del Trabajo Sexual y las Trabajadoras Sexuales”, confeccionada por la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe, REDTRASEX, de la que Fundación Margen es integrante, pero aún esperan un cambio positivo por parte de los medios.
Por esto, decidieron invitar a periodistas a un encuentro educativo inédito, donde se discutió cara a cara sobre la influencia de los medios de comunicación en la mirada que existe en la sociedad sobre el trabajo sexual.
Herminda González, coordinadora nacional e integrante del directorio de REDTRASEX, repasa la historia de lucha política y social de la Fundación Margen desde los 90: “llegaban los militares y allanaban los locales, los cerraban y ahí nos quedábamos porque estaba el toque de queda. Había mucha negación de derechos, a las compañeras se les violaba, se les extorsionaba cuando no tenían el carné de sanidad porque entonces se exigía. Era tanta la represión y el abuso que nos planteamos formar una organización, pero como en esos tiempos no le podíamos poner de trabajadoras sexuales porque no todas nos visibilizamos aún, le pusimos Asociación pro Derechos de la Mujer, Angela Lina, en memoria de una trabajadora sexual asesinada por un cliente el año 1993”.
Agrega que en 1997 participaron en Costa Rica del Primer Encuentro Latinoamericano de Trabajadoras Sexuales, instancia en la que nace REDTRASEX y donde se acuñó ese término: “había una diversidad de mujeres con una realidad similar a la nuestra, en todos los países existía abuso de poder, malos tratos en centros de salud sexual, y ahí llegamos al consenso de que nos queríamos llamar trabajadoras sexuales, puesto que puta, ramera, eran tan estigmatizantes y nuestros hijos cargaban con el dolor de ese trato”, señala Herminda.
Trabajadoras sexuales, no prostitutas
El utilizar la definición de “trabajadoras sexuales”, que reconoce sus derechos humanos y laborales y las libera de la carga peyorativa de otras denominaciones como prostituta, es una de las exigencias que la Fundación Margen hace a los medios, junto con enfatizar que quienes tienen la importante misión de generar contenidos que inciden en las representaciones sociales, políticas y culturales conozcan la realidad del trabajo sexual.
“A profesionales que me piden entrevistas yo les sugiero leer la guía de REDTRASEX, que está disponible de manera gratuita en la página web de la red, pero muchas veces no lo hacen, no hay interés, se nota cuando una ve los resultados de los materiales que generan, ya sean escritos, televisivos u otros”, dice Vesania, una de las expositoras en el taller y que forma parte del grupo de jóvenes que, en los últimos años, se han sumado a la Fundación Margen.
Para ella, este desinterés de los trabajadores de las comunicaciones lleva a que se perpetúen prejuicios- “Sabemos que ya existe en el imaginario colectivo una idea de lo que es el trabajo sexual, lo hemos visto en películas, en teleseries, la cultura se ha encargado de reproducir estereotipos que no siempre nos representan, porque pensemos de quiénes vienen esos discursos. En general, todos los poetas, los escritores que escribieron sobre las putas eran principalmente clientes, hombres, con estudios, entonces todo ese imaginario nunca vino de nosotras mismas, es un avance poder estar acá con un discurso desde nuestra propias voces”, afirma.
Sobre la asociación que se hace entre trabajo sexual y enfermedades de transmisión sexual, incluso tildándolas de “foco de infección”, explican que ellas han disminuido la prevalencia de VIH. Muchas son monitoras en prevención y para hacer educación entre pares tienen una guía de cómo debería tratar el personal de salud a las trabajadoras sexuales en los controles de salud sexual y, además, constantemente realizan campañas preventivas. “El foco de infección no somos nosotras, borremos ese estigma, somos las que más nos cuidamos, el condón masculino y hoy el femenino son parte de nuestras herramientas de trabajo, porque sabemos que nos protege”, enfatiza Herminda.
Vesania, por su parte, informa que los test rápidos que hicieron este año arrojaron que ninguna de las integrantes de la organización resultó vivir con VIH, por lo que les molesta “que todavía, incluso en programas de gobierno, nos siguen poniendo como población de riesgo”.
Mito de la criminalidad y la explotación
Las trabajadoras lamentan que debido a la desinformación exista una tendencia a vincularlas con delincuencia, tráfico de drogas, trata de personas y explotación sexual infantil. A pesar que el trabajo sexual en Chile no es considerado un delito, de igual forma son discriminadas, estigmatizadas, perseguidas, viven violencia, abusos y hostigamiento.
“Nosotras observamos qué nos entrega Google si buscamos prostitución y aparecen casos de drogas, delincuencia, explotación infantil, todo menos en lo que realmente nos desempeñamos, porque esas son situaciones que no forman parte del trabajo que realizamos”, dice Vesania y agrega que “también muchas veces se nos vincula al desorden público, aparecen los vecinos pidiendo que nos saquen de los barrios, pero nosotras también somos vecinas, ciudadanas, nos dedicamos a muchas otras cosas y vivimos en todas las comunas de Santiago. No estamos solamente en 10 de julio o Plaza de Armas”.
Para la activista, el arruinar la imagen de las trabajadoras sexuales es una estrategia política. “Sabemos que no es al azar el que nos mezclen con el tema de la explotación sexual de niños y niñas, que no es trabajo sexual, es explotación”.
Lo mismo ocurre con la trata de personas, “que es un problema real a nivel mundial, pero si lo mezclamos con las trabajadoras sexuales, entorpecemos el poder solucionar el tema de las personas que contra su voluntad se encuentran en una situación de explotación. No debemos confundir trata con trabajo sexual, los recursos del Estado destinados a combatir el tráfico de personas terminan siendo mal utilizados porque nos empiezan a perseguir a nosotras en vez de perseguir a los proxenetas que están explotando personas y nos deja a todas como víctimas, como si todas estuviéramos en una situación de explotación cuando no es así”.
Similar opinión plantea Pamela, trabajadora sexual que creó la primera comunidad virtual en Chile de feministas pro trabajo sexual, quien pide que en los medios se reconozca el trabajo sexual como trabajo. “No víctima de nadie, no que me vi obligada porque no me alcanzó para hacer otra cosa, no toda la historia trágica detrás que les encanta poner, porque como que se acepta más si está esa historia triste detrás, algunas personas quieren hacer este trabajo y no por eso voy a tener que sentirme victimizada o estigmatizada”.
Tanto las activistas mayores, las ya retiradas, como las más jóvenes que se desempeñan en distintos formatos, como el virtual, concuerdan que el desafío es la regulación del trabajo sexual, y esperan que cumpliendo con su responsabilidad social, los medios de comunicación aporten en visibilizar esta urgente necesidad. “Se dice vamos a regular el problema, pero como en la sociedad estamos instaladas como si nosotras fuéramos el problema, se piensa que hay que regularlas a ellas. Por eso, se dan ideas como: vamos a anotarlas, moverlas de lugar, darles una credencial, que el gobierno tenga un registro de todas, pero lo que queremos instalar es que el problema no está en las trabajadoras sexuales sino en el proxenetismo y en el hecho de que estemos en situaciones de explotación laboral. Muchas veces pensamos que las que más sufren son las que trabajan en la calle, que están más expuestas, pero la verdad es que hay locales donde se quedan con mucho porcentaje de las ganancias”, hasta el 50 o 70 por ciento aseguran.
Para Isidora Grismalva, en la discusión sobre la imagen que proyectan los medios sobre el trabajo sexual es relevante cuestionar el sexismo. “Hay que partir por superar la misoginia en los medios, que es clave para entender el tratamiento para con todas las mujeres y, desde ahí, abordar el trabajo sexual, entender que es un trabajo, que no es algo que deba ser estigmatizado, no somos malas mujeres por hacerlo”.
Añade que el debate abarca más allá que el trabajo de las y los profesionales de las comunicaciones. “Siento que hay que vencer muchas cosas a nivel país, superar temas tanto de educación sexual, violencia, de violencia obstétrica, abandonar la represión, la moralidad, es básico no criminalizar el trabajo sexual, que es trabajo y por lo mismo no es azaroso que hayamos llegado acá. En la libertad de escoger lo que quiero hacer con mi vida, elegí ser trabajadora sexual y no por eso soy ignorante o no tuve suficiente educación, porque de ahí viene el eres puta, no te alcanzó para más. Estudié periodismo y eso no quiere decir que me voy a dedicar al periodismo exclusivamente, pues hay muchas chicas que son trabajadoras sexuales y también universitarias. No por nuestro trabajo tenemos que vernos invalidadas o infantilizadas por los medios”, sentencia.
Entre las recomendaciones de la “Guía para el Abordaje Periodístico del Trabajo Sexual y las Trabajadoras Sexuales”, aparecen el promover el interés y la información y no el morbo, evitar la banalización, incorporar perspectiva de género, elementos que hace tiempo son exigencias que hacen las audiencias a los medios de comunicación al momento de informar no sólo sobre trabajo sexual, también en temas como violencia contra las mujeres, disidencia sexual y muchos otros, además de pedir la opinión y solicitar los testimonios de las trabajadoras sexuales, preguntarle siempre por su voluntad de ser filmadas o fotografiadas e informar sobre la legislación o la situación normativa al noticiar un hecho vinculado al trabajo sexual, entre otros.
La guía completa se encuentra en https://drive.google.com/file/d/1WvVTnb_Enh0olOVie1wEP3QOhxgHEl4V/view
