25 de Octubre 2020: Un Día Psicológicamente Emblemático

Patricia Collyer

Periodista y Psicóloga.

La broma de un hombre en la fila de un recinto de votación de Santiago fue decidora. Luego que alguien preguntara respecto del largo de la cola con un  “¿aquí termina?”, su respuesta fue “¡no, aquí recién comienza!».

Y es así. Este domingo 25 de octubre representó el fin de una era –que tuvo tiempos de horror y tiempos de esperanza- que nunca más volverá y el comienzo de un proceso que nunca habíamos vivido en nuestra historia patria. Un proceso que se gestó con un puñado de adolescentes saltando un torniquete y que dio como resultado la movilización ciudadana más grande surgida en Chile desde la vuelta a la democracia y, tras ello, el logro de un Plebiscito para cambiar la añeja y antidemocrática Constitución de Pinochet.

Pese a los malos augurios, pese a la pandemia, pese a su postergación, pese a todas las señales en contra, este inédito proceso de cambio se materializó este domingo 25 de octubre. Y lo hizo de una manera sorpresiva y bella. Con millones de personas en la calle, buscando expresar su sentir, sus ansias de gritar un basta y hacer cambios decisivos y significativos en nuestra forma de vida. Y –lo más impactante- con cientos de miles de jóvenes movilizándose en sus bicicletas, en micros, a pie, copando los locales de votación, haciendo colas de horas a pleno sol. Por fin con un motivo suficiente para sacarlos del no estar “ni ahí” y partir deseosos a sumarse a la votación y al triunfo del Apruebo y de la Convención Constitucional.

Escenas que también repitieron los chilenos que viven en el extranjero, que en países como Francia, triplicaron la cantidad de votantes y que entregaron  auspiciosos y madrugadores porcentajes, como el 93% para el Apruebo por parte de los compatriotas en Nueva Zelandia. Allí hubo jóvenes que en lugar de carretear, cruzaron la isla de extremo a extremo, en un viaje de casi 10 horas, para llegar a Wellington a votar.

Por ello hablamos que este domingo 25 de octubre fue un día psicológicamente emblemático. Marcó un antes y un después. Marco el inicio de una era que sí está pariendo un corazón. El corazón de millones de chilenos que hace mucho soñaban y esperaban la justicia, la verdad, la equidad. Un cambio de raíz, un cambio que arrancar de cuajo los dictámenes y designios de una Constitución hecha sin corazón, hecha con la calculadora, pensando en el bolsillo de muy pocos y la explotación de miles, en la ganancia de muy pocos y en la sangre, el sudor y las lágrimas de millones.

Este domingo 25 de octubre nos quedará grabado a fuego porque nos ha hecho levitar el alma, nos ha hecho volver a confiar y a creer en que sí puede ser verdad que otro mundo es posible. Es un día que dividirá nuestras vidas entre la aceptación y el descreimiento y la esperanza y el optimismo.

Como dijeron algunos, un día en el que guardaremos ese lápiz BIC con el que marcamos el voto del Apruebo como un trofeo porque es el arma que nos dio el triunfo en una antigua, larga y ansiada batalla. Un día del que haremos recuerdos y rememoraremos sus detalles ante nuestros nietos.

Un día en que nos dimos cuenta que somos un país pacífico, hermoso, consciente y comprometido, cuando hay que serlo. La chica de 17 años -aun sin derecho a voto- regalando lápices a pasta en las afueras del Estadio nacional a quienes olvidaron ese implemento crucial, es una prueba palpable de aquello.

Hay hechos y fechas emblemáticos para los pueblos porque representan la posibilidad incesante de la vida, del cambio inherente a los seres humanos, la imposibilidad de vivir eternamente en aguas estancadas, la fuerza brutal de las ideas, la fuerza infinita de  los sueños, lo que nos recuerda una y otra vez que la historia se cambia gracias a esos hechos y no producto de la violencia irracional y sin norte.