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Confianza

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Los momentos presentes, lamentablemente, no están vinculados a la confianza. De hecho, ronda en cada quehacer diario, algún grado de lo contrario.

Todo ha ido quedando en la lupa del escrutinio, con pocas alegrías y más bien la angustia ronda en los pasillos. No es casual recordar con alegría a H. Maturana indicando que: “El sufrimiento del hombre no se debe a la falta de certidumbres, sino a la falta de confianza”.

A la luz de las palabras de Maturana, podemos decir que, para construir una relación, se requiere franqueza entre las partes, sinceridad y comunicación. Lo que podría ser aplicado en el diario vivir en valores como el respecto y honestidad; más aún pensando en futuro, en la construcción de proyectos de vida en común.

Sí, a cada paso del diario vivir, la comunicación se sustenta en juzgar al otro, por mucha expresión de sinceridad u honestidad que se busque entregar, incluidas las disculpas posteriores; el resultado decantará en desconfianza. Se avanzará en traquetear, lo que se hubiese construido.

Todos queremos mejorar las condiciones de vida, todos soñamos con tranquilidad, respeto, alegría y amar a quien nos saluda al despertar, con un beso. Por ello, para avanzar se requiere confiar más allá de las certitudes, que hemos construido. Sin confianza buscaremos controlar lo nuevo, pero podemos terminar repitiendo los errores del pasado, exponiendo las decisiones a los temores pasados e impidiendo creer en lo nuevo.

La discusión presente se basa en juicios, en discernimientos cargados de expresiones valóricas que terminan denostando al otro, generando un proceso que no decanta en la construcción de confianza o soluciones, sino más bien en la anulación del otro(a).

La necesidad individual de logros propios y, además como actualmente, de respuestas inmediatas, no consiguen coexistir en gran parte de la sociedad chilena, con valores como el expuesto. Por ello lo diverso de éste mundo nacional, se vincula con lo polisémico del concepto confianza. Basta ver en la calle a las personas inmersas en mundos propios o ajenos, por medios electrónicos y distantes del mundo real que nos rodea. Ávidos de comunicación, pero a distancia, de priorizar sus instrumentos tecnológicos, pero huraños de sus emociones y de su entorno. Antes esto, ¿cómo es posible valorar el trabajo de otro?, sino no estoy interesado, conozco o valoro su quehacer, si respondo emocionalmente, ha hechos de un presente y no conjugo con una historia de vida. Si solo observo a distancia acciones aisladas y que, rodeado de un aura de desconfianza social, construyen una nube negra, en las acepciones propias, respecto de un otro.

Por estos días se ha instalado un velo de duda sobre instituciones de la sociedad civil, como son las fundaciones. Desde siempre ha habido instituciones buenas, regulares u otras que no logran funcionar adecuadamente. Desde hace años que la fiscalización y control, se ha hecho distante. Las instituciones públicas se han distanciado del rol fiscalizador, más bien se ha tomado una posición expos a los hechos.

Pero existen espacios donde la confianza retoma su valor, por ejemplo, es sabido que llevan varios años las universidades siendo valoradas con altos grados de confianza pública, por su rol y aportes, así como las FF.AA. y carabineros. Pero existieron otros tiempos, en los que no se les miraba con la misma valoración, donde la desconfianza se apoderaba de la ciudadanía y más bien existía temor, ante su presencia.

En particular, en el 2022 la UC y otras entidades, destacaron a personas de 75 años o más que, con su experiencia, conocimiento y entrega, contribuyen al desarrollo del país y lideran cambios sociales. Ahí está nuestra incomparable Cecilia Pantoja Levi, y muchas otras mujeres pertenecientes a mundos sociales, que no siempre están en primer plano y que han aportado al país. Pero en particular el actual Ministro de Vivienda, Carlos Montes, que también ostenta el reconocimiento. Lo destacable, entre otros aspectos, es que Montes, es una reconocida persona del mundo político. Se suma a este reconocimiento al sacerdote católico Alejandro Goic Kármelic. Ambos, pertenecientes a espacios cuya confianza social es menor, según las encuestas. Ellos y tantas otras personas, de mundos que son objeto de crítica y desconfianza permanente, no son la excepción: son la regla. Son las personas que logran construir una sociedad con valores, con ejemplos y consecuencia. Son personas confiables, cuya experiencia es un valor que merece respecto por su honestidad y trayectoria.

Para ser honesto, confiar considera un riesgo, siempre en la confianza cohabita la paradoja de lo mucho que cuesta ganarse la confianza y lo fácil que es perderla.  Pero no puede ser que el aporte de personas por varias décadas al país (por una vida), se quiera borrar.

Lo mejor es que hablamos de personas que responden con acciones concretas, a lo largo del tiempo, respecto de sus conductas y actuaciones, personas a las cuales la sociedad puede reconocer por ser confiables.

 

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