Guillermo Williamson Castro, Doctor en Educación y Académico Universidad de La Frontera.
El año 1992 se planteó como uno de los problemas principales de la educación, heredados de la dictadura cívico-militar de derecha, el bajo nivel de aprendizaje de los estudiantes en Lenguaje y Matemáticas: el estado asumió con decisión la solución. Los programas educacionales de los gobiernos de transición democrática, el Programa de Mejoramiento de la Calidad de la Educación (MECE), como el de Educación Básica y el de las 900 Escuelas, enfatizaron estas dos mismas disciplinas, sólo que articuladas: por ejemplo, en el MECE/Rural se integraban las matemáticas con ciencias de la naturaleza y el lenguaje con ciencias sociales. Hoy, 30 años después, continúa el mismo debate y problema a partir de los resultados del SIMCE 2022 en 4° de Educación Básica y II Enseñanza Media.
Expertos hacen extensas declaraciones en medios de comunicación reiterando que este es un problema de la educación y dan soluciones del tipo: para aprender a leer hay que leer comprensivamente y nosotros estamos planteado la solución X en los tres colegios en que trabajamos. Año a año se declara lo mismo. Fundaciones financiadas por el estado y/o por empresarios, ofrecen soluciones a los problemas de lectura de los estudiantes, al parecer, con resultados precarios. El estado se suma o debate lo mismo y define ejes de acción,
Pero el problema principal sigue siendo el fracaso del modelo educacional instalado en 1981, consolidado el 10 de marzo de 1990 e impermeable a las tentativas de corrección que hicieron los gobiernos concertacionistas, que contra-corrigieron los de derecha y que hoy parece ya estar consolidado en su fracaso: el original y las correcciones.
La cuestión principal del fracaso, a estas alturas de los 50 años de instalación del modelo, ha sido la privatización del estado (por su subsidiaridad) y la mercantilización (por la sustentabilidad en el dinero… estatal).
El estado se ha privatizado. Las principales tareas de formación docente, inicial y continua, acompañamiento curricular, generación de innovaciones curriculares y tecnológicas, producción de textos y materiales, se han entregado a los organismos de Apoyo Técnico Educativo (ATE), consultoras, corporaciones y fundaciones empresariales o religiosas, en el gasto familiar y en el profesional de los docentes. Igual hay ahí un saber técnico muy valioso. El estado ha ido desmantelándose en la acción en los territorios de aprendizaje, limitándose en sus posibilidades de acción, control y apoyo a las comunidades educativas. Su quehacer se intermedia a través de organizaciones privadas, se supone que sin lucro. A varios Servicios Locales de Educación (SLE) les apoya su quehacer de educación pública, organismos privados, alterando el eje central del sentido de esta institucionalidad.
Se han mercantilizado las soluciones: para poder generar cambios se han planteado incentivos monetarios. Los gobiernos democráticos, por la correlación de fuerzas políticas y culturales de la época, tuvieron que negociar dinero para alcanzar soluciones. La Jornada Escolar Completa (aumento de horas de aprendizaje, algo que hoy proponen todos) se promulgó al negociar justicia educacional por capital para infraestructura privada.
Un nuevo fracaso del modelo
Se ha separado el sistema escolar de las comunidades y del desarrollo de los territorios y del país. No se atacan los problemas sólo por sus efectos, sino por sus causas y sus condicionantes. Los efectos: los resultados SIMCE a los que el sector privado y el público, apuestan sus fichas entregadas por el estado. Las causas, no atacadas: el modelo subsidiario y mercantil de la educación, donde el becerro de oro es el dinero, que es el que ordena la oferta y demanda, con consecuencias de desigualdad, segregación, injusticia educacional, abandono y expulsión del sistema, bajos resultados de calidad y equidad. Sus condicionantes: una sociedad, un barrio, una población, una comunidad rural, familias pobres, que no tienen acceso a la la cultura letrada, a los avances de las artes, las ciencias, las matemáticas, los deportes, la buena alimentación, a TV educativa, recreación, arte, educación, ciudadanía, verdad plural. No pueden tener buenos resultados similares a los de las clases medias o altas, quienes viven sobreviviendo, día a día, como les es posible y donde disponer de tiempo para leer, calcular, investigar, dibujar, es un lujo que compite con el trabajo, la droga, el cansancio, el cuidado.
Esto, señores y señoras… ¡no da más!
El Ministerio de Educación, el estado, debe recuperar su rol dominante en la educación pública y particular chilena, con más poder vinculante en sus decisiones, más recursos para apoyar los SLEs y el sector municipal, así como al particular donde no exista otra oferta (p. ej., en zonas rurales o educación de jóvenes y adultos), sea conveniente o un dato de realidad. Esta es una decisión política, conceptual, institucional, que no exige proyectos de ley sino decisión, que no es centralización sino desconcentración a los equipos regionales o SLE, pero con recursos, equipos, poder pedagógico. Hay Secretarías Regionales Ministeriales de Educación (SEREMI) casi sin supervisores para apoyar de modo sistemático, adecuado, técnico, permanente, a las políticas públicas del gobierno, a todas las comunidades educativas, docentes, directivos. Los organismos privados dependen de juegos financieros con las subvenciones, de impuestos a las donaciones, ganar licitaciones o proyectos y, si no cuentan con recursos, deben abandonar los colegios. El estado, el MINEDUC, las Seremis, son permanentes. Deben dignificarse, aumentar y fortalecer sus cuadros profesionales, administrativos y técnicos, para establecer estrategias de largo alcance de solución a los problemas. Los organismos privados, con financiamiento público, directo o indirecto, que generan buenos saberes técnicos, no deben terminarse necesariamente, deben cambiar para apoyar directamente al estado en primer lugar y luego a los colegios según sea la política pública.
Se acabó el tiempo de quejarse, hay que pasar al de buscar nuevas soluciones a través de un Ministerio de Educación más fuerte, desconcentrado, con más acción, con más recursos y más poder efectivo permanente, sin aceptar lo de que el estado es mal administrador: fracasó el modelo privatista. Si cambia, seguro que mejorará la calidad integral de la educación, los resultados de aprendizaje y entraremos en otras nuevas discusiones, más complejas, variadas, prospectivas y enriquecedoras.
