miércoles, abril 17, 2024
OpiniónLlaitul versus Boric

Llaitul versus Boric

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Sería interesante plantearse, respecto del conflicto en La Araucanía, dialogar primero con los que no quieren hacerlo.

A mi juicio, es falsa la postura de que no se dialoga con violentistas o con quienes están en una actitud beligerante. Es clásica la postura de “mientras se mantenga la violencia no habrá diálogo”.

La lógica señala que para que exista paz que ayude al diálogo, hay que hablar primero con los que no quieren, con quienes se niegan a la paz, con aquellos que inducen los escenarios de violencia y que la usan como argumento. La ruptura de esa lógica de ganador-perdedor, en el caso de haber prevalecido, habría impedido la solución de los conflictos con el Real Irish Republican Army (IRA) en Irlanda del Norte, o con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En plena guerra de Vietnam, ambos gobiernos dialogaban en París. No hubo avance pues EE.UU. pedía soluciones imposibles e inaceptables, además de no comprender nunca la cultura y las formas de vida y lucha del pueblo vietnamita y tuvo que escapar derrotado.

Si mi postura es derrotarlos primero y hablar después, estoy perdido. Eso le pasó a Piñera. Creó un grupo de comandos para derrotar a los weichafes en su propio territorio. Ya sabemos lo que pasó y que hundió el bullado Esfuerzo Araucanía. Obviamente él nunca habría aceptado no ser el ganador o parecerlo y eso lo hizo quedar derrotado. Nunca comprendió las complejidades del escenario en La Araucanía.

Lo mismo le ocurrió a EE.UU. en Colombia. Durante más de treinta años apoyó militarmente a los gobiernos colombianos con lo más refinado en armamento y métodos contraguerrilleros. Nunca triunfó, nunca logró la derrota militar de los insurgentes, lo que finalmente triunfó fue el diálogo.

Parece que Piñera no estaba informado de todo aquello. Nadie se lo dijo o no quiso escuchar.

La esperanza surge con fuerza en el caso del nuevo Presidente Electo Gabriel Boric. El no es un Piñera, incapaz de superar sus terribles deformaciones de personalidad, sino que ha demostrado una voluntad de diálogo, de aprendizaje. sensatez política y comprensión de las complejidades que significa ser gobierno en las condiciones en que lo asume. Entre otras cosas, el escenario de la Araucanía.

Los mapuches que se insurreccionan tienen un objetivo. Nadie emprende la violencia para divertirse. Desean algo, existen aspiraciones que los motivan. Existen otros ámbitos en los cuales esos otros mapuches también tienen aspiraciones y deseos que no requieren violencia para expresarse. No todo es tan simple y comprensible en La Araucanía. La base de las decisiones es tener un conjunto de información suficiente que permita hacer un diagnóstico acertado. Crear un modelo en el cual se visualicen con nitidez qué quieren ellos y qué está dispuesto a conversar el Gobierno. Ese diagnóstico debiera mostrar con claridad que, el tema de la tenencia de la tierra es el factor central. Ese factor emana de las profundidades de la historia del pueblo mapuche y motiva muchas de las acciones de ese pueblo. Si mi voluntad, por los motivos o intereses que sean, es ignorar ese factor en las propuestas de diálogo, éste no prosperará.

Otro factor de gran relevancia es la auto conciencia que los mapuches tienen como pueblo, la plena comprensión de que son diferentes a los chilenos, que su trayectoria histórica circula por carriles distintos y mucho más antiguos que el propio estado chileno y que dichos componentes debieran ser preservados. Si mi voluntad es ignorar su condición de etnia particular y no darles espacio ni territorial ni político, el diálogo no prosperará.

Si pienso que por la naturaleza de las expresiones de violencia, debo emplear drones, carros blindados, armamento de guerra, visores nocturnos, reforzamiento de fuerzas militares, inteligencia táctica de combate, eso significa que mi oponente debe comprender que mi voluntad se enmarca en una lógica nefasta de siempre ganador jamás vencido, que corresponde a un escenario de seguridad nacional que no es el caso. Y se defenderá, intensificará sus operaciones en búsqueda de la derrota del adversario y, por supuesto, luchará con éxito en su propio territorio y entre su propia gente.

Más al fondo, si pienso que la lucha del pueblo mapuche no tiene justificación, que sus demandas no tienen fundamento, que lo que piden es insoportable, que no tienen derechos al margen de las normativas del estado chileno y que lo que hay que hacer es derrotarlos. No habrá solución como no la habido por cientos de años.

Una oportunidad

El gobierno del presidente electo Gabriel Boric, tiene la oportunidad de iniciar un proceso, un curso de acción que se aleje de lo que ya se ha tratado de hacer. Desde la pura y simple entrega de tierras hasta la ridiculez de Piñera al frente de un comando contrainsurgente. Los procesos de diálogo que él puede iniciar, deberían considerar que cruzarán varios gobiernos, que en el suyo se podrá, como mucho, crear condiciones para el inicio de una ruta de solución estratégica que tomará tiempo. Debería alejarse de las pulsiones políticas de mostrarse ganador, solucionador de lo imposible. Quebrar el status quo imperante respecto de la Araucanía no le permite a nadie ser ganador. A lo más, que su gobierno inicie un proyecto con altura de miras, buena fe, pensando en la pacificación negociada en una macrozona martirizada durante tanto tiempo.

La comprensión profunda del juego de intereses, demandas, sueños y esperanzas del pueblo mapuche en la macrozona, es condición insustituible para emprender un camino. Los requerimientos de información para alcanzar esta comprensión son muy altos. Todo el proceso necesitará de acercamientos paulatinos y sucesivos, avances y retrocesos, criterios abiertos a la comprensión, con buena fue, de lo que ese pueblo demanda, la instalación de metodologías de manejo de crisis, paciencia y obtención de inteligencia profunda para alimentar el proceso negociador.

Situar este proceso al margen de la contingencia política inmediata, es indispensable. A este conflicto, que se ha estado alargando en el tiempo no se le puede poner fecha de término. La fecha de término siempre será contraproducente y tendrá más que ver con las ansiedades políticas de los actores que con la maduración, las aceptaciones, los ritmos en la rebaja de las tensiones, en la comprensión de la inutilidad de la violencia pura y simple por ambas partes, quiero decir con la maduración estratégica de las condiciones de acercamiento, del avance en el desarme de voluntades que se pongan a pensar más en el país en que bien lo hice en mi gobierno.

Boric llega con intencionalidades nuevas y otras renovadas desde otra perspectiva. Su decisión de dialogar y ampliar en su gobierno la participación de muchos actores beneficiosos, la ausencia de un formato irreductible y obligatorio, sino la modulación paulatina del manejo de las demandas ciudadanas y de los pueblo originarios, augura un futuro alentador en la solución de aquellos que los medios sibilinamente catalogan como Boric versus Llaitul haciendo una reducción macabra del conflicto.

 

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