Profesor
Los grandes escritores y poetas clásicos parecen viejos, pero son eternamente jóvenes y vigentes, tantísimo más que una súper estrella de la Liga de fútbol europea o un rapero que balbucea rimas. Los temas de la conformación moral y espiritual del hombre de este tiempo de decadencia de las instituciones políticas y morales (como la Iglesia Católica, y acaso algunas iglesias evangélicas, pero por sobre todo de las instituciones políticas del Estado), es la decadencia y descomposición moral del ser humano hipnotizado por el dinero, el deseo de estatus y de aparentar lo que no se es, es decir, la búsqueda desesperada del “éxito en la vida”.
Uno de estos clásicos, fue el gran poeta francés Charles Baudelaire, (1821-1857), en su momento llamado “poeta maldito”, como lo fue jean Arthur Rimbaud con quien generacionalmente no coincidió, aunque sí respecto del cuestionamiento de una estética ya gastada, pero por sobre todo, cuestionamiento de toda una época y una civilización; Baudelaire usó las formas de la poesía parnesiana y romántica que poco después “destruiría” Rimbaud para expresar y mostrar la ruptura del hombre moderno con un ethos sagrado de otras épocas que parecía ya irremediablemente perdido.
Hay un poema que quisiera mostrar y que deja ver dicha preocupación por la condición del hombre (y la mujer) en aquel entonces. ¿Dónde radica, entonces, lo clásico de la poesía de Baudelaire? La respuesta no es única, pero definitivamente sí lo es el tratamiento de los grandes temas y preocupaciones morales, estéticas y hasta políticas del hombre, el mismo siempre, a través de las diversas épocas y culturas: el bien y el mal. La conducta impredecible, el egoísmo, la ambición de poder, el aparentar en vez del ser, etc.
Acompáñenme en la lectura del formidable poema “Al Lector”, publicado en su libro “Las Flores del Mal” (1857), libro que reúne gran parte de la obra de este poeta extraordinario. El lector al cual interpela el poeta es al hombre ilustrado y consciente de sus limitaciones morales, sociales y espirituales, es decir, al hombre común y corriente, y en muchos casos, al “hombre masa” que ya no tiene vida interior.
Poema “Al Lector”
Tómate, amable lector, unos minutos y verás su vigencia y funesta actualidad si lees el poema “Al Lector” dice:
La necedad, el error, el pecado, la tacañería, / ocupan nuestros espíritus y trabajan/nuestros cuerpos/y alimentamos nuestros amables/remordimientos, /como los mendigos nutren su miseria. /
(Los pecados son ciertamente, nuestros yerros, vicios y defectos tenaces) y prosigue el poema:
Nuestros pecados son testarudos, / nuestros arrepentimientos cobardes;/nos hacemos pagar largamente/nuestras confesiones, /y entramos alegremente en el camino cenagoso, / creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas. /
“Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto/que mece largamente nuestro espíritu/encantado/y el rico metal de nuestra voluntad/está todo vaporizado por este sabio químico.
¡Es el Diablo quien manipula los hilos que nos mueven! /a los objetos repugnantes les/encontramos atractivos;/cada día hacia el Infierno/descendemos un paso, /sin horror hacia las tinieblas que hieden/
Cual libertino pobre que besa y muerde/el seno martirizado de una vieja/ramera, /robamos, al pasar, un placer/clandestino/que exprimimos bien fuerte cual añeja naranja/
Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos/en nuestros cerebros bulle un pueblo/de demonios, /y cuando respiramos, la muerte a los pulmones desciende, río invisible, con sordas quejas. /
Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio/todavía no han bordado con sus placenteros diseños el canevás banal de nuestros tristes destinos, /es porque nuestra alma, ¡ah! No es bastante osada/
Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos, / los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes/los monstruos chillones, aullantes, gruñones rampantes/en la jaula infame de nuestros vicios, /
¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo! /si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos/haría complacido de la Tierra un despojo/ y en un bostezo tragaría el mundo:/ ¡Es el Tedio!, los ojos preñados de involuntario llanto,/sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,/tú conoces, lector, este monstruo delicado,/-hipócrita lector-, mi semejante, mi hermano.
He aquí este extraordinario poema, anticipo de lo que vendría a posteriori en la historia contemporánea.
