Periodista y Psicóloga.
Si hace 34 años, se pudo, ¿por qué ahora no? Si tuvimos que enfrentar al aparato comunicacional de una de las más feroces dictaduras de la historia latinoamericana, y logramos convencer y vencer, ¿por qué ahora no? Si la estrategia del “miente, miente, que algo queda…” la conocemos de memoria, ¿por qué nos va a derrotar esta vez? Para la campaña presidencial de Boric vivimos el terror llevado a límites y arrasamos, ¿Por qué ahora no?
Debemos confiar. Es lo mismo de siempre. Cuando los dueños del poder ven en real peligro su feudo histórico, no se amilanan. Van con todo. Con todo el poder del dinero. Con todo su poder factico. Con todas sus artimañas y armas sucias. No trepidan en nada. Arremeten como un camión sin frenos frente a una muchedumbre. Eso lo sabemos. Lo hemos vivido una y otra vez en la historia.
No debemos dudar ni temer en estos últimos 10 días…La fuerza de la verdad está con nosotros. La fuerza de la mentira creen tenerla ellos. Hablan en nombre del “amor” y nos acusan de odiar y ser odiosos. Ellos dan “abrazos gratis” en las calles y nosotros solo sabemos gritar. Pero, ellos saben que eso es mentira. Lo saben, e igual, lo utilizan paras captar incautos.
Porque ellos saben que no es amor detener, torturar y hacer desaparecer a personas. Que nos es amor inventar sistemas para hacerse de los bienes de la inmensa mayoría de sus compatriotas. Que las AFP, las Isapres, la educación municipalizada, entre otros bienes inventados para ganar más dinero, no fueron obra del amor sino de la codicia. Que “amor” -obligado si- fue dejar a los uniformados, que los ayudaron a perpetrar el golpe de Estado, con el sistema de previsión antiguo y no obligarlos a entrar al nuevo, que ha dejado a miles de chilenos con pensiones miserables.
No fue tampoco amor impedir a miles de chilenos volver a su país y plantarles una fatídica L en sus pasaportes. No fue amor obligarlos a criar a sus hijos en países extranjeros, desde los cuales muchos de esos niños nunca volvieron porque tenían el alma dividida.
No fue amor partir bombardeando el Palacio de Gobierno y apresando a sus ocupantes. No fue amor hacer juicios sumarios a cientos de detenidos políticos y luego, asesinarlos por supuesta “ley de fuga” tras la pasada de una siniestra Caravana de la Muerte.
No fue amor…
No fue amor apropiarse de guaguas que esperaban muchas prisioneras políticas que fueron apresadas en esos primeros años de Dictadura por la macabra Dina.
No fue amor cerrar decenas de medios de comunicación democráticos, terminar con la libertad de expresión y asesinar a periodistas emblemáticos para “ejemplarizar”.
No fue amor crear empleos indignos como el PEM y el POJH y dictar leyes entre cuatro paredes. Incluida una constitución hecha a la medida de los intereses de los poderosos de siempre, que se hicieron “la América” entre 1973 y 1990.
La gente sabe eso. Sabe los pies de barro (y sangre) que tienen los emisarios de los mensajes del Rechazo. Sabe de qué son capaces porque lo ha vivido en carne propia.
Sabe que el “basta” a todo ello empezó en octubre de 2019 y quieren cosechar lo que entonces se sembró. La gente quiere de verdad sentir amor desde sus autoridades y las instituciones que organizan y ordenan la vida del país. Quiere un cambio real, no más “fake news”, no más falsedades, no más promesas de cartón.
Es verdad. La campaña de los Rechazo ha sido muy astuta y malévola. Una genialidad de mentes torcidas, que no tienen dios ni ley. Ha usado todos los recursos imaginables e inimaginables. Llega a provocar explosiones de ira e impotencia. Pero es una campaña de mentira. Y la mentira, dice el dicho popular, “tiene patas cortas…”. Ya vimos cómo quedó completamente desenmascarado el supuesto joven gay-trans que narraba un asalto que no habría denunciado por “amor”. ¡Por supuesto que lo había denunciado y hasta había pedido 15 millones!
Estoy convencida que en la mañana del próximo 4 de septiembre, mucho más de la mitad más uno del país se levantará decidida a no dejarse embaucar esta vez. Porque esta vez sí hay mucho en juego. Y eso, principalmente los jóvenes, lo saben. Saben que en sus manos estará finalmente la posibilidad de poner fin a una era oscura para dar paso a otra que, probablemente, partirá un poco a tientas, como los niños cuando aprenden a caminar, pero que marcará el inicio de una historia distinta. De una historia con más sueños, con más esperanza, con una alegría largamente añorada. Probablemente, también con dudas y vacilaciones, como es la vida. Pero será una historia construida a pulso, mayoritariamente por jóvenes que se merecen un mundo más justo, más equitativo, más noble, más generoso. Un mundo donde el amor no solo sea un repugnante recurso de marketing.
¡Vamos a decir que si
¡Por la vida y por la paz!
¡Vamos a decir que si!
