Periodista.
«Ayer había una persona que tiene relación con la CAM entre los asistentes… No hay manera de resolver el problema sin conocer el pensamiento de todos y dialogar. Esto es un esfuerzo de diálogo y de escuchar a otros, quienes estén en eso son muy bienvenidos». Lo dijo el Ministro de Desarrollo Social de Piñera, Alfredo Moreno, el jueves 24 de mayo del año 2018, aclarando que estaba dispuesto a sostener conversaciones con Héctor Llaitul, líder de un sector radicalizado de los mapuches, luego de una reunión que sostuvo con 15 loncos y machis de La Araucanía, Biobío y Los Ríos.
Sin extrapolar la situación, ¿no se parece a la intención de la ministra Jeanette Vega que quiso -por allá por el mes de mayo- buscar el diálogo con el mapuche que devino en guerrillero y encontrar una hebra para el camino de paz que el sur de Chile necesita? ¿ No fue esa la intención de Moreno?
Para la derecha, la intención del ex ministro fue aplaudida, venerada, agradecida casi hasta las lágrimas. Un héroe. Y con razón. El esfuerzo silencioso de Moreno fue reconocido por tirios y troyanos y terminó de mala manera cuando Sebastián Piñera interfirió en ese proceso esperanzador, al frente de su Comando Jungla. Hasta que unas balas le quitaron la vida a Camilo Catrillanca cuando volvía del trabajo en su tractor.
Para esa misma derecha, lo ocurrido con la ahora ex ministra Jeanette Vega, que trató de hablar con Llaitul -tal como quiso hacerlo Moreno- más allá de asumir su responsabilidad política como lo hizo, merece las penas del infierno. Y ahí están amenazando con Comisiones Investigadoras, acusaciones en la Fiscalía, con la intención soterrada de vincular al gobierno de Gabriel Boric con la violencia, el terrorismo y solo les falta vincularlo al narcotráfico.
Casi histerismo
A las preguntas arteras de Ximena Rincón -actualmente vocera de la derecha y el rechazo- hechas en un twitter que después eliminó, se sumó el coro de los mismos de siempre con interrogantes y declaraciones que si no fuera porque rayan en la insolencia contra el Mandatario, darían al menos para una sonrisa.
La diputada RN Camila Flores, por ejemplo, dijo que le preocupan “los vínculos que tiene el gobierno con el terrorismo. Es legítimo preguntarse cuántos de los ministros pueden tener vínculos, como tenía Jeanette Vega, con terroristas, con otros líderes de estas células terroristas”.
Recordó que “ya vimos al Presidente de la República visitando estas zonas donde ni siquiera la policía puede entrar en La Araucanía. Y en su campaña Gabriel Boric los visitó. Hay fotografías, registros de eso. Desgraciadamente esos vínculos no se han cortado y con la situación de la ministra Vega queda más que en evidencia que la vinculación es constante y permanente. Llamamos al Gobierno a ser responsables y que entiendan que los terroristas son enemigos del Estado y los que están gobernando hoy son ustedes. Y a quienes les corresponde hacer velar el Estado de Derecho, es a ustedes”.
Otro ejemplo lastimoso es el del jefe de bancada de la UDI en la Cámara de Diputados, Jorge Alessandri. Se preguntó si “¿es el único ministro que hablaba con Llaitul? Esa frase de que no perseguimos ideas, la coordinan con Llaitul? ¿Cuántos otros ministros desde el celular fiscal mantenían conversaciones con este líder terrorista? (…)”.
El diputado Andrés Longton no se quedó atrás. Dijo que la renuncia de Vega “era lo mínimo que el Presidente Boric podía hacer. Ahora, eso no clarifica los nexos que tiene esta ministra u otros ministros con grupos terroristas, radicalizados y que han sembrado el terror en la Macrozona Sur debido a los actos violentos y delitos graves que vienen cometiendo”.
Suma y sigue. Todos pidiendo que el gobierno aclare sus vínculos con Llaitul y su gente, todos repitiendo la minuta aprendida. Lo que irritó y sigue irritando a las bancadas oficialistas es el doble estándar que usa la derecha para enjuiciar.
¿Por qué la filtración?
En la salida de la primera ministra de Desarrollo Social del gobierno de Boric no sólo sorprende la filtración de lo que conversó una funcionaria de la Secretaria de Estado con el jefe mapuche que optó por la vía armada para recuperar sus tierras, sino, el medio de comunicación elegido para hacerlo: uno de escasa recepción en el gran público y destinado -supuestamente- a la derecha. Ex_Ante se llama y lo dirige ni más ni menos que Cristian Bofill, el mismo que ha pasado por la dirección de varios otros medios de derecha de la plaza.
Es conocida su aspiración de ser el gran director de un medio. Uno que sea respetado en el escenario político. Tal parece que quisiera convertir su revista on line en algo que haga historia. Y por lo mismo, se ha rodeado de ex personeros de la izquierda y el centro que ocupan esas páginas para destilar sus resentimientos. Ahí hay varios ex: comunistas, socialistas dc y ppd. Cada uno con un pasado ligado en mayor o menor medida a la ex Concertación y la ex Nueva Mayoría y que al cabo de los años, no sólo peinaron canas, sino se convirtieron solo en un recuerdo.
Si la filtración de un informe reservado de la PDI que consignaba que el 11 de mayo una asesora de comunicaciones de la ministra había llamado al celular de Héctor Llaitul para contactarlo con Jeanette Vega, filtración que hizo no se sabe aún quién -pero se sabrá- y que produjo una reacción política en cadena que aun no termina de decantar, más sorprende cómo de los propios partidos de gobierno se le filtra a Bofill lo que ocurre en palacio. Esta vez no es diferente.
La conversación filtrada y que ha hecho estremecer de emoción a la derecha, provoca realizar algunas preguntas: ¿Por qué ahora si no es para perjudicar al gobierno y a la opción Apruebo? ¿Quién lo decidió? ¿Es una operación a gran escala de la derecha preocupada por el resultado del 4 de septiembre?
La conversación de la asesora de la ministra -si es que se le puede llamar conversación.- se produjo el mes de mayo. Hace casi tres meses. Y ahora recién, a pocos días del plebiscito, se lanza al ruedo. ¿Por qué sería?
