Periodista.
Tranquilo, pero no confiado. Así enfrenta Gabriel Boric estos pocos días que le quedan para ser ungido como Presidente de la República a sus 36 años. El más joven de la historia. El más sencillo. El que lleva sobre sus espaldas la esperanza de chilenos y chilenas que hace unos años hicieron temblar las instituciones reclamando contra los abusos y pidiendo justicia social, mientras otros, aprovechando el desorden, vandalizaban lo que encontraban a su paso. Son las dos caras de una medalla cuyo nombre es Chile. Y un país que por primera vez también será gobernado por un Mandatario lejano a los partidos que tradicionalmente administraron la Nación luego de la dictadura de Pinochet.
En el recién realizado Encuentro Interministerial para las Políticas de Género, encabezado por la futura Ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana, el Presidente electo confesó su sentir: “Pienso, me imagino que todos ustedes también, en la tremenda responsabilidad que tenemos por delante. Les confieso que estoy tranquilo, no confiado, nunca confiado. Tranquilo, porque hemos logrado ir armando un tremendo equipo en diferentes dimensiones. Y no solamente en lo profesional y lo técnico, sino también en lo humano y en el sentido colectivo de proyecto…”
Ese tremendo equipo es el que deberá acompañar a su líder en los no pocos y graves problemas que enfrentará desde el día uno de su mandato. Son muchas las preguntas que rondan en el ambiente político, tanto como los que esperan -expectantes- los primeros pasos del nuevo gobierno.
Situaciones difíciles
A estas alturas, nadie duda que el Presidente enfrentará situaciones difíciles. No sólo es la pandemia que sigue su curso oscilante e impide retornar a la normalidad que el país añora. Se suma el horror de una guerra lejana con miles de personas -entre ellos demasiados niños- que escapan de su país, de su casa, de su familia, de sus amigos, para evitar la muerte. Una guerra que también tendrá consecuencias en el país.
Ya lo advirtió el Fondo Monetario Internacional. Dijo que la guerra en Ucrania desatada por la invasión rusa tendrá un «grave impacto» en la economía mundial y las consecuencias podrían ser «todavía más devastadoras» si siguen escalando las hostilidades. En un comunicado del sábado pasado, el FMI ha advertido ya un aumento de los precios de la energía y las materias primas que se suma a las presiones inflacionarias por las interrupciones en la cadena de suministro.
Y a este escenario, hay que sumar la desconfianza en las instituciones que el nuevo gobierno deberá enfrentar y derrotar. Y si de sumar nudos se trata, hay varios que mencionar. Ahí está -entre otros- el hecho que el Presidente electo gobernará sin mayoría en el Congreso; que existe una Convención Constitucional -muy atacada desde su instalación- elaborando una nueva Carta Fundamental que debe ser aprobada por el pueblo; que necesita mantener unida a su coalición e incluso, ampliarla para lograr apoyo a su promesa de cambios profundos; que necesita recuperar la economía y para llevar al país al Estado de Bienestar prometido; lograr lo que Piñera no pudo: controlar las bandas de delincuentes, narcotraficantes y del crimen organizado que aterrorizan a diario a chilenos y chilenas; resolver el grave problema de la Inmigración y, por supuesto, el doloroso conflicto del Wallmapu.
Shalper y su apuesta
Son algunos de los desafíos del nuevo gobierno. Sólo enumerarlos causa preocupación. Y el Parlamento futuro jugará un rol fundamental. Algunos, en el actual oficialismo y futura oposición han mostrado disposición a ayudar. La mayoría, está decidida a apoyarlo, sobre todo ese pueblo que lo eligió y a quien deberá proteger.
Habrá otros, los menos de uno y otro extremo, esperando y escondiendo su satisfacción por el intrincado panorama que enfrentará el Presidente. Apostando por un descalabro. Ahí está como ejemplo el Secretario General de Renovación Nacional, Diego Shalper, que confesó su deseo de fracaso del nuevo gobierno a viva voz en un encuentro partidario, sin siquiera enrojecerse cuando se le preguntó por sus dichos.
No sólo vertió su ira contra el Presidente que debuta. También contra su otra obsesión: la Convención Constitucional. “La tarea que tiene el partido es usar las reformas de Gabriel Boric como un contrapeso de fuerza. Exigirle al señor Boric que ejerza su liderazgo dentro de la Convención, y si no, no aprobarle sus reformas”.
Luego profundizó sus dichos, atacando como lo ha hecho siempre, a la Convención Constitucional: “hoy día hablar de la estrategia del Plebiscito de salida es un error, porque nos van a endosar que estamos queriendo boicotear la Convención. Y ya lo empezaron a hacer desde un comienzo, la Convención se defiende y blá blá blá. Hay que despejar ese tema…Hay que quitarle fuerza moral a la Convención. ¿Cómo se le quita fuerza moral? Contándole a la gente que todas las iniciativas populares de normas las habrán discutido en promedio una hora las comisiones. Se han juntado 50 mil firmas para terminar durando una hora de conversación. Eso le quita fuerza moral, porque ellos dicen que son participativos”. Y tuvo la “brillante” idea que, desde el punto de vista comunicacional, la derecha hablara del SI y el NO y no del Apruebo o del Rechazo para cuando chilenos y chilenas deban acudir a las urnas para pronunciarse sobre la nueva Constitución.
Su odiosidad lo llevó al límite. “Este partido (RN), más que nunca, tiene que hacer oposición con todo, y dejarse caer los primeros tres días donde el ministro de Trabajo de Boric y decirle ´ya po, ¿no éramos tan ágiles? ¿Dónde están las capacitaciones? Empezar a atrofiar. Yo sé que quizás la idea de los gabinetes en las sombras fue un poquito incomprendida si ustedes quieren, pero lo que hay detrás es ponerle presión al gobierno de Boric”.
Si a estas posturas se suman las de la ultraizquierda que se reúne todos los viernes en las inmediaciones de la Plaza Italia o Plaza Dignidad para enfrentarse con las fuerzas policiales, dejando a su paso un reguero de violencia, entonces el panorama es más que complicado para Gabriel Boric. Y para su Ministra del Interior. Es un sector que no cree en nada, que no está dispuesto a apoyar al nuevo gobierno cuya promesa de construir un estado de bienestar para chilenos y chilenas les importa poco o nada.
Difícil escenario para el Presidente electo, que necesitará todo el apoyo del mundo para comenzar a cumplir su programa. Hay que tener presente siempre que la pandemia ha causado estragos en la economía. Que el gobierno de Piñera deja un presupuesto del Estado 22% menor que en 2020 y con una deuda bruta de US$ 238.324 millones (14% más que el año pasado).
Ese es el escenario en que asumirá Gabriel Boric el próximo viernes. Con ese tipo de oposición tendrá que enfrentarse. Además de la pandemia, el nuevo gobierno deberá concentrar un gran esfuerzo en recuperar el desarrollo económico y social. Porque el plan de Gabriel Boric para Chile es ambicioso y refleja muchas de las demandas de la protesta social que se inició en octubre de 2019 exigiendo mayor igualdad en un país donde la desigualdad es grosera.
