Periodista y corresponsal en Perú.
Luego de una larga espera, de recursos de nulidad de actas de votación, de querer liquidar las elecciones generales en el Perú, de generar incertidumbre y agudizar las diferencias entre los peruanos, se realizó el pasado lunes 19 de julio, la proclamación del nuevo presidente del Perú, el profesor chotano, Pedro Castillo Terrones, de 51 años, proveniente del Perú profundo, marginado y olvidado.
Castillo Terrones, es un amauta de una localidad al interior del Departamento de Cajamarca, al norte del Perú. De tendencia izquierdista, Castillo ha dejado entrever las graves diferencias entre los limeños, los provincianos, los que tienen recursos y los que se siente olvidados.
Con más de 8 millones de votos válidamente emitidos, Castillo se convirtió en el presidente del Bicentenario, y espera poder sacar adelante el proceso de vacunación, reactivar la economía y realizar un cambio a la carta magna, que es hasta hoy, una constitución escrita y dirigida por el ex presidente Alberto Fujimori y su secuaz, Vladimiro Montesinos, el director de orquesta de todo el período oscuro del último siglo en el país.
Entre sus propuestas, está la de garantizar una educación integral y para todas las peruanas y peruanos, fortalecer la investigación tecnológica, creando un Ministerio de Tecnología, Investigación e Innovación y proponer una nueva Constitución, realizando una Asamblea Constituyente, entregando poder a la población para que redacte su Carta Magna.
Queda definir en los próximos días, a la cabeza del Poder Legislativo, la Mesa Directiva, que tendrá la responsabilidad de ser un nexo entre las peticiones de un pueblo convulsionado y olvidado, y un gobierno que sabe que se está jugando en estos 5 años de poder.
El pueblo no tiene grandes expectativas con el actual gobierno entrante, que genera anticuerpos en la mitad de la población del territorio y los residentes extranjeros, y de no ganar la mesa directiva del congreso verá mermada sus aspiraciones de generar cambios profundos en el país.
La esperanza del pueblo peruano parece estar en que la “Generación del Bicentenario” pueda tomar las riendas del país y realice las reformas al sistema tributario, modernice el Estado, ponga fin a la corrupción, cree una nueva constitución, refuerce los mecanismos de regulación en el país, mejore la calidad de la educación y la salud, entregue viviendas sociales, disminuya la brecha entre ricos y pobres, entre limeños y provincianos, desarrolle un modelo de mercado menos excluyente para los habitantes, descentralice el país, genere empleo y formalice éste y contribuya a potenciar al Perú como destino turístico de la región y productor mundial de granos y productos comestibles, como arroz y papa.
Que la luz de los Incas derrame su sabiduría sobre Castillo y que este nuevo proceso de gobernabilidad situado a la izquierda, pueda realmente tender puentes entre el Ejecutivo y el Legislativo, por el bien del pueblo peruano, su economía y su bienestar social.
