Periodista.
Pasan los días y lentamente las aguas comienzan a aclararse, luego del úkase que envió el Presidente Boric a la clase política el pasado fin de semana. Abrió un nuevo escenario cuando dijo que “de ganar la alternativa Rechazo, lo que va a pasar es que vamos a tener que prolongar este proceso por un año y medio más, en donde va a tener que discutirse todo de nuevo a partir de cero (…) Tiene que haber un nuevo proceso constituyente».
Marcaba así la hoja de ruta de su gobierno post plebiscito, respondiendo de una vez por todas a las presiones que tanto los medios de comunicación tradicionales, como los partidos y movimientos de la derecha -Amarillos incluidos- le hacían todos los días.
No fueron pocos los que en la derecha, leyendo mal en principio el significado de la decisión presidencial, se frotaron las manos llegando a afirmar incluso que el Mandatario le había puesto una lápida al Apruebo en el plebiscito de salida de septiembre próximo. No fueron pocos, también, los que en las coaliciones que son soporte del gobierno no pudieron evitar su perplejidad. Es que para unos y otros, el escenario político que había imperado hasta ese minuto, donde vía encuestas convertidas en verdaderos oráculos, se daba como ganador absoluto a la opción Rechazo.
Eso hasta que la decisión explicitada por el Mandatario remeció el tablero político y cambió el eje de lo que se discutía hasta ese momento. Por eso, al pasar de los días, la rabia comenzó a asomar. Más cuando el Presidente no solo reiteró su propuesta, sino además, enfatizó que quedó claro que “el Rechazo no tienen un plan para la continuidad del proceso constituyente”. La respuesta es reveladora del estado de ánimo que se está apoderando de esta derecha que se creía gananciosa hasta ahora.
¿Y los Republicanos?
Si hasta el ex actor, devenido hoy en senador Luciano Cruz Coke mandó el recado que todos después comenzaron a repetir como un mantra: “El Presidente está dedicado a ser el jefe de campaña del Apruebo mientras la delincuencia está disparada, la inflación está disparada y el pueblo sufre la incompetencia de este gobierno. Dedíquese a gobernar que es para lo que los eligieron los chilenos y no a ser el jefe de campaña del Apruebo malgastando los recursos de todos los contribuyentes”.
Poco antes, la derecha se había visto obligada a entregar un decálogo con compromisos de cambios constitucionales, si se llegara a concretar su sueño del Rechazo a la Nueva Constitución emanada de la Convención. Es que en realidad su palabra y su firma están siempre puestas en duda, porque esta derecha -salvo uno que otro maquillaje- se negó durante más de 30 años a realizar algún cambio profundo a la Constitución de Pinochet. Más de alguien recordó el compromiso por escrito que el entonces ministro del Interior del dictador, Sergio Onofre Jarpa, suscribió con el Presidente Aylwin, sin que se cumpliera una sola palabra de este. Tampoco ocurrió con el compromiso que Andrés Allamand suscribió posteriormente. El tufillo de la desconfianza envuelve entonces cualquier compromiso de la derecha.
Pero aún hay más. Desde la centroizquierda leyeron el decálogo de esta derecha, que no incluyó a los republicanos ultraderechistas, como “generalidades”, con contenidos ambiguos. Sólo como ejemplos: la derecha se compromete a la modernización de los derechos fundamentales, pero sin explicitar cuáles; habla de la protección decidida del medio ambiente, pero no explicita nada respecto a los derechos del agua. Como tampoco menciona la paridad de género. A lo más, ponen como prueba de su “blancura”, la disposición a aprobar el proyecto de los parlamentarios díscolos DC Ximena Rincón y Matías Walker de bajar el quórum de las reformas constitucionales de 2/3 a 4/7.
Menudo problema es el que enfrenta la derecha. La decisión del Presidente desordenó una fila que hasta ese momento se había mostrado articulada tras el Rechazo, sin dar mayores explicaciones.
Pero, hay un detalle que no deja de ser importante para Chile Vamos, aunque lo oculte. Tampoco tienen la venia de un sector muy importante del Parlamento para conseguir lo que proponen: una bancada de 15 diputados y un senador. Porque, aunque no lo dicen abiertamente, lo que quieren, a lo que aspiran, es que el apellido que le ponen a su opción, aquello de construir una “nueva y buena Constitución” como repiten tirios y troyanos de la derecha, incluyendo al sector conservador de la DC, se haga -obviamente- en el Congreso.
Prefieren olvidar que la ciudadanía se pronunció por una Convención Constitucional elegida democráticamente, lejos de los parlamentarios e incluso lejos de técnicos iluminados que dieran garantías ¿a quiénes? …a las elites.
Y es un tremendo problema. Porque ocurre que los Republicanos no suscribieron el compromiso de “cambio” de la derecha. Se oponen a cambiar la Constitución de Pinochet. A esa bancada ultraderechista que puede decidir la suerte de la derecha que no los quiere mucho, se pueden sumar los parlamentarios más conservadores de RN y la UDI, que existen y defienden hasta hoy la Carta del dictador. ¿Cómo votarían a la hora de garantizar derechos fundamentales, o la paridad de género? Es la gran incógnita para los partidos de la derecha, que se mueven con pies de plomo para no espantar a sus socios que no son tan socios.
Sin indígenas, sin independientes
No de otra manera se entienden los finteos del presidente de la Udi Javier Macaya a la hora de explicar su postura frente a la decisión presidencial. Ocurrió en el programa de televisión Tolerancia Cero. Consultado por una de las entrevistadoras, quien lo presionó para pronunciarse, al señalarle: «Usted está diciendo acá que el Presidente está reconociendo que el texto es malo y la verdad es que el Presidente no dijo nada de eso, lo que dijo es que si gana el Rechazo, lo que corresponde jurídicamente es llamar a una nueva Convención y partir de cero. Y como hay juristas importantes como Carlos Peña, a quien ustedes han citado mucho últimamente, que están de acuerdo que jurídicamente es lo que corresponde, el tema ya está encima de la mesa. La pregunta es, si hubiera que elegir de nuevo una Convención, ¿usted estaría dispuesto a que fuera una Convención con escaños reservados y con independientes?».
Frente a una eventual configuración de otra Convención, Macaya aclaró que esta sería “sin independientes y sin pueblos originarios”.
Peor aún, dejó en duda la mantención de la paridad. Y presionado para que se pronunciara, evitó descartarla directamente, habida cuenta de la necesidad del voto de las mujeres para conseguir sus objetivos políticos. Solo atinó a decir: “no tengo inconveniente en que eso sea parte de la discusión”, sin entregar mayores detalles.
En todo caso seguirán con mucho cuidado para no espantar a nadie, ni los duros ni los maduros. Porque están decididos a que no se asocie al Rechazo sus rostros más conocidos, cuestión que tiene molestos a más de alguno acostumbrado a las luces de los estudios televisivos. Cuando el Presidente Boric dijo que se deberá convocar a una nueva Convención, en el hipotético caso que gane el Rechazo, varios no pudieron resistir la tentación y salieron a decir que están por los cambios, pero no por cualquier vía. Tendrán que ver cómo controlar A José Antonio Kast, jefe de los Republicanos, que decidió recién asomarse para demostrar que ellos “son otra cosa” y que siguen sus propias reglas. ¿Ergo? El Rechazo estará teñido igual de ultraderecha. Aunque no quieran y escondan sus rostros más repetidos y desempolven a cuanto personaje “civil” les pueda servir.
Están urgidos y por eso decidieron emplazar al Mandatario y señalar que si quiere que haya continuidad del proceso Constituyente, apoye la votación de los 4/7 en el Congreso. Les está costando mantener el orden y cumplir con la estrategia trazada, pero están dispuestos a todo, incluso a entregarle minutos de su franja a sectores de la DC que apoyan el Rechazo -llámese Rincón o Walker- y en una de esas el que alguna vez fue presidente de los radicales y hoy le hace propaganda al Rechazo.
Sacan la siguiente cuenta: un 44 por ciento de ciudadanos votó por Kast. Creen que para llegar al 50 por ciento, sólo necesitarían un 6 por ciento de los que votaron por Gabriel Boric y que hoy están rechazando la nueva Constitución. He ahí lo que se está jugando la derecha. Y por eso se entiende la aparición de rostros que hace años no estaban en la palestra -como Zaldívar o incluso Ottone- abogando por rechazar para -dicen- reformar. El problema que tienen es que pocos son los que les creen. De eso dan cuenta, hasta ahora, las redes sociales.
