Miembra FEMCHI
Hemos sido parte de días con importantes votaciones en las urnas y de participación ciudadana en el interés de un cambio político. Es así como se abre la posibilidad de una nueva Constitución. La alta votación en la historia de nuestro país fue un claro manifiesto de la síntoma que se venía escribiendo con nuestras propias manos, un nuevo Chile consagrando derechos en dignidad para todas las personas del país.
Ahora cerramos con un proceso eleccionario presidencial donde la prensa ha intentado instalar una hipotética guerra fría en nuestro país, una extrema derecha con una supuesta extrema izquierda como la catalogó la ex candidata presidencial Yasna Provoste. Lo que nos llama la atención de esto, no solo es el programa en su totalidad de José Antonio Kast, sino el brutal retroceso en materias de derechos humanos.
Uno de los puntos que levantan las alertas es la eliminación (o fusión) del Ministerio de la Mujer para reemplazarlo por el de “Desarrollo social”, cartera en la que se reducirían los presupuestos que actualmente existen y se entregarían a una sola área; de la misma manera alerta el rol de madres cuidadoras con subsidios, en caso de estar casadas.
Asimismo, se pretende eliminar a la mujer como sujeta de derechos, sin poder decidir sobre nuestros cuerpos, se plantea anular la ley de aborto en 3 causales y el Estado obligaría a la mujer a continuar un embarazo incluso si es producto de una violación, se está en riesgo vital o en caso de si el embrión o feto padece una patología congénita adquirida o genética incompatible con la vida extrauterina independiente. Nuevamente pasamos a ser invisibilizadas en decidir.
La palabra mujer solo se lee en el programa republicano cuando se refiere al rol de la mujer bajo el concepto de familia tradicional cristiano. El hombre sigue siendo el centro y la mujer un mero acompañamiento de las conquistas de su marido.
No se refiere al aborto legal, seguro y gratuito, a los derechos sexuales y reproductivos, a la necesidad de empleabilidad con sueldos equivalentes a hombres del rubro, a educación no sexista y tampoco a la garantía de incentivo a la participación, no hay remuneración de la trabajadora de casa ni tampoco reconocimiento, no hay protección a mujeres universitarias a través de protocolos de acoso, abuso o violación en sus establecimientos educativos, no habla de la mujer obrera del campo, tampoco de la protección de la niña, solo se refiere a su rol de cuidadora, un rol social único e impuesto por el sistema patriarcal.
Este programa retrocede en conocimiento y educación, y “un pueblo educado es un pueblo libre.”
