Analista político y sociólogo.
Un mes antes que se conozca el texto definitivo, la oposición ha llamado a votar Rechazo. Es un sinceramiento, la decisión estaba tomada desde mucho antes y el diseño de campaña no puede esperar. Por lo tanto, han empezado los alineamientos en dos grandes alternativas.
Los argumentos por defender están bastante claros: se valora el proceso constituyente, pero, como la propuesta que se hace es mala y decepcionante, lo que hay que hacer es votar en contra para cambiar la Constitución por otras vías de momento no especificadas. La actual Constitución “ya cumplió un ciclo”.
Entre sus mayores faltas estarían la de atentar contra la igualdad ante la ley, la concentración del poder en el Estado y las limitaciones a la libertad de las personas para elegir. Esto retrasa la posibilidad de atender urgencias sociales.
El discurso, pues, se concentra en decir que lo que se está defendiendo son las bases democráticas amenazadas, de modo que no habrá libertad de acción. El mantra de la campaña opositora será que el borrador propuesto nos divide en vez de unirnos. Por lo tanto, el proceso constituyente ha de continuar y será un producto amplio de todas las fuerzas políticas y sociales.
Sabiendo por dónde vendrá la réplica a la postura de la derecha, Javier Macaya, presidente de la UDI, sintetiza: “Chile merece una segunda oportunidad, no aprobar lo mal hecho para volver a hacerlo bien, uniendo al país”.
Lo que siga serán variaciones y ampliaciones de las ideas matrices ya señaladas. La derecha buscará tener una sola campaña, pero no será posible.
Lo que vamos a presenciar es una campaña principal de coalición, concentrada en recuperar el votante moderado, y una campaña más dura, de su sector más ultra, que arremeterá sin muchas consideraciones de por medio.
Ya se pueden identificar, en contraposición, las ideas centrales del Apruebo, lo mismo que los principales actores llamados a defenderla, que es lo más fácil de despejar. Las principales figuras del Apruebo no provendrá de las autoridades y funcionarios de gobierno movilizados después de sus horarios de trabajo.
Su responsabilidad mayor es la de garantizar un proceso impecable y eso va a primar por sobre su movilización adicional y las declaraciones oblicuas de los ministros, señalando los peligros y problemas que derivan del Rechazo.
A medias tintas no se llega a ninguna parte, pero usando brocha gorda tampoco. Así como publicitar las opiniones de la extrema derecha dotará de los mejores argumentos al Apruebo, sus mayores problemas provendrán del otro extremo, entre quienes considerarán el texto, tal cual salga del horno, como la expresión más acabada de sus posiciones. Un traje a su medida no lo es para Chile.
Los que van a definir el plebiscito no son los que ya tienen una posición rotunda e inmodificable al respecto. Serán los que están doblemente insatisfechos: aquellos a los que no termina de convencerlos el texto que ya se perfila y que tampoco les satisface quedar en compañía de la derecha de hoy y de siempre.
La división de aguas será fina entre los que tengan que optar entre un texto correcto con errores subsanables o un texto incorrecto con algunos aciertos. Esto se corta en el centro, que estará dividido y sólo atenderá buenas razones.
