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Chao estallido

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Se ha instalado de modo creciente, la sensación de que el denominado Estallido no sirvió para nada. Las demandas que movilizaron a millones de chilenos en las calles siguen ahí. Los esfuerzos por dar vida a una nueva Constitución han  sido desestimados, ignorados, hasta convertidos en materia de burlas y escarnio.

Esta batahola de conceptos, bordes, exclusión indolente de la ciudadanía, reemplazada por curiosas y creativas instancias procedimentales de seguimiento y control de personas y textos, reaparición de viejos políticos esperanzados en ser revalidados como vigentes, más un tsunami de agobio comunicacional, demuestran que todo devino en una operación de venganza, de la clase política desestimada y excluida del proceso constitucional, demostrando que era capaz de apoderarse de aquello que le quisieron quitar y destruir, con ello,  las amenazas implícitas escribiendo todo de nuevo, vaciando sus pulsiones defensivas al interior de un dispositivo hiper protegido de interferencias de la plebe, la masa, los rabiosos, los anhelantes, abusados chilenos de a pie. Aquello que alguien definió como ”masa influenciable”.

Todo el andamiaje creado para evitar deformaciones en lo que se iba a escribir, devino de pronto, en otra batahola de lucha intestina que ha dejado, hoy por hoy, un espectáculo que deprime y angustia.

La clase política regresó por sus fueros. Es verdad que se creyó que habría orden, sensatez, grandeza, comprensión de lo que el país esperaba. Ahora sí sería posible un proceso  presidido por esa rica experiencia de los políticos que saben navegar en aguas complejas y crearían condiciones óptimas y respetables para la redacción de una Carta Magna que nos interpretara a todos, que nos uniera en un esfuerzo de equilibrio, justicia, fortaleza democrática y protección a largo plazo de los equilibrios que la sustenten y preserven en el tiempo.

Nada de eso. La clase política que irrumpió, se convirtió en la misma de siempre, como el mítico alacrán de la fábula, obligado a picar porque esa es su naturaleza más profunda y solo pudo ofrecernos, otra vez, un espectáculo deprimente, de mediocridad sin límites. Una guerra de ansiedades partidarias, personales, guerra de cupos, oportunismos asquerosos a plena  luz, empujones, maledicencia, enfrentamientos fratricidas, aparecieron, incluso aquellos capaces de crear su propio referente institucional para no ser desplazados y perder sus privilegios, por ahora vamos en amarillos y demócratas.

De la Constitución poco se sabe, fue desplazada por todo lo anterior. Ahora el propósito es otro. ¿Cómo no pierdo mi posicionamiento, cómo no dejo de ser quién era, qué puedo perder si me inmiscuyo en las tratativas, qué puedo sacar en limpio, cuál alianza me conviene más, qué me desprestigiaría o qué me daría un mejoramiento de imagen, cómo hago durar lo que tengo, qué conducta le daría más poder a mi partido en el futuro.?

Somos un país inconcebible. Cuesta entender que los que votaron por una nueva Constitución después votaron en contra de lo hecho. Cuando ganó el rechazo, todos corrieron, especialmente los que habrían salido más afectados por lo hecho, los representantes de los intereses mayores, para adjudicarse el triunfo de mala manera, una victoria que no les pertenecía y que no era más que el efecto de no entender nada en medio de ese tsunami de medios, con olas de desinformación plenamente exitoso.

Capaz, entonces, que el nuevo plebiscito de salida sea votado en contra. Algo que podría ocurrir con la naturaleza de los votantes convocados y la intoxicación correspondiente.

¿Entonces qué?

Quizá esa sea la gran maniobra diseñada en los centros de los macucos internacionales que poseen las derechas.  Está todo tan controlado y vigilado que lo que saldrá será entonces inaceptable. Lejos de las aspiraciones que impulsaron el Estallido. Diseño lejano de las capacidades de personajes como el senador de la guitarra y del otro que raspaba la olla.

Seguiremos con la constitución de Pinochet. No habrá un nuevo Estallido. Se dará un simple reajuste de opciones. No habrá un golpe de Estado. Seguiremos como somos. Todo esto es lo que somos capaces de tener.

 

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