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Confieso que he votado

Crédito foto: Patricio Muñoz Moreno

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Crédito foto: Patricio Muñoz Moreno

Si el ejercicio del poder y la responsabilidad de Estado no consiguen cambiar a una persona, no se sabe qué podría hacerlo.

La oposición nos puede entregar una amplia lista de declaraciones del pasado cercano de quienes ocupan hoy la primera línea de gobierno, que son muy distintas a las que ahora escuchamos habitualmente. Por fortuna, es así.

El contacto frontal con la realidad suele hacer a las personas más realistas. Si siguieran pensando igual estarían enfermos de algo, los especialistas nos podrían decir de qué, pero de seguro sería algo grave.

Se le atribuye a Keynes la famosa frase: «cuando la realidad cambia, yo cambio de opinión; ¿a usted no le ocurre lo mismo?» y se lo recuerda porque lo difícil de explicar es la falta de adaptación. Las momias no cambian mucho, pero nadie se quiere parecer a una de ellas.

Es cierto que el contraste de opiniones es notable, pero eso se debe a que llegaron al poder de una manera un tanto abrupta. Como todos los demás lo hicieron tan mal, resulta que los que debieron tener más años para consolidarse y evolucionar pasaron de los márgenes de la política al centro de decisiones en un solo impulso. “Confieso que he votado”, se llamaría el libro con reminiscencias recientes que pudieran firmar varios exparlamentarios.

Cuando la derecha enrostra a Gabriel Boric sus opiniones de hace pocos años, cree que está diciendo mucho del actual mandatario; en realidad, revela mucho más de su propio sector porque estando en el poder lo perdió por sus fallas y logró que sus adversarios tuvieran que madurar a marchas forzadas en un proceso que, según parece, falta mucho por completar.

Al revés de lo que se critica, lo que logra justificar el cambio de conducta es la coherencia entre los principios que se tienen y la experiencia que se vive. Para ser creíble el giro ha de resultar auto explicativo.

Boric es creíble (no digo oportuno) cuando cuestiona su comportamiento parlamentario durante el gobierno de Piñera en materia de seguridad; no lo es cuando adopta un tono caza-migrantes porque no hay ningún proceso previo que justifique semejante salto. No es auto explicativo, es más una pose electoral que una evolución política. Una cosa es girar y otra dar una voltereta. En todo caso la nota que predomina es una evolución justificada. ¿Y qué pasa al frente?

¿Acaso la derecha ha cambiado mucho y para mejor en el último tiempo? Sus peores declaraciones no son de hace años, sino actuales. Poner la política al servicio de una emoción como la rabia es una degradación innoble de la actividad política, que no es que antes estuviera en un momento esplendoroso.

Hemos pasado por dos procesos electorales con olas inversas y en ambos casos el resultado ha sido el mareo de quienes pensaron que su condición de mayoría se iba a mantener por tiempo prolongado. Se trataba de un espejismo, pero eso no quitó la ilusión y caer en la arrogancia fue una tentación no resistida.

Esperemos que el plebiscito termine con un resultado más bien estrecho, eso nos recordará que la opinión de los demás importa mucho. Veremos si los victoriosos conservan la costumbre de evolucionar o es un traje que se quita.

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