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¿Puede ganar Trump la presidencia de Estados Unidos en noviembre de 2024?

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Para mucha gente en el mundo es inexplicable que Donald Trump, presidente 2016-2020, pueda ganar la presidencia de nuevo en las elecciones de noviembre de 2024. Enfrenta 88 cargos criminales, incluso por intentos de violentar los resultados electorales de 2020 e impedir la transición pacífica del poder. Cuando fue presidente, hubo dos intentos en el Congreso de realizarle un juicio político (‘impeachment’); los dos fracasaron debido a los congresistas Republicanos. Es odiado por la mitad de la población norteamericana y adorado por otra mitad. Su lenguaje se ha vuelto más y más violento y extremista, sobrepasando todos los límites. Habla de si mismo como salvador del país y se compara con Jesús y Nelson Mandela. Siempre trata de crear una realidad alternativa para sus fanáticos, inventando conspiraciones y haciendo maquinaciones antidemocráticas. Pareciera que ha tenido éxito. El Partido Republicano está completamente bajo su control. Y sus fanáticos creen todo lo que dice.

La semana pasada empezó un juicio contra Trump en Nueva York, sobre sus pagos ilícitos a una actriz de películas pornográficas. Tuvieron un supuesto affaire hace años y Trump quiso silenciarla para evitar un escándalo durante su campaña política para la presidencia en 2016. Es el primer juico criminal contra un expresidente en la historia de EE.UU. Según la fiscalía, está acusado de falsificar sus cuentas empresariales para cubrir el pago a la actriz, con el fin de ocultar actividades delictivas, incluidos intentos de influenciar la elección, violando las leyes electorales estatales y federales.

La personalidad errática de Trump

Trump ha difundido teorías conspirativas y mentiras reiteradas, cada vez más dementes, especialmente sobre un supuesto fraude masivo en las elecciones de 2020. Y miles de sus seguidores las han creído. Es la mentira más contundente: que Trump ganó las elecciones. Dice que los Demócratas y Biden, en particular, se robaron las elecciones por lo que Biden es un presidente ilegitimo y un criminal. De hecho, Biden ganó el voto popular (81,282,916 vs. 74,223,369 de Trump). En el Colegio Electoral—clave en el sistema estadounidense—Biden consiguió 306 votos electorales vs. 232 para Trump.

Antes de la elección en 2020 (Biden v. Trump), el jefe del Estado Mayor Conjunto, General Mark Milley, estaba preocupado por la posibilidad de que Trump y sus aliados en la administración pudieran intentar un golpe militar para mantenerse en el poder. Milley comparó las afirmaciones falsas de Trump sobre las elecciones de 2020 con ‘el evangelio del Führer’. Estaba tan alarmado por el posible intento de Trump de anular las elecciones que él y otros líderes militares comenzaron a planificar, informalmente, cómo impedirían que el entonces presidente usara las fuerzas armadas de Estados Unidos para mantenerse en el poder. Después, Trump insultó a Milley e insinuó que el principal general de Estados Unidos merecía ser ejecutado.

Después de las elecciones, Trump montó una amplia campaña para subvertir la victoria de Biden. Trump y sus asesores difundieron información falsa sobre un supuesto fraude electoral. Instaron a los funcionarios estatales Republicanos a socavar los resultados en los estados en que ganó Biden, reunieron listas falsas de electores y presionaron a Mike Pence, el vicepresidente, para que descartara unilateralmente los legítimos resultados. Trump presentó varias querellas para cambiar los resultados y/o rechazar miles de votos en muchos estados. Todas las querellas fueron descalificadas por los jueces por falta de mérito. Uno de los casos criminales contra él ahora es sobre su actuación en Georgia en esa época, cuando presionó a funcionarios locales para cambiar los resultados electorales con maniobras ilegales.

Luego, en el hecho más notorio, Trump llamó a sus seguidores a frenar el proceso de certificación del voto (un protocolo ordinario y proforma) en el Congreso el 6 de enero de 2021. Los miembros del Congreso iban a reunirse para certificar el voto presidencial, es decir, la victoria de Biden, en un proceso tradicional y burocrático. Trump había promocionado una gran manifestación para ‘salvar a América’ y ‘parar el robo’ a realizarse el 6 de enero de 2021. El 19 de diciembre de 2020 tuiteó: ‘Gran protesta en D.C. el 6 de enero. ¡Esté allí, será desenfrenado!’ [‘It will be wild!’]. Envió otros mensajes semejantes. El día 6, Trump apareció enfrente de la multitud trumpista en Washington y dio un largo y belicoso discurso, inédito e inflamatorio, a miles de sus seguidores. Un gran número de estos eran de grupos Nazi, supremacistas blancos y de extrema derecha, como los Proud Boys. Luego de la arenga, sus partidarios marcharon al Capitolio, algunos con armas, y redujeron la guardia con fuerza. Un gran grupo entró violentamente al edificio. Gritaron amenazas de muerte contra varios funcionarios como Nancy Pelosi (jefa de la Cámara, Speaker of the House) y Pence (vicepresidente de Trump). Muchos congresistas tuvieron que esconderse, y los trumpistas destruyeron muebles y artefactos y atacaron a policías y guardias de seguridad. Cinco personas murieron.

Desde entonces, cientos de los asaltantes han sido arrestados y muchos sentenciados por cargos criminales. Hoy día Trump los caracteriza como ‘rehenes’ y ‘patriotas’.

Un discurso que divide

El discurso de Trump refleja odio y un sentido de persecución personal. Trump tiene mucho odio hacia los inmigrantes, especialmente aquéllos que no son blancos. Declaró recientemente que ‘el mundo entero está enviando criminales a la frontera sur’. (En 2015 afirmo que México estaba ‘enviando gente que tiene muchos problemas, y ellos nos traen esos problemas. Están trayendo drogas. Están trayendo crimen. Son violadores’.) Acusa a los inmigrantes de robar los trabajos de los blancos de la clase obrera en EE.UU., que no es cierto. De esta manera, fomenta el odio racista, xenofóbico y clasista en EE.UU. Este año dijo que los inmigrantes indocumentados eran alimaña y estaban ‘envenenando la sangre de nuestro país’, utilizando un lenguaje que a menudo emplean los supremacistas blancos y fascistas del pasado (Hitler escribió sobre la ‘contaminación de la sangre’ y ‘envenenamiento de la sangre’ en su libro Mein Kampf). En marzo de 2024 dijo que algunos inmigrantes ‘no son personas’.

También dijo, recientemente, que ‘Ahora, si no soy elegido, será un baño de sangre para todo el mundo. Eso será lo de menos. Será un baño de sangre para el país’. Este tipo de lenguaje, especialmente de un expresidente, parece dirigido a provocar violencia, miedo, racismo y terrorismo en el país, como en 2021 con el asalto al Capitolio.

Varios estados han intentado eliminar el nombre de Trump de sus boletas electorales, con base a la enmienda 14 de la Constitución. La tercera cláusula de la enmienda descalifica a personas que participaran en una insurrección mientras fueran funcionarios de Estados Unidos. La sección 3 dice: ‘Ninguna persona será Senador o Representante del Congreso, ni elector de Presidente y Vicepresidente, ni ocupará ningún cargo, civil o militar, en los Estados Unidos o en cualquier estado, que, habiendo prestado previamente juramento, como miembro del Congreso, o como funcionario de los Estados Unidos, o como miembro de cualquier legislatura estatal, o como funcionario ejecutivo o judicial de cualquier estado, de apoyar la Constitución de los Estados Unidos, haya participado en una insurrección o rebelión contra el mismo, o dado ayuda o consuelo a sus enemigos’.

En Colorado, hubo una decisión judicial de expulsar a Trump de la boleta electoral, citando como base la 14ª enmienda. El 19 de diciembre de 2023, la Corte Suprema de Colorado dictaminó que Trump estaba descalificado de las elecciones. Luego dos estados más, Maine e Illinois, eliminaron el nombre de Trump de sus boletas porque instigó la insurrección de 2021. El caso eventualmente terminó en la Corte Suprema de Estados Unidos—una corte con una mayoría conservadora, con simpatías para Trump–y en marzo de 2024 estableció que los estados no podían bloquear candidatos de sus boletas sin acción del Congreso nacional.

En 2016, antes de las elecciones, una colega mía, la profesora universitaria Susan Katz, analizó por qué Trump tuvo respaldo en EE.UU. Observó que la elección de Barack Obama, el primer presidente afroamericano, en 2008 y su reelección en 2012, molestó a mucha gente. ‘Desde el primer momento que Obama comenzó su presidencia, había personas, especialmente los Republicanos, organizándose para derrotarle’, escribe. Segundo, en general ‘los estadounidenses son pesimistas sobre el futuro. Sus mayores preocupaciones son el terrorismo, trabajo/desempleo, el crimen y la desigualdad económica. Otros asuntos son el déficit federal, las relaciones raciales, y la inmigración’. Y esa gente tuvo algo de razón. Mucha gente se siente abandonada y están con dificultades económicas. EE.UU. es cada vez más desigual. La política neoliberal ha destruido muchos trabajos y beneficios sociales y económicos. Mucha gente no puede pagar los costos de la salud si está enferma, o pagar el alojamiento o la comida. El Partido Demócrata no ha hecho mucho por estos sectores. Trump se posiciona como un aliado y salvador, aunque en realidad es un multimillonario con poca consideración por la gente común y corriente. Además, Trump es muy hábil para dividir a la población y fomentar venganza y resentimiento. La sociedad de EE.UU. es diversa. Para algunos sectores blancos, especialmente los menos educados, hay una pérdida percibida de privilegios. Explicar las complejidades de la economía mundial y los costos del neoliberalismo es difícil, y no sirve a las élites; es más simple culpar a los inmigrantes, las mujeres o las personas no-blancas. Esto ha producido el concepto de ‘la rabia blanca’. Mientras tanto, en 2016 la juventud y los progresistas querían otro candidato, el socialista independiente Bernie Sanders. Hoy día, hay multitudes que no quieren ni a Biden ni a Trump como su próximo presidente.

¿Qué pasará? Es difícil ser optimista sobre la situación política en EE.UU. El discurso de Trump es mucho más apocalíptico esta vez, con amenazas semi encubiertas o abiertas y muy poca discusión de políticas concretas. Biden, con su apoyo incondicional a la campaña sangrienta y asesina de Israel en Gaza, ha perdido mucho respaldo. Es cómplice del genocidio, y hay muchas protestas en EE.UU. Miles de personas han bloqueado carreteras, estaciones de trenes y aeropuertos para protestar la matanza en Gaza. Tal vez en noviembre muchos no vayan a votar (no es obligatorio en EE.UU.) y esto probablemente favorecería a Trump. Es una elección con pésimas opciones y el futuro, no solo para EE.UU. sino también para el mundo entero, parece ominoso.

 

 

 

 

 

 

 

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