Analista político y sociólogo.
Volver sobre los temas resueltos no suele ser una buena práctica, sólo que, en el caso de los 2/3 para decidir en la Constituyente, lo que está en juego no es simplemente cómo se vota, sino quién predomina.
Definir un quorum más pequeño (por ejemplo, del 60% o de los 3/5) es saltarse el acuerdo político del 15 de noviembre de 2019, es decir, quedar con las manos libres para que la mayoría simple tome los acuerdos en la Convención.
Esto implicaría establecer la dinámica de un conflicto, puesto que ya no se buscaría el más amplio acuerdo, sino que se definiría mediante el predominio de la mayoría que se estableciera. Es optar por el todo o nada.
Este debate tiene repercusiones en dos instancias diferentes: en la Constituyente y en Apruebo Dignidad. En la primera, porque define las normas con las que se debe trabajar; en la segunda, porque muestra una diferencia importante entre partidos que tienen a Gabriel Boric de candidato.
Lo que hace este debate de central importancia es que no existía una diferencia que fuera imprescindible de abordar. Hay que recordar que la derecha no obtuvo el tercio de los electos para la Convención, por lo que se puede construir una mayoría progresista que apruebe contenidos con respaldo amplio. Aun sabiéndolo, el PC ha puesto el acento en el cambio de regla y eso no es casual.
Hay un punto en que las diferencias ya no hablan de la Constitución y se refieren al peso que tienen los que las proponen. Ahora, el tercio que puede reunirse para impedir los acuerdos de una mayoría que incluya a la derecha, pudiera provenir de la izquierda, una situación no pensada al inicio del proceso.
Esta semana terminará con la incógnita producida al haberse ratificado por mayoría simple el quorum de 2/3, lo que potencialmente da la razón a ambos bandos, ya sea por cómo se votó o por la norma aprobada. El tema se despejará, pero las diferencias estarán lejos de estar superadas.
Los representantes del PC en la Convención han mostrado la situación como la posibilidad de “deliberar sin restricciones”. El hecho de que ahora puedan quedar en minoría no los desalentará, por lo que seguirán su pugna con el Frente Amplio.
Esto puede desencadenar una ola de acusaciones cruzadas. Marcos Barraza lo está viendo como la ocasión en la que se prueba o desecha el “espíritu transformador” de Apruebo Dignidad en la campaña presidencial. El FA, en cambio, tiende a ver por separado la campaña de la Constituyente.
Pero nadie le dedicaría tanto tiempo a congeniar posiciones, como ha hecho Boric en este tema, si no se partiera de la base de que este aséptico distanciamiento entre lo que ocurra en ambas instancias es imposible.
Como sea, es evidente que un acuerdo electoral se convierte en coalición política únicamente si logra actuar de un modo que permita identificar un bien común, superior a la diferencia entre las partes involucradas.
Puede que la decisión ahora parezca de difícil resolución, pero, de no lograrlo, las diferencias programáticas se harían todavía más complejas de tratar y se ramificaría las desavenencias en múltiples áreas. Lo que se define ahora es cuál espiral predominará, el de la confluencia o el de guardar las apariencias
