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Cuando la Democracia se Debilita en la Red

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Los esfuerzos por amplificar las capacidades de espionaje a través de ataques o influencia cibernética han confluido en la necesidad creciente por estrechar alianzas entre naciones para hacer frente a nuevas amenazas. Hace larga data, países como Estados Unidos, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y el Reino Unido integraron, en la época de la segunda guerra mundial, una alianza de inteligencia conocida como “Five Eyes”, a través de una cooperación conjunta en la inteligencia de señales a través del sistema de vigilancia llamado ECHELON, dedicado principalmente a intervenir aproximadamente tres mil millones de comunicaciones al día. Hoy en día, el mismo Edward Snowden denunció este sistema de vigilancia cuando se publicaron las Wikileaks, ya que “Five Eyes” no obedece a los controles regulares de las agencias de inteligencia.

Por su parte Rusia, China, Irán y Corea del Norte utilizan cada vez más las operaciones cibernéticas conjuntas para hacer frente a las capacidades, principalmente de los Estados Unidos. Aunque se desconoce por el momento que estos países cuenten con un centro semejante al “Five Eyes”, se cree que, en casos puntuales, Rusia y China sí pueden operar en conjunto para lograr anticipación y ventajas en materias políticas, económicas, militares y de infraestructura crítica.

El avance de las nuevas tecnologías supone la apertura de porosas fronteras para la seguridad. Según se consigna en el informe del mes de enero de este año emitido por la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos de Norteamérica  “la producción extranjera y la adopción de tecnologías de comunicación avanzadas, como las redes inalámbricas de quinta generación (5G), muy probablemente desafiarán la competitividad de los Estados Unidos y la seguridad de los datos, mientras que los avances en computación cuántica prefiguran los desafíos a los métodos actuales de protección de datos y transacciones”

Un ejemplo de esta creciente preocupación es la ampliación y penetración de las empresas chinas de tecnología de la información, que pueden ser eventualmente plataformas sistemáticas de espionaje, tal como ocurrió recientemente con el caso de la empresa Huawei y sus dispositivos móviles. Y no es sólo “el estilo Trump”, recordemos que el año 2014, bajo el mandato de Obama, se prohibió a Huawei la opción de participar en contratos públicos con el gobierno norteamericano. Lo propio hizo el gobierno de Japón, prohibiendo el uso a sus funcionarios de dispositivos de esta marca.

La amenaza a la seguridad es el argumento perfecto para librar una batalla económica contra el gigante asiático, buscando lesionar el sostenido crecimiento de Huawei, que a pesar del estancamiento del mercado de móviles de alta gama el último trimestre del año pasado tuvo un crecimiento sostenido, vendiendo 52 millones de móviles más en 2018 comparado al año anterior. Según consigna la firma Gartner, especialista en análisis financiero.

A lo anterior se suma un dato poco conocido del gigante Huawei y es su alta participación en las redes de fibra óptica submarina. Sin ir más lejos, esta firma es la responsable del proyecto nacional denominado “Fibra Óptica Austral” que promete conectar el sur y extremo sur del país a una velocidad ocho veces mayor que la actual, con un costo cercano a los 80 millones de dólares.

Además y a propósito de la reciente visita del Presidente Piñera a China, el CEO de Huawei en Chile, David Dou Yong, anunció una inversión cercana a los 100 millones de dólares para construir la infraestructura necesaria para un nuevo servicio de datos en la nube, conocido como “Huawei Cloud”.

Esfuerzos que en los últimos días chocaron con el gigante de Google por orden del primer mandatario estadounidense y que tiene en vilo las posibilidades de desarrollo y penetración masiva para el gigante chino de las comunicaciones.

Emergencia y disrupción en la guerra híbrida

En el futuro inmediato se ampliarán los medios cibernéticos para lograr interrumpir o directamente manipular los sistemas electorales, basta recordar el impase que enfrentó a Estados Unidos, donde algunos sectores pusieron la voz de alarma por una supuesta intervención electoral electrónica el año 2016. Las redes sociales también verán incrementada su capacidad para generar influencia en los usuarios y también se espera el incremento de programas especializados en la recolección de datos privados, ya sea con fines criminales o de manipulación de los ciudadanos.

Grandes compañías como Microsoft han encontrado en este escenario un campo fértil para la introducción de sus productos de seguridad. Entendiendo la interferencia cibernética electoral como un campo crítico, lanzaron el año 2018 un “Programa de Defensa de la Democracia”. También suman productos enfocados a alertar y proteger a los votantes de las noticias falsas con un programa llamado “NewsGuard Technologies”.

Estos esfuerzos buscan contrarrestar la gran cantidad de información que muchas veces proviene de las llamadas “Granjas de noticias falsas”, lugares donde se procesan miles de datos, cuentas y noticias falsas con el fin de dañar la imagen de una persona o un determinado proceso. Son perfiles ideologizados que lesionan de manera quirúrgica la verdad sobre un hecho, distorsionando las opiniones gracias a la desinformación.  Ante este fenómeno se evidencia la falta de mecanismos o sistemas adecuados que permitan contrastar la veracidad de la información, así como las dificultades para detectar el origen de las “fábricas de noticias falsas”, siendo casi imposible probar la autoría y, por tanto, se diluyen las posibilidades de establecer responsabilidades.

En nuestro país aún no se conocen casos de penetración e intervención del tipo electoral, en ese sentido la llamada democracia electrónica supone una posible ventaja desde el punto de vista de la participación ciudadana, sin embargo, si no se tienen los suficientes resguardos, constituye un terreno fértil que debilita la ciberseguridad del proceso.

Sin embargo, en nuestro país, los primeros pasos de la guerra híbrida, ya comenzó en las redes sociales. Un ejemplo es el ejército de cuentas falsas o bots que usó José Antonio Kast en Twitter para intentar ganar una encuesta virtual, cuando se descubrió la operación, le costó la desclasificación de la medición. Y sin ir más lejos, el propio Presidente de la República, Sebastián Piñera utilizó más de mil cuentas falsas en Twitter durante la última campaña presidencial y según un estudio de la Revista Capital, cerca del 49% de sus seguidores actuales en Twitter provienen de cuentas falsas.

En el escenario de esta guerra híbrida, los bots así como las noticias falsas son los caballos de troya de una persona o un grupo que manipulando la realidad busca generar una influencia en los sujetos de decisión.  Esta búsqueda a corto plazo y a cualquier costo, sí tiene daños colaterales que deben tomarse en serio. No sólo se erosiona la confianza de los ciudadanos y de éstos con las instituciones, sino que se genera una desconfianza en el sistema democrático y según les convenga se puede horadar o fragilizar el sistema de gobierno y convence a las audiencias de una falsa decadencia o el falso éxito de un sistema.

En la red se replica el modelo vertical del poder y la nueva configuración que nos permite el acceso ilimitado a la información deja de ser un paraíso cuando la realidad es que los ciudadanos aún carecemos de mecanismos adecuados para contrastar las noticias, evaluando su grado de apego a la realidad. A pesar de la cantidad de información que disponemos, falta claramente una formación adecuada en  pensamiento crítico y sin duda, los medios de comunicación deben tomar una actitud más proactiva, ya que tienen buena parte de responsabilidad en la masificación de la falsa información.

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