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El Ajedrez de la Reina.

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(Foto satelital de la NASA: ojo del Tifón Haiyan, diciembre 2017. Dejó 10.000 muertos en Filipinas).

Al detenerse aquí, semana a semana, a considerar por escrito el cambio climático -para conversar con el inconsciente colectivo-, abordamos necesariamente el paso a una dimensión ontológica en el cual ya no hablamos de una cuestión abstracta, sino concreta. La crisis climática está aquí y nos está golpeando. El ser, tú, yo, nosotros, se está jugando su supervivencia. Cada informe científico que se publica, confirma lo que ya sabemos hace años, o indica qué es incluso peor y que la sumatoria de los distintos elementos considerados aisladamente, provoca efectos mayores que los esperados.

Las temperaturas globales aumentan año a año en su condición de extremos: el calentamiento de la tierra es una tendencia que genera mayores calores y efectos derivados, como el derretimiento de los hielos, las sequías, los incendios forestales, el alza de los niveles del mar, pero genera también fenómenos opuestos, cómo los fríos más intensos, inundaciones, surgimiento y proliferación de epidemias, hambrunas, huracanes y episodios catastróficos que difícilmente se entenderían en una óptica lineal, de considerar sólo una de las variables en juego: el todo está alterado, cada una de sus partes da cuenta de ello.

Así, en la consideración simple de los elementos necesarios para establecer una narrativa, abordamos los aspectos científicos que debieran sustentar nuestras opiniones y de allí en función de su magnitud, inevitablemente, los problemas de cambio de paradigma, de nueva constitución del todo y sus partes y entonces a una dimensión ontológica, esa que tradicionalmente ocupaba a la filosofía, o las religiones, o el espíritu y qué tiene que ver con el ser, la vida y su continuidad.

Al mismo tiempo ello ocurre en tiempos de gran agitación y dónde de toda evidencia los cauces entendidos como tradicionales y aceptados de nuestra convivencia democrática, se ven continuamente quebrados y puestos en cuestión. Global, nacional y localmente. Como el clima.

La 17ª Sesión de la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (CGRFA) está teniendo lugar en Roma, esta semana hasta el 22 de febrero de 2019.  Se exploran los recursos genéticos para la alimentación y la agricultura y las cuestiones más amplias relacionadas con la seguridad alimentaria y la nutrición del segundo objetivo (Cero Hambre) de los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS).

Los documentos de antecedentes para CGRFA 17 establecen el escenario para el debate sobre temas como: la necesidad de crear conciencia sobre los recursos genéticos en la agricultura y la alimentación en la seguridad alimentaria, la nutrición y las posibilidades de terminar con el hambre en el planeta, y el papel de los GRFA en la mitigación y adaptación al cambio climático. En Chile, preferimos preocupamos de otras cosas.

El gran hombre francés, Claude Lévi-Strauss, nos decía hace medio siglo, desde la ciencia de considerar relaciones entre las cosas, que nuestro pensamiento se articula reproduciendo esquemas dicotómicos, de acuerdo a la misma estructura narrativa que a un nivel familiar, construye los cuentos, que, a uno de organización social superior, histórico, las leyendas y que a uno más elevado constituyen los mitos.

Luego, de acuerdo a ello, que, al considerar los mitos, estamos en realidad considerando lo que en nuestra época es la política. Mitos y Política, funcionan de acuerdo a una lógica que supone utilizar una visión del pasado, -de los hechos, tal como los vemos-, para proyectar desde el presente, nuestras acciones hacia el futuro. De allí la concepción de mitopolítica que en este espacio intuimos.

Esperemos que esta esta introducción, nos permita entender las resistencias que como hemos dicho en otra entrada, se producen en nuestra ideación, al enfrentar realidades qué han sido reprimidas durante mucho tiempo. Por eso asimilamos la comprensión de la realidad del cambio climático, con aquella que se produjo a principios de siglo, cuando con la introducción del psicoanálisis, nos dimos cuenta de la existencia del inconsciente.

En un caso y otro, se trata de verdaderas “revoluciones de Paradigma”, en el sentido de cambios totales de nuestra percepción de las cosas y de sus relaciones. Transformaciones profundas de la episteme, de la cosmovisión, del mind set, de las formas a través de las cuales el ser humano comprende el mundo y del mundo que estamos comprendiendo, a su vez modificado.

No será entonces vano, en tiempos tan agitados como el presente, donde las comunicaciones se articulan en tecnologías “inteligentes”, sobre la base de la bomba atómica y el cambio climático, -a su vez expresión de la explotación indiscriminada de hidrocarburos fósiles y de la industria tecnológica militar-, que propongamos un remanso de paz a la reflexión, estableciendo nuevos enfoques.

Al cabo no es otra cosa la que se espera de nosotros -autores de esta historia que nos hace-, tener una mirada capaz de interpretar la sociedad y colaborar a que siga su marcha hacia el futuro. Dar cuenta de las condiciones simbólicas que determinan las dinámicas disipativas. Proponer la esperanza de una narrativa colectiva.

Así, al enfrentar el caos climático enfrentamos la historia y nuestra presencia en ella, de una manera qué es para todos vital, aunque no tengamos plena conciencia. En rigor, no es muy sorprendente, vista la relativamente nueva dimensión del problema, así como la cantidad de recursos que se invierten año a año para negar su existencia.

Ya comentamos en la última entrada, que nos encontrábamos frente a un crecimiento exponencial de dos factores dominantes de nuestra época totalizante, el cambio climático y la pobreza. En ninguno de ellos encontramos otra cosa que su brutal empeoramiento. Sin duda, encontrar su contrario no es fácil y revela un ejercicio que en función de los datos que poseemos y de las tendencias que indican, es tan arriesgado cómo extremo, aunque sea también posible.

Si por un lado tenemos el extremo exponencial de la singularidad tecnológica, por el otro tenemos las transformaciones sociales cualitativas del espíritu del humano.

Dos cuentos que hemos escuchado cuando pequeños, nos ponen en presencia de la paradoja que significan los cambios exponenciales, el primero con respecto a lo que significa su dinámica y sus dimensiones cuantificables, el otro con respecto a las transformaciones biológicas, que también es el campo más difícil sobre el que podamos comprender nuestro dominio.

Hemos conocido el cuento persa del sabio que habría descubierto el ajedrez y al cual, en premio de su inteligencia, el rey de los fieles le ofreció pedir lo que quisiera, que le sería otorgado. Sabio el sabio, tomó un tablero de ajedrez y le pidió un grano de trigo en el primer cuadrado del tablero, 2 en el segundo, 4 en el tercero, 8 en el cuarto, 16 en el que sigue, 32, 64 y así sucesivamente hasta alcanzar el último cuadrado del tablero de ajedrez que tiene 64.

El rey sorprendido, le dijo ¿sólo eso quieres?, dando órdenes para que la solicitud del sabio fuera inmediatamente satisfecha. Naturalmente no había en todo el reino, trigo suficiente para dar al sabio, como cualquiera puede constatarlo rápidamente con una calculadora. Esa es la más antigua historia que nos ha llegado, de lo que significan traducidas a la realidad, los cambios exponenciales, en dinámicas no lineales.

También nos acordamos que la Reina María Antonieta, en su última noche en una celda, en el palacio de las Tullerías, antes de ser guillotinada en la plaza pública, por la revolución francesa de 1789, que cuando la fueron a sacar de su calabozo, vieron con sorpresa, que sus cabellos, rubios hasta la noche anterior, se habían vuelto repentinamente, completamente blancos.

Nos enseñó Sigmund Freud, que tres catástrofes han ocurrido en el pensamiento histórico de la humanidad occidental, transformando las creencias que tenemos del lugar que ocupamos en el mundo, y en consecuencia hiriendo nuestra autoestima cultural.  Cosmológica la primera, cuando aprendimos que al contrario de lo que nos decían las escrituras, la tierra no estaba en el centro del universo. Biológica la segunda, cuando nos enseñó Darwin que sólo éramos un momento de la evolución y que contábamos en consecuencia con profundas analogías con el resto de la creación. De una tercera, psicológica, cuando nos dimos cuenta que además de la conciencia, teníamos la inconsciencia y que ella, aunque la razón nos ocultara sus mecanismos, era determinante en nuestras existencias.

Aquí postulamos que equivalente a esos procesos, de cambio de paradigma, el quiebre climático es una síntesis de los tres.

No podemos evitar que al vincular estas dimensiones, nos preocupemos de la gobernanza de la información, porque cómo nos dice el boletín de los científicos atómicos, a los peligros ya inminentes del cambio climático y de la guerra atómica, la humanidad sufre un manejo dirigido de la información, qué hubiera hecho la envidia de los peores regímenes de esta historia, qué es en verdad, la prehistoria de la humanidad.

La época del Desastre Climático nos pone en presencia de verdades que no podemos ignorar: es maravilloso que en esta época lleguemos con un cohete a Marte, y que la tecnología nos proponga la singularidad, es inaceptable que, al mismo tiempo, una de cada tres personas en el planeta, no tenga acceso al agua potable y la sanitización.

De la misma manera que la extracción de hidrocarburos fósiles se vincula con el militarismo, las guerras y el exterminio, es imposible hablar del cambio climático y no señalar los graves efectos que tiene en la salud. Habría qué concitar la atención de los economistas, para que calculen de nuevo los datos de Nicolás Stern que en el 2007 señaló que por cada dólar que no invertíamos en prevención del cambio climático según fuera el área considerada ello costaría entre 18 y 42 al cabo de 10 años. Eso ya está pasando concretamente, aunque una política dominante de traspasar los costos del sistema al aparato público, mientras que los beneficios son privados, no nos permite darnos cuenta.

Pese a estar advertido por la ciencia hace años, de los efectos del cambio climático en las sociedades, no ha dejado de sorprender la reciente emergencia de movimientos sociales espontáneos, que sin tener conexiones evidentes con los fenómenos de acumulación del capital, los elementos financieros que lo articulan, ni las campañas propagandísticas que tratan de ocultarlo, o las formas tradicionales e históricamente organizadas del trabajo para hacerle frente, se han manifestado con fuerza y perseverancia en Francia hace cuatro meses.

Como hemos dicho, el fenómeno, de los Chalecos Amarillos, que contra los intentos del gobierno de ese país por ignorarlo y reprimirlo, se ha ampliado a temas globales de Cambio Climático  y a otros países, ha incorporado específicamente a estudiantes que manifiestan semanalmente porque las autoridades tomen acciones efectivas -y no sólo declarativas-, para bajar las emisiones de los gases efecto invernadero, en Bélgica, Holanda, Alemania, Inglaterra y otros países de Europa, así como en varias ciudades de los Estados Unidos de Norteamérica. Se anuncia un día de manifestaciones en todo el mundo para crear conciencia sobre el desastre climático, el 15 de marzo.

Para entonces, en Chile, ya habremos debido ser oficialmente informados que, en diciembre, nuestro país será realizador de la COP25. Habrá muchos negocios que hacer. En lo más al oscuro de la noche, empieza a amanecer. Aunque sea cada vez más difícil imaginar el nuevo día entre tan densa oscuridad.

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