Periodista.
El año 1988 fue un año decisivo para el país por el plebiscito que dirimiría la continuación del general Pinochet en el poder. Paralelamente, existió un ambiente de renacer cultural a través de múltiples expresiones: teatro callejero, marionetas, actores en zancos, proliferación de medios de comunicación no oficiales, revistas de comic como Trauko, tribus urbanas como los punkis y thrashers que hacían sus fiestas y conciertos.
Existió también una ola migratoria de chilenos y chilenas que retornaban del exilio, con sus guayaberas, pelo con moño caballo, aros, toda una estética que contrastaba con el gris imperante.
Este fue un año importante para la historia de la salsa en Chile, se crea el Club de Salsa, un movimiento integrado por artistas, profesionales y algunas figuras políticas que buscaban una válvula de expresión a través del baile y la música salsa.
El periodista, escritor y fotógrafo Víctor Mandujano. Fue baterista de la agrupación retaguardia Jazz Band a fines de los 60´s y comienzos de los 70’s, él venía envenenado con la música tropical de Pérez Prado y Orquesta Huambaly propia de los años 50´s. En 1974 parte al exilio en Venezuela, luego de haber estado prisionero en Estadio Nacional. Es hijo de quien fuera presidente del Partido Socialista, con quien comparte el mismo nombre y apellido.
Es en Venezuela donde profundiza su pasión por este estilo musical: “no me costó mucho encauzarme con la música salsa que se escuchaba en Venezuela que estaba en su absoluto apogeo por aquella época del imperio del sello Fania y las grandes orquestas. Tito Rodríguez, Tito Puente, Eddie Palmieri, Larry Harlow y Jhonny Pacheco. De ahí seguí esa veta, esa corriente que repito, que no me costó para nada asimilar y gustar hasta el día de hoy”
Víctor Mandujano logró algo atípico, un chileno difundiendo la salsa a través de la radio. Bailó en la casa del trompo, a finales de los años 70´s con el programa “Síncopa” que lo integraban también la periodista Lil Rodríguez y el periodista y destacado locutor chileno Jaime Suárez. Salía al aire a través de la Emisora Cultural de Caracas.
Allí difundía los géneros del mambo, bolero y antiguas rumbas; autores, intérpretes, orquestas e instrumentos. El programa duró 2 años. Buscaba información a través de reportear directamente a la fuente, no existían por aquel tiempo internet. Así evoca esta búsqueda informativa Víctor Mandujano: “Eso era todo como se dice en el trópico “Radio Bemba” todo se conocía porque te lo contaban la gente que vivió el momento. Tú le preguntabas por ejemplo por Machito y un viejo te decía: “así yo bailaba con Machito cuando de novio con mi esposa que tuvo que haber sido el año 52” Y por ahí iba sacando la información”
Cuando comienza el baile
Al retornar a Chile en mayo de 1985, Víctor Mandujano vive un proceso caótico. Trae por barco desde Venezuela un cargamento de su colección de discos y sus libros más preciados. Más de 2 mil discos que los tenía varados en Valparaíso y que tiene que pagar una gran suma de dinero en impuestos, pese a que era material usado.
Este cargamento musical fue la base musical que nutrió al Club de Salsa. En Chile no existía la música salsa, sólo llegaba a través de casete de la gente que retronaba del exilio. Las radios sólo reproducían los rankings musicales anglosajones de Estados Unidos, lo que dictaban centros hegemónicos de música popular latina desde Ciudad de México, Miami, Madrid y Buenos Aires.
En este contexto surge la necesidad del crear el Club de Salsa y se crea en el taller del fotógrafo Miguel Opazo, en el Barrio Bellavista.
Así eran los primeros encuentros señala Mandujano: “consistía en reuniones de 6 a 8 parejas que bailaban al son de la música que algunos retornados trajimos. En la medida que eso se fue ampliando, incluso con violentas irrupciones de los punkis de aquella época que pretendían coartar este Club y este baile”
Dado el éxito de los primeros encuentros se fue ampliando el radio de acción, para convocar se hacía llamado a viva voz y a través de una base de datos escrita a máquina con todas las amistades que gustaban de esta música. Las fiestas se hacían una vez al mes.
El local más emblemático fue el Club Antofagasta que es donde ahora está el Servicio Electoral, en la calle Santo Domingo 611.
En este lugar lograron congregar a más de 800 personas, la gente hacía fila para entrar.
En cuanto a la música arrendaban equipos de amplificación y Víctor hacía selecciones musicales de sus vinilos y los pasaba a casete. Así evoca Mandujano este proceso: “Yo era el encargado de hacer un casete para cada rumba, que nunca se respetaba. Se iniciaba bien todo y luego al tercer o cuarto número, la gente iba y pedía subir la sonoridad o el tipo de ritmo. Entonces se iban poniendo varios casetes. Nunca se aceptaron los boleros”
Quien los invitó a Víctor Mandujano a su compañera Patricia Orozco fue “Paca Gilberto”, cuyo nombre real es Patricia Yáñez, hermana del connotado folclorista Pedro Yáñez. Se integran en la segunda fiesta en la casa de Miguel Opazo.
Las fiestas rescataban el modo malón, se compartía el pan, queso y la infaltable botella de vino tinto. No se cobraba entrada, era una convivencia. Y poco a poco se va masificando
Lo más sorprendente de estas fiestas del Club de Salsa era la necesidad de expresión, en los últimos años de dictadura. Víctor Mandujano medita profundamente sobre el Club de Salsa: “Para la gente fue una descarga notable porque se transpiraba como si fuera una clase de calistenia. Era una catarsis, la gente bailaba, saltaba, gritaba. Estábamos en pleno período de dictadura, la gente estaba muy contenida, muy callada porque así lo mandaba el dictador. El Club de salsa fue una válvula de escape” y complementa Patricia Orozco: “era una manera de exorcizar el dolor a través del baile”
