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La Derecha y Orrego

Crédito foto: Twitter @osvaldoaravena

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Fue lamentable que Claudio Orrego tuviera que exhibir en la campaña sus credenciales democráticas, frente a la información profusamente difundida en redes sociales por el PC y el FA, de que había una conexión entre su conducta política en el pasado y la dictadura militar. La había, ciertamente, toda vez que Orrego fue un férreo opositor al régimen.

Pero el PC y el FA fueron más allá, porque no solo se auto arrogaron la potestad de otorgar certificados de pureza, sino que ahora pretendieron hacerlo sobre la base de mentiras y falsedades. Ni siquiera se trataba de fake news o de posverdad, sino que lisa y llanamente de mentiras, como lo hizo Trump con Clinton el 2016.

Tal estrategia no funcionó, o quizás lo hizo parcialmente, porque si los electores de la derecha se lo compraron, fue seguramente un aliciente para ellos ir a votar por Orrego, y el purismo de Karina Oliva le terminó jugando una mala pasada.

Una vez conocidos los resultados, vienen las explicaciones. Y las hay para todos los gustos. La que opera como consuelo para el PC y el FA es que Orrego ganó por el impacto de las “comunas de derecha” y que, sin embargo, Oliva se habría impuesto en las comunas populares. Si esto hubiese sido así, ¿cuál es el problema? Que yo sepa, Claudio Orrego asumió un compromiso con los ciudadanos y ciudadanas de la Región Metropolitana en primer lugar, y, en segundo lugar, con los partidos de Unidad Constituyente. No con la derecha.

Otra cosa es que la derecha se haya quedado sin opción, y sus electores, legítimamente, optaran por lo que a ellos les parecía un dique de contención “al comunismo”. ¿Acaso Orrego tiene que pedir perdón? Por ningún motivo.

Pero las cosas tampoco son nítidamente así, como lo ha reconocido el propio Gabriel Boric, porque Orrego ganó en muchas comunas más, bien distintas a las llamadas “comunas del rechazo” de la zona oriente.

La política de las descalificaciones del PC y el FA no dio resultado para ellos, y su posición de árbitros en la izquierda ha quedado sin piso, y sin legitimidad. Ya no es posible aferrarse solo a la “marca”, e inventar liderazgos por cada acto electoral, sino que además debe existir un mínimo programático -inclusivo y participativo- que sustente esta forma de hacer política promoviendo los cambios que exige el país, con respeto a las instituciones.

La torpeza de Daniel Jadue, de exigir “garantías” al ejército y a la DC, unido a la estrategia de mentiras sobre Orrego impulsada desde el comando de Oliva, representan nítidamente la lógica totalitaria que ha permeado ese lado de la vereda en la izquierda y reafirma la necesidad de fortalecer el espacio de la izquierda democrática, que valora la diversidad y está en condiciones de impulsar los cambios con las ciudadanas y ciudadanos, desde las propias instituciones democráticas. Esto es, en definitiva, lo que se anticipa como dilema principal de este ciclo político de cara a las próximas elecciones presidenciales.

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