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Desde las últimas semanas de septiembre, en los barrios de Barcelona resonaron cacerolazos con Vivas a la República y a la independencia, así como marchas franquistas y gritos de Viva España, manifestaciones que expresaron la tensión imperante ante la inminente dictación de sentencias en el proces a nueve dirigentes independentistas encarcelados después del referéndum calificado de ilegal por las autoridades españolas del 1 de octubre de 2017.
Siete dirigentes de entonces, encabezados por el ex Presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, siguen en el exilio mientras el gobierno central enfrenta las cuartas elecciones generales en 4 anos -el 10 de noviembre- en busca de estabilidad política ante el fracaso del primer ministro Pedro Sánchez para lograr un gobierno de coalición.
Todo indica que ningún partido ni conglomerado alcanzará la mayoría de 176 de los 350 diputados necesarios en las Cortes para gobernar con estabilidad.
Por la derecha solamente el Partido Popular, PP, de Pedro Casado podría aumentar levemente su participación, no así Ciudadanos (Albert Rivera) ni la ultraaderechista Vox (Santiago AbascaL) que, según las encuestas, verían mermadas sus posibilidades. En la izquierda, se desconocen las consecuencias que acarreará la sentencia contra los independentistas en Cataluna y la votación del Podemos de Pablo Iglesias (que sufrió la pérdida de un sector que encabeza su lugarteniente, Iñigo Errejón, quien formó el grupo Más País, desconociéndose su caudal electoral mientras que la coalición Juntas Podemos a nivel nacional (con los comunistas de Izquierda Unida) tienen algunas expectativas, al igual que el PSOE de Pedro Sánchez. Pero ningún acuerdo garantiza los votos ni sillones indispensables para un gobierno estable.
De derechas e izquierdas
En España conviven tres derechas: PP, Ciudadanos y Vox. Tres izquierdas: PSOE, Unidas Podemos y la nueva cápsula Más País. Y tres ramas soberanistas: el Partido Nacionalista Vasco, Esquerra Republicana de Catalunya y lo que quede de la convergencia radical después de la sentencia del Tribunal Supremo.
La repetición de las elecciones ha disparado hasta límites nunca vistos el cansancio de la sociedad respeto a la política. Cansancio e irritación. Pero en Catalunya hay además de la decepción, muestras de desilusión.
Independentistas y no independentistas percibieron los resultados del 28 de abril pasado con esperanza de una mejora de la situación. No una solución pero si una perspectiva de mejora. Esa perspectiva se ha cerrado con el colapso de la última legislatura.
En la Moncloa confían que la acumulación de tensiones e incertidumbres podrían acabar propiciando una mayor adhesión al partido gobernante, que se presenta como la única opción razonable y equilibradora.
