Analista político y sociólogo.
Si hay algo que debiera asustar en el oficialismo no es la aparición de figuras presidenciales que estén compitiendo, sino su posible ausencia.
Un gobierno que no perfila personalidades capaces de darle continuidad ha fracasado en un aspecto decisivo. Si se toman las precauciones del caso, una situación de estas características es perfectamente administrable, tanto en sus tensiones internas como en las presiones externas que se reciben.
El problema no se presenta con fuerza en un primer momento porque, al principio, lo que se hace es dar espacio para que estas figuras se destaquen más y eso se puede hacer sin que existan roces o tensiones graves.
Todo esto se puede mantener hasta que los partidos que dan respaldo a las candidaturas asuman opciones políticas alternativas. De momento, y sin excluir el caso constitucional, no hay a la vista muchos de estos dilemas.
Aunque parezca paradojal, una debilidad opera como fortaleza porque el oficialismo es tan débil que ninguna decisión que se tome en su interior tiene alguna posibilidad de imponerse en el Parlamento. Por lo mismo, no hay decisiones importantes que tomar ni por qué dividirse. Son diferencias que no pasan de las intenciones.
Tampoco se puede esperar que desde los ministerios se implante una política pública particularmente identitaria de izquierda. Estos intentos han sido abandonados temprano, no se va a reincidir provocando diferencias intestinas.
En Educación, la agenda de identidad del ministro Ávila fue enviada a la retaguardia, sin ningún tipo de ceremonia. Lo que se haga en el Ministerio de la Mujer no tendrá la repercusión que alcance el debate constitucional sobre equidad de género, ya sea a favor o, lo más probable, en contra.
Hay ocasiones en que la autorreferencia, simplemente, no es posible. Definir por su lado cuándo le conviene al gobierno que la carrera presidencial adquiera dinamismo es solo un modo de plantear el asunto. La otra forma es constatar qué grado de evolución está alcanzando la derecha en la misma cuestión. Y el caso es que no hay punto de comparación que resulte favorable al oficialismo.
En el escenario de que gane la opción del apruebo en el próximo plebiscito y de que esto, a su vez, se asocie a Kast como la figura triunfante, el gobierno tendrá que acelerar el paso en sus definiciones, no para competir en igualdad de condiciones con la derecha, sino para intentar alcanzarlo.
La idea de «blindar» candidaturas cuando ambas forman parte del Comité Político es muy extraña. Por definición están expuestas a la contingencia. Hay un punto en que la protección de presidenciales se vuelve ausencia de las obligaciones propias del cargo. De tanto proteger se llega a limitar el despliegue.
Lo bueno es que no se está dando una competencia en un mismo espacio, sino en distintos ámbitos que cada ministra debe llenar, sin mayores interferencias. Pueden hablar de todo y no hay ningún problema. Lo único que no deben hacer es referirse a las candidaturas como algo natural y “colaborativo”. Nunca tanto. Dividámonos el trabajo: ellas hacen como si no fueran candidatas y los demás hacemos como que no nos damos cuenta. Muy chileno.
