martes, abril 30, 2024
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Peces chilenos, el exterminio privado del mar: ¿Qué hará el Progresismo con la reforma de la Ley de Pesca y Acuacultura?

Crédito foto de Lance Anderson en Unsplash

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Chile tiene 6.435 km de una bella costa Pacífica. Es uno de los países marítimos privilegiados del mundo. Desde su temprana época como naciente república, sus mares fueron siempre codiciados por balleneros, loberos y flotas pesqueras inglesas y norteamericanas, entre otras, que arrasaron con millones de mamíferos marinos. Pero sus peces y mariscos durante siglos no fueron tocados. Hasta fines del siglo XX los chilenos siempre tuvieron abundante y variados pescados y mariscos en su mesa. Durante el Gobierno Popular del Presidente Salvador Allende los pesqueros rusos solidariamente extrajeron miles de toneladas de pescada para darlos al consumo de los chilenos más pobres. Sin embargo, a pesar de ello este subió poco manteniéndose cerca de los 10 kilos anuales per cápita.

Con Pinochet, ya en pleno modelo neoliberal, se fomentó el exterminio de jureles, anchovetas y sardinas, alentando la fabricación de harina de pescado y exportándola. Fuimos los campeones del mundo en ese horrible ecocidio. Los singulares pescados chilenos transformados en harina pasaron a alimentar a millones de animales terrestres de engorda de los países desarrollados, cuyas dietas contenían esa valiosa proteína.  El mar de Chile es de una biodiversidad exquisita. Existen al menos 1182 especies de peces, 56 de las cuales tienen interés comercial​, destacándose entre ellas el jurel, la sardina chilena y la anchoveta, entre otras. La harina no discriminaba, pez que caía en la red era pulverizado. El concepto jurídico que sostenía todo eso era que el mar y sus criaturas eran parte del Res Nullius, esto es:  de propiedad de nadie o de quien los capturara. Allí comenzó la cosecha masiva e implacable de los peces chilenos, hecha con modernos satélites, sonares y las más diversas artes de pesca, con un cardumen infinito de naves pesqueras sin dejar escape alguno a los peces. Era el inicio del exterminio privado del mar chileno, continuando en los gobiernos democráticos que sucedieron a la dictadura.

Durante el gobierno del presidente Aylwin, se modificó insignificantemente la Ley General de Pesca y Acuicultura (LGPA), y con la complicidad democrática de algunos con el modelo neoliberal, se permitió el cultivo de salmones en las Reservas Nacionales, asunto al que todos los conservacionistas, incluyendo la CONAF de su época, se opusieron, situación que hasta hoy incomprensiblemente se mantiene. Ahora, después que los peces marinos fueron exterminados y generan pocos ingresos, los crecidos salmones producen mucho más empleo y dólares que toda la pesca nativa nacional.

Más tarde, la modificación de la LGPA llevada a cabo por el ex ministro Longueira del primer gobierno de Sebastián Piñera, produjo la privatización definitiva de los peces chilenos, asignando cuotas permanentes de pesca, según el tamaño de las flotas extractoras. Obviamente las más grandes obtuvieron las mayores cuotas y la riqueza continuó concentrándose, a costa del patrimonio de todos los chilenos. Esto motivó enormes protestas del sector pesquero artesanal, que luchaba también por su tajada. Una vez obtenida, ante el jugoso negocio en que la materia prima es gratis, poco a poco fueron haciendo tratos de pesca, tanto en sus 5 millas exclusivas, como en el trabajo de pesca por encargo para las grandes empresas. Esto estimuló el crecimiento sin razón de la flota artesanal, que ya no trabajaba para sí misma sino para las grandes empresas y por un lucro cada vez más grande. En el Parlamento chileno la corrupción estuvo presente en la época de la última modificación de esta ley. El ex senador Orpis (UDI), actualmente preso, fue sorprendido recibiendo coimas para hacer la ley a gusto de los poderosos industriales de la pesca. El máximo organismo regulador del sector, el Consejo Nacional de la Pesca durante ese período, a pesar de la dura data científica de que las pesquerías chilenas estaban sobreexplotadas o en extinción, siempre encontraba la forma ingeniosa de cambiar poco o definitivamente no cambiar el sistema de pesca, haciéndolo más insustentable. Las alertas científicas casi siempre eran puestas bajo la alfombra. El exterminio del mar continuó aceleradamente durante décadas. La ciencia pesquera fue y ha sido acallada en múltiples ocasiones y aún lo sigue siendo. Así, desde los años 90 en adelante comenzaron aparecer en las ferias libres de todo el país las pescadas enanas, estas pasaron de aquellas gigantes de la mesa de los abuelos a las escuálidas juveniles de hoy. Los industriales y pescadores artesanales habían comenzado a matar los ejemplares de reemplazo de los peces. Están disminuyendo aceleradamente su capital natural.

En el intertanto algunos innovadores de la pesca industrial habían encontrado un nuevo tesoro para explotar: el langostino Krill de las aguas de los mares Antárticos y Subantárticos. Este es el componente clave en la alimentación de las distintas especies de ballenas, aves, peces y cefalópodos que allí se refugian después del holocausto ballenero y lobero ocurrido en Chile en los siglos XIX y XX. Además, las corrientes llevan surgencias conteniendo miles de toneladas de ese crustáceo hacia el norte del continente a través de la corriente de Humboldt, lo que hace enormemente rica la costa bañada por esa corriente. Entonces, habiendo pesca gratis y no regulada, son cientos de barcos que pescan krill en esos mares para convertirlo luego en una insípida pasta de proteínas, y usar algunos de sus componentes en la industria cosmética. El principal alimento de ballenas, aves, peces y cefalópodos ha comenzado a ser saqueado sin ninguna regulación, con imprevisibles efectos ecológicos sobre la Antártica. Las flotas pesqueras rusas y ucraniana, además de la chilena, con el permiso del Estado y de la Comisión Antártica, casi exterminó el bacalao de profundidad y el krill antártico.

Por otro lado, la voracidad extractiva desde 1990 hasta ahora, está deforestando insosteniblemente los bosques de algas marinas del país para exportarlas. En ello, la obsecuencia de las instituciones de fiscalización del mar ha sido patente. Se escudan en que la gente pobre del mar necesita trabajo e ingresos. La destrucción de bosques marinos de algas pardas es de un inmenso efecto destructivo de uno de los principales y más productivos ecosistemas marinos, pues esos bosques son áreas de protección, de reserva y cría de cientos de especies marinas que allí habitan (unas 110). Esta “explotación” que consiste en arrancar de raíz las plantas de algas pardas como los huiros, dejan un desierto en el fondo del mar y allí la biodiversidad marina cae a cero. Explotación que alcanza a 428 mil toneladas anuales y que reporta unos miserables 25 millones de USD por año, además de dañar duramente la capacidad chilena de captura de carbono pues las algas aportan el 50% de la captura total de este elemento. Solo después de 20 años comienzan a recuperarse esas plantas marinas. Este es un ejemplo lamentable de la política extractivista impulsada por el actual Estado chileno en este sector.

El Alfonsino de Juan Fernández es un bello pez de color rojo amarillento de grandes ojos, porque vive de 400 a 2.400 metros de profundidad en la zona de los ricos montes submarinos, donde la luz es muy poca y para ver hay que tener ojos grandes. El año 2001, sin saber casi nada de la biología del pez, el Estado chileno autorizó su pesca. Se extrajeron 3000 toneladas anuales cuyo producto se exportó a países asiáticos. Al inicio de su pesca se hicieron estudios y ya a los tres años de esta su población había sido rematada. Aun así, la autoridad regulatoria autorizaba la pesca de 1.700 toneladas por año siguiente destruyendo así la masa reproductiva de ese pez, que después de su edad juvenil crece muy lentamente. Fue tal el desastre que se decidió clasificarla en Estado de Colapsado o Extinción. Es un claro ejemplo de pesca insustentable alentada por el Estado.

El Grupo de Trabajo en Política Pública Pesquera conformado por varias instituciones especialistas en el sector, han elaborado un documento después de largos años de trabajo, denominado: “Propuestas para una política pesquera en Chile: una mirada desde la sociedad civil” publicado el año 2022 en el cual evalúan científicamente el estado de las pesquerías chilenas y proponen una serie de medidas tendientes a hacer sostenible el sector.

 La Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca) determinó el año 2021 que sólo el 50% de las especies hidrobiológicas cuentan con alguna norma de manejo y que, de las 44 pesquerías definidas, 28 cuentan con puntos biológicos de referencia sobre su estado y de éstas, más de la mitad se encuentran colapsadas o agotadas, y en algunos casos sobreexplotadas. Entre estas: Merluza, Sardinas, Alfonsino, Besugo, Reineta, Raya volantín, Bacalao de profundidad Anchoveta y Congrio dorado, es decir los principales peces chilenos. Como una forma de comparar la sobrexplotación del mar de Chile, basta decir que en 1930 se extrajeron 14.000 toneladas anuales y que el año 2022 se extrajeron 1.310.000 toneladas.

 ¿Qué hará el Progresismo con la reforma de la Ley de Pesca y Acuacultura?

El Director Supremo de Chile Don Bernardo O´higgins, con una preclara consciencia de futuro del país, creo la Marina de Chile y también su Marina Mercante. El Presidente Salvador Allende, con esa misma claridad, en marzo de 1971 propuso al Parlamento crear el Ministerio del Mar. Veía como ese inmenso mar, sus recursos y su soberanía, requerían un manejo superior. Las ideas de Allende aún esperan ser concretadas, Chile todavía no tiene Ministerio del Mar. Los chilenos de esa época consumían pocos pescados, lo cual no ha cambiado hasta la actualidad. Lo que ha cambiado, es que el patrimonio antes era superabundante y de todos los chilenos, ahora es principalmente de 7 familias industriales y la biomasa marina se exporta en casi su totalidad para el deleite de asiáticos y enriquecimiento de algunas familias. Actualmente solo 1 de 10 chilenos consume pescado y el 90% de los pescados y mariscos son exportados bajo diversas formas. Antes, el mar vivía su evolución natural en plena tranquilidad, las especies alcanzaban tallas y abundancias gigantes, la biodiversidad marina y el clima estaban impecables. Actualmente el 62% de las principales pesquerías nacionales están sobreexplotadas o agotadas, esto es: al borde de la extinción debido a la codicia extractiva de los pescadores, grandes y chicos. Pinochet sepultó la idea de Allende de un mar para todos los chilenos y creo una institucionalidad extractivista, la cual todavía gobierna el sector.

Hoy día el sector pesquero se caracteriza por una intensa sobreexplotación de sus recursos, por el inadecuado manejo de las pesquerías, el aumento del pillaje o pesquería ilegal, la falta de estrategias de conservación efectiva de los recursos marinos, un bajísimo consumo nacional de productos del mar, exportaciones ilimitadas, inclusive de algunos recursos marinos bajo la línea de sostenibilidad, crecientes cultivos de salmones en aguas de parques y reservas nacionales y finalmente una flota pesquera sobredimensionada para el stock de recursos marinos actualmente disponibles.

Se trata de un sector económicamente pequeño, de 300 millones de USD de exportaciones anuales, de solo 150 mil puestos de trabajo, cuyo mal funcionamiento actual tiene enormes repercusiones en la estabilidad del clima del país, la sustentabilidad de la vida marina, el empleo, la permanencia de las formas de vida tradicionales de muchas localidades costeras, incluyendo bellezas sin igual como Chiloé, entre otros patrimonios. Uno de los grandes nudos actuales del Progresismo es cómo defender el patrimonio natural marino – en teoría- de todos los chilenos, de la inmensa codicia extractivista de industriales y pescadores, que lo está destruyendo. Estos actores, que en algunos casos han hecho un “greenwashing” o “lavado verde” de su actividad, pero que no han cambiado en absoluto los conceptos que usan a diario en las faenas: la pesca bajo el obsoleto principio de “rendimiento máximo sostenible por especie”. que nos ha conducido al exterminio actual de los peces.

El nuevo principio que la reforma debe incorporar en la LGPA y que la ciudadanía demanda, es: incluir en toda la ley el enfoque ecosistémico pesquero. Esto es abandonar el principio de rendimiento máximo sostenible por especie por un concepto más amplio, que tome en cuenta las relaciones entre los seres vivos marinos, puesto que ningún pez vive en un vacío de especies y medioambiente. Incorporación en el manejo del Principio precautorio al no tener información suficiente para el manejo sostenible de los recursos. Esto último implica disminuir drásticamente las cuotas de extracción y con ello la sobredimensionada flota pesquera industrial y artesanal. Para beneficio de los y las chilenos/as el sector debe dar seguridad, inocuidad y soberanía alimentaria aumentando el consumo interno en el país de pescados y mariscos, bajando las exportaciones insustentables de productos del mar. Además, se debe incorporar en el manejo los evidentes efectos del Cambio climático actual. Finalmente, es necesario combatir la delincuencia en el sector, controlando la pesca y el comercio ilegal de productos del mar.

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