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Presentarse para Ganar, sino ¿Para Qué?

Crédito foto: Patricio Muñoz Moreno

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Presentar una candidatura presidencial no basta, para que tenga sentido, dentro de la competencia efectiva por el poder, se necesita ocupar un espacio real que la habilite como una opción. No todo el que se inscribe aspira a La Moneda.

Siempre se presentan candidaturas que se justifican por el interés de tener tribuna para una causa social, por una opción ideológica, el afán de figuración o el interés de contener a otros. Estas opciones son parte del paisaje, a nadie molestan porque son, horadamente, otra cosa. La finalidad es contar con audiencia en la campaña y la candidatura es una finalidad en sí misma.

A las candidaturas que se presentan para conducir al país se les piden condiciones imprescindibles. Deben encarnar una apuesta colectiva de poder, aglutinar fuerzas políticas con respaldo y presentar una oferta programática que las acerca o las alejan de quienes hoy dirigen al país. En definitiva, las apuestas que cuentan son aquellas que representan a coaliciones.

Mirada en esta perspectiva, quienes están concursando por el poder son sólo tres actores: la derecha, con Sichel, es la continuidad reciclada de lo que tenemos; la izquierda, con Boric, se presenta como la alternativa al modelo, de la mano del cambio generacional; la centroizquierda, con Provoste, se presenta como alternativa de cambio con gobernabilidad garantizada.

No puede ser casual que cada uno de estos actores principales hayan generado una alternativa por necesidad de marcar una identidad política, que quiere demostrar que se ha de contar con ella como factor independiente. La derecha tiene a su lado a Kast y los republicanos; Apruebo Dignidad tiene a la Lista del Pueblo en estas condiciones y la centroizquierda a ME-O y el PRO.

Estas opciones complementarias tienen distintas justificaciones. La derecha dura se niega a ser sumada y tampoco es que la quieran mucho dentro de la coalición principal, porque espanta al centro. En la izquierda lo que se rechaza es la hegemonía, ya sea del FA o del PC. El PRO ya se encontraba instalado en la centroizquierda, después de un acercamiento consciente y prolongado y, cuando había conseguido su aceptación, su líder marcho en reversa.

Las tres alternativas principales copan el espacio de las opciones disponibles con posibilidades de triunfo al cierre de las inscripciones. Puede que, en el futuro próximo, florezcan otras alternativas, ellas se están abriendo cancha, pero consideran que esta no es su oportunidad se preparan; ecologistas, feministas, pueblos originarios, pero sin las prisas de lo inmediato.

Las señales de las alternativas sin espacio suficiente para validarse en la campaña se identifican con facilidad: llaman a la unidad desde la dispersión; se presentan en sucesivas oportunidades como algo novedoso, siendo las mismas; se mueven por el territorio sin moverse en las preferencias ciudadanas.

Para que sus adherentes identifiquen una opción fallida se cuenta con un test infalible. Basta que se separen unas cuantas cuadras de su sede partidaria y de su líder y se darán cuenta que el mundo que los rodea es ancho y ajeno. No viven en las conversaciones cotidianas y lo que no está en la calle ni en los hogares, lo que no está en lo habitual, no tiene existencia.

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