Analista político y sociólogo.
El debate parlamentario más importante del año se da al presentarse la Ley de Presupuesto. Allí se focaliza la atención, se producen los alineamientos más importantes y el debate se da en profundidad.
Aquí el protagonismo lo tienen los integrantes del Congreso y eso cambia el escenario. En el debate constitucional los parlamentarios deben reaccionar ante lo que otros hacen, pero en esta ocasión son los actores centrales.
Después del “caso convenios” hay que dar por descontado el debate sobre la existencia de controles de las transferencias a terceros.
La oposición concentrará sus críticas en un punto que se asocia a la crisis política más destacada del último tiempo. Por descontado, el gobierno llega más preparado para tener respuestas adecuadas. De manera que tendremos mucha atención periodística y ninguna novedad.
Este foco de interés puede hacernos perder de vista lo más importante. Aunque todos se refieran a los mismos temas, no estarán diciendo lo mismo. Hay quienes tienen por interés principal el Presupuesto y hay otros que ven una oportunidad para hacer una evaluación negativa de la gestión del gobierno.
La diferencia en la práctica es notable porque quienes agudizan la crítica a la evaluación global de la administración Boric adelantan un ambiente electoral que se vislumbra duro y enrarecido. Concentrarse en apoyar las enmiendas para enfrentar los problemas presentados es poner el foco en las necesidades del país, más que en las disputas políticas de coyuntura.
Nominalmente, habrá una amplia coincidencia en poner especial hincapié en las medidas de probidad y transparencia, que es en lo que se basa la derecha para promover un frente común con todos los sectores no incluidos en el oficialismo.
Eso tiene mucho sentido desde la derecha, pero no fuera de ella. Puede ser que la DC, Demócratas y Amarillos difieran en otras cosas, pero no en entender que dejarse liderar por otros es lo contrario a posicionarse con voz propia.
Desde el centro el objetivo es producir rectificaciones en base a las mismas prioridades establecidas por el gobierno en su programa. Eso no pone el acento en antagonizar para mostrar falencias, sino en lograr coherencia y efectividad con los fines declarados. Su éxito se mostrará en las enmiendas conseguidas.
Se trata de jugar con las cartas abiertas. Los criterios con los que se evalúa el Presupuesto han sido dados a conocer con precisión, por ejemplo, en el caso DC, antes de que el Presidente Boric informara al país por cadena nacional.
El destino de un gobierno debe dejarse en sus manos. Lo que la evaluación ciudadana tendrá que hacer a partir del próximo año deberá basarse en lo que la administración Boric fue capaz de hacer, mucho más que juzgarlo por aquello que se le impidió realizar por no contar con la mayoría del Parlamento.
La derecha debiera mostrar mayor confianza en sí misma. Si cree que el gobierno está siendo reprobado por la ciudadanía, que sea porque su acción no es la mejor posible. Acusarlo de no caminar bien, cuando lo que hace es atarlo de pies y manos, es jugar sucio. En política, los que pueden hacer lo que quieren y no funciona, pierden y ya está. En cambio, las víctimas siempre regresan.
