Periodista y Director de Página 19.
Era un hecho de la causa que, más temprano que tarde, las derechas se iban apropiar del Senado y, posiblemente también, de la Cámara de Diputados y Diputadas. Había una especie de ingenuidad política, de creerse el cuento de la política de los acuerdos noventera y de “tengo todo el perfil de ser presidenciable”, asunto que estaba muy lejos de la realidad e incluso del pragmatismo político.
A lo anterior, no ayudó para nada al oficialismo los caudillos de siempre que señalaban que “es mi gobierno, pero…”. El “pero” de siempre hizo que todo sucumbiera y nos mintieran. La actual administración gobernante nunca tuvo mayoría en el Senado. Partió en nuestra poesía insoluta que los acuerdos se cumplirían, pero el apetito por el poder siempre pudo y puede más. El canibalismo estaba el acecho de cualquiera. La que alguna vez se declaró “progre” en la Democracia Cristiana, y no la eligieron candidata a Presidenta, simplemente se taimó y, de buenas a primeras, formó su propio partido político con las mismas ganas de ser presidenciable compitiendo con sus nuevos aliados de todas las derechas. Ella y su lacayo que la acompaña a todas partes, es la gran bancada que tienen en la Cámara Alta, consiguieron la Vicepresidencia del Senado de la República. Cuando todas las fuerzas progresistas los cuestionaron por votar con la derecha, esa sombría tarde-noche de la votación de la mesa del Senado, a ninguno de los dos se les movió ningún músculo. Tienen, obviamente, un oficio por el poder y de todos los cargos que en los últimos 30 años ocuparon con sus ya ex socios de la Concertación y la Nueva Mayoría.
Así las cosas, parece una falta evidente de algunos senadores y senadoras del oficialismo que señalan que todavía” podrían tender puentes para llegar a acuerdos en la agenda de reformas del Gobierno del Presidente Gabriel Boric. No están los votos para ello, pensar distinto es, simplemente, un disparo a los pies por que ya lo dijo el Presidente de la UDI, Javier Macaya, en el programa Tolerancia Cero el domingo pasado: “Ni un punto a la seguridad social de la reforma de pensiones” del proyecto de la administración Boric. Ni pensar en el Pacto Fiscal que, según ellos, empobrece a sus amigos y aliados empresarios para que en Chile exista más igualdad.
¿Qué hacer?
Quizá poner en agenda aquellos proyectos más viables del esmirriado programa del actual gobierno. O sacrificarse y dejar en evidencia cómo vota la derecha en temas país que la ciudadanía espera por largas décadas: pensiones, salud, salarios… O quizá ya enfrentar el dilema, pasar página y pensar en construir nuevas mayorías, pensando en las próximas elecciones municipales y de gobernadores para cambiar a su favor la correlación de fuerzas. No es fácil cuando el apetito propio está en el individualismo más puro y lo colectivo es parte del pasado.
Tampoco es fácil cuando el poder del dinero y de los medios de comunicación, en un 90 por ciento propiedad de la derecha y de los empresarios, están todos los santos días batallando por sus propios y mezquinos intereses. Y no solo eso, el mismo oficialismo se “muere” por aparecer en ellos, validándolos con entrevistas y columnas de opinión. Ni siquiera son capaces de cuestionar a los poderosos de esos medios de difusión.
La tarea no es para nada fácil, porque pareciera que está todo en contra. Muchas veces, se ha dicho que los partidos más progresistas olvidaron la calle, hoy se les llama “territorios”. Difícil estar ahí, cuando la cuenta corriente de los partidos políticos está en cero. La credibilidad quedó por los suelos y será un asunto que tendrán que sopesar con creatividad y altura de miras si quieren cambiar las cosas.
Quedan dos años para frenar al conservadurismo más cavernario, pero eso dependerá solo de la unidad del progresismo y de lo que anhelan las grandes mayorías que, a estas alturas, poco o nada ellos conocen.
