Periodista
Mi primer encuentro con la filmografía de Pedro Almodóvar fue en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile. Junto a “La última tentación de Cristo” y otras películas censuradas en el ocaso de la dictadura, un grupo de adolescentes vimos en una pantalla ínfima de televisor “La ley de deseo”. El segundo encuentro, un ciclo de sus primeros filmes en El Biógrafo. Han pasado décadas y el aparecido al que algunos le vaticinaron poca vida útil es un consolidado a nivel global, un irreverente maduro que para compatriotas como Rosa Montero se ha vuelto un aburrido insoportable. Disiento. Pero cualquiera sea la opinión que uno tenga sobre #almodovar, a su libro de relatos
“El último sueño”, publicado por Reservoir Books, no se llega sin una carga preliminar de ideas, recuerdos y emociones. “Este libro es lo más parecido a una autobiografía fragmentada. […] El lector acabará obteniendo la máxima información de mí como cineasta, como fabulador y el modo en que mi vida hace que una cosa y las otras se mezclen”, indica el autor en la presentación.
En efecto, aparecen en los relatos -no todos califican como cuentos, en rigor- la infancia manchega, la influencia católica como una dolorosa sombra, el ingenio, la chispa que veríamos luego en el cine. “Vida y muerte de Miguel” y “La ceremonia del espejo” hacen alarde de una imaginación profusa.
Entre varios comentarios en la solapa, Antonio Tabucchi señala que “Almodóvar visita todo el espectro de colores de nuestra alma: el dolor, la tristeza, el cariño, la nostalgia, la euforia, la disforia, el impulso incontenible de comunicar, la frustración del silencio”. Sostengo que la ternura vertida hacia Chavela Vargas en “Adiós, volcán” y hacia su madre en el relato que da título al libro, bastan para justificar y atesorar este libro.
