jueves, marzo 28, 2024
NacionalManola Robles y el Pago de Chile

Manola Robles y el Pago de Chile

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De Que Chile es un país ingrato, no caben dudas. Gabriela Mistral fue reconocida en el extranjero antes que en su país. Don Elías es más famoso en Brasil que en Chile. Michelle Bachelet es una connotada figura internacional y en Chile es denostada por muchos.

La muerte de Manola Robles nos ha remarcado esa característica tan nefasta en nuestro país. Y no solo respecto de esa profesional. Alguien ha señalado en estas últimas horas que Manola no fue una figura aislada, sino que formó parte de un equipo emblemático y crucial a la hora de romper los cercos informativos impuestos por la Dictadura de Pinochet y sus aliados: el de Radio Cooperativa, a través del cual siempre pudimos estar informados en los tiempos oscuros, al riesgo cotidiano de las vidas de sus integrantes.

Y no se trata solo de Cooperativa. Hubo múltiples equipos periodísticos que se la jugaron por decir la verdad, por gritarla, mientras otros eran solo cajas de resonancia de la dictadura cívico-militar, De Cuadra y la Dinacos, entre otros de personajes de triste recuerdo.

Si recordamos y sumamos, son cientos los reporteros, fotógrafos, radio controladores, camarógrafos, administrativos de medios como Análisis, Apsi, Cauce, Fortín Mapocho, La Época, La Bicicleta, Pluma y Pincel, Radio Cooperativa, Radio Nuevo Mundo, Radio Chilena, Revista Solidaridad que salieron cada día a la calle, venciendo el miedo, arrancando para adelante, para buscar la noticia real y desvirtuar la farsa que montaba la Dictadura. Para tomar la foto oportuna, para obtener la cuña precisa, para estar al pie del cañón, solos en la sala de controles, cuando un reportero tenía que despachar en forma urgente.

Arriesgar el pellejo era parte de la pega. Y no se pensaba ni cuestionaba. Cuando mataron a Pepe Carrasco, todos esos equipos seguimos adelante. Cuando surgieron golpes informativos que atañían a los aparatos de seguridad, a la policía política de Pinochet, al  Mamo Contreras, todos compartimos y apañamos en las consecuencias. Fernando Paulsen fue preso por tildar de “asesinos”  a los carabineros que degollaron a José Manuel Parada, Santiago Nattino y Manuel Guerrero y poner el adjetivo al centro de la portada de Análisis. Juan Pablo Cárdenas sufrió -entre otras cosas- la quema de su casa por acusaciones similares. En fin, son tantas las graves consecuencias para esos equipos que desenmascararon la mentira que sería imposible mencionarlos todos. Sin contar los crímenes de periodistas desde el mismo 11 de septiembre de 1973.

Sin embargo, todo ese trabajo, todo ese aporte, todo ese legado, paso a ser un mal currículum a la vuelta de la democracia.  Y allí comenzó el pago de Chile. Lejos de ser reconocidos o “premiados” con trabajos estables, todos esos cientos de periodistas pasaron a tener que rascarse con sus propias uñas. Y, muchas veces, a tener que dejar el periodismo para poder sobrevivir.

¿Quién hubiera pensado que un Sergio Campos, la voz de los sin voz a través de los diarios informativos de la radio Cooperativa, iba a entrar sin pena ni gloria a los nuevos tiempos de la democracia chilena? ¿Quién hubiera pensado que no le darían un espacio de reconocimiento en un canal público como TVN? ¿Quién hubiera pensado que pasarían más de 20 años desde el retorno a la democracia para que le dieran el Premio Nacional de Periodismo, casi con fórceps? ¿Quién hubiera pensado que un Patricio Bañados sufriría de la misma indiferencia?.

Mientras, personajes que estuvieron calladitos en los años del terror -y ni tanto puesto que formaban parte de la comparsa de la Dictadura- ocuparon cargos floridos en el canal de “todos los chilenos”, tanto en sus matinales como a toda hora del día.

Ni Manola, ni Sergio, ni Marcia, ni Carmen, ni Patricio, ni Silvia, ni Manuel, ni Alicia, ni Hugo -por nombrar a algunos de los cientos de olvidados- fueron reconocidos. Solo un acto en La Moneda, donde el Presidente Aylwin regaló una medalla de recuerdo a los periodistas que habían estado procesados en Fiscalías Militares por decir la verdad. Pero de medallas de cobre no vive el ser humano…

Y hoy la muerte de Manola hace revivir todo ese sentimiento oscuro, como los tiempos en que ella reporteó. Felizmente, en su caso los presidentes Lagos y Bachelet la reconocieron otorgándole una agregaduría de prensa, algo que le debe haber ayudado en sus escuálidos ahorros. Porque esa es otra gran  verdad: los periodistas que trabajaron (que trabajamos), en los medios de trinchera en la Dictadura ganaron los magros sueldos que permitían los tiempos y se quedaron en la mayoría de los casos, sin previsión porque no había contratos de por medio. Solo  sueldos entregados en sobres de papel roneo a finales de mes. Nada de permisos maternales, ni licencias pagadas. Solo mística y entrega movían a los medios que surgieron en los años 80… Está bien. Dejémoslo pasar. Vivíamos en Dictadura. Aunque igual fue injusto.

Pero, ¿y a la vuelta a la democracia? No era posible hacer contratos? Dar alguna seguridad laboral? No, porque se agregó el que se acabó la ayuda internacional y el Estado chileno siguió entregando su dinero en avisajes millonarios al Mercurio y a La Tercera. Solo contados servicios públicos, por iniciativa de sus cabezas, apoyaron,  vía auspicios, a los medios que aun sobrevivían el año 1990. Pero esa sobrevida duró poco y esos medios fueron muriendo. Y sus periodistas fueron a dar a  la calle.

Ese  es el pago de Chile que la trágica muerte de Manola nos recuerda lastimosamente.  Y nos reitera que en este lindo país con esquina vista al mar son otros, los mismos de siempre, los premiados, los incluidos en ternas de cualquier tipo. Las Manolas, los Sergio siempre quedaran fuera. Excepto, a la hora de su muerte donde, como por arte de magia, se comienzan a recordar sus méritos. Méritos  que fueron decisivos en la hora de aportar al retorno a la democracia.

Ojalá que no para todos y todas sea tarde como para Manola. Ojala las Escuelas de Periodismo integren en sus mallas la memoria histórica del periodismo chileno. Ojala no haya más periodistas que tengan que vivir con pensiones de AFP miserables porque nadie les hizo contrato en los tiempos aciagos, donde jugárselas no era juego.

Ojala el pago de Chile sea literalmente lo que esa frase enuncia: el pago de un país hacia ciudadanos y compatriotas que se lo merecen con creces por su contribución apasionada y desinteresada a causas superiores, como la libertad de expresión y la democracia.

Patricia Collyer
Patricia Collyer
Periodista y Psicóloga.

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