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¿Perdimos la Batalla contra el Narcotráfico?

Crédito: Patricio Muñoz Moreno

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¿Es exagerado plantear que los narcotraficantes buscan controlar los gobiernos? ¿Afirmar que disponen de toda la capacidad necesaria para lograrlo? ¿Es creíble decir que ellos buscan controlar a quienes deben controlarlos? ¿Meter en el negocio a los que lo repudian?

La lógica interna de su gestión los asimila a los musulmanes chiitas. Estos dicen que el mundo será musulmán tarde o temprano. No les importa cuánto demoren en lograrlo. Lo central es no dejar de lograrlo. Disponen, dicen ellos, de todo el tiempo del mundo y de la historia. Todos los días avanzan un centímetro, todos los días sin parar. Mientras exista humanidad el mundo musulmán será posible. Para ello hacen uso de “todas las formas de lucha”, desde la prédica apasionada, la educación y la violencia.

¿Exagero?

Si miramos el narcotráfico incipiente en los años 20 en la región, su dimensión, capacidades y el tamaño del mercado cuando se comerciaba “goma negra” y lo vemos cómo se despliega ahora, podemos decir que ellos avanzan todos los días un centímetro y que estamos frente a la peor amenaza de la historia, algo así como la peste negra en la Edad Media que en el año 1348 mató a más de 80 millones de europeos indefensos.

Frente a esa amenaza casi no había escapatoria, sino confiar en la fortaleza de la salud de cada cual que pudiera resistir el ataque de esta peste bubónica. Confiar en la selección que la propia naturaleza se encargaba de hacer dejando algunos sobrevivientes.

Los narcotraficantes cuentan con aliados poderosos, muy irresistibles: el placer que produce la droga, la enajenación, la dependencia y la codicia irrefrenable de los humanos por el dinero.

Ellos operan y se expanden en múltiples escenarios, tanto de negocios como territoriales, diversifican sus productos, evolucionan y se perfeccionan sus métodos conspirativos, buscan cada día mayores cuotas de control.

¿Cuál control?

Aquel que confesaba el Chapo Guzmán ante la justicia norteamericana después de fugarse dos veces de cárceles de alta seguridad: Tener en su nómina a importantes personajes de las Fuerzas Armadas, del Poder Judicial y del Poder Legislativo. O la osadía de Pablo Escobar que logró ser diputado en el parlamento colombiano y después construir su propia cárcel que funcionaba bajo su control.

El mejor de todos. Hacerse de la capacidad decisional de quienes regulan y ordenan de qué manera, cómo y con qué, se busca frenar esta expansión. Vale decir alcanzar el poder político. El objetivo es diverso en sus intenciones y formas: Conseguir apoyo para burlar normas, leyes y regulaciones que les impiden la expansión irrefrenable de su negocio; abrir espacios, facilidades burocráticas para situar sus operaciones comerciales en el mercado legal; fachadas para lavar el dinero que, en caso contrario, no les sirve para casi nada; influir o, mejor aún, condicionar las iniciativas legales para favorecer la tipología de negocios y la tipología de normas para el desarrollo de iniciativas financieras, por ejemplo.

 Recoger insumos de inteligencia desde los más variados ámbitos, sobre la base del principio que dice: “el que sabe gana, el que sabe antes gana dos veces y el que lo sabe todo gana todo”.

Los adversarios y las amenazas más graves sobre nuestra sociedad no están en el menudeo del microtráfico en las poblaciones, ni en las agrupaciones familiares que gestionan el negocio, tampoco enfrentamos el riesgo de la producción masiva con excepción quizás de la marihuana, ni en el reclutamiento de jóvenes desempleados como soldados.

Penetrar el aparato político, quiero decir, las rutas hacia las posiciones más influyentes en el funcionamiento del gobierno y las instituciones que hacen funcionar la democracia, es un objetivo del narcotráfico que me parece el más amenazante y que nos puede llevar a una situación terminal: ser un narco Estado.

Lo que ha ocurrido en el Partido Socialista es mucho peor que un conflicto de poder, o de egos, o de intereses personales. Todo ello confluye obviamente para hacer posible esta penetración corrosiva hacia la narcopolítica.

Primero se produce la desnaturalización de los partidos políticos, quedan en el camino las modalidades con las cuales ellos aportan y sostienen el régimen democrático y la participación ciudadana. Se reemplaza todo ello por mecanismos diferentes que, al contrario, dañan y desestructuran todo el sistema.

Entonces, la acusación no debe ser quién es responsable de la penetración del narco en los partidos, sino quienes han creado condiciones políticas y funcionales para que el narco pueda penetrar.

Lo ocurrido no es un problema que atañe al Partido Socialista, sino que a todos los partidos e instituciones. Constituye una señal de que la amenaza más potente del narcotráfico surge cuando los partidos y las instituciones se convierten en otra cosa, en mecanismos de obtención de poder, en sistemas generadores de mercados cautivos y plenamente controlados y su gestión no tiene que ver con la política de verdad sino con operaciones que utilizan los métodos y formas de la política pero al margen de ella.

Se daña la democracia, la responsabilidad de los partidos para enlazar a la ciudadanía con el ejercicio del poder. Esa conexión es lo más importante, debe preservarse para no convertirse en un narco Estado. Eso ocurre cuando el poder es capturado por grupos ajenos a la política, grupos de crimen organizado que usan malas artes, engaño y violencia para preservar y agrandar su poder y su negocio.

En esas condiciones, lo relevante de la defensa es la integridad de los actores políticos, su idoneidad moral, su voluntad de representar a los ciudadanos antes que nada, defender la democracia, dejar a un lado las ansias personales de poder, olvidarse de amasar fortunas y ganar privilegios, no perder la conexión con los ciudadanos, ser rectos, honorables y honrados.

Si esas son las condiciones para la defensa frente al narcotráfico, es verdad que estamos perdidos.

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