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Amigos con Ventaja… ¿Ventaja para Quién?

Crédito fotografía: Patricio Muñoz Moreno.

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Es cierto, adelantos científicos como la píldora anticonceptiva y el Viagra revolucionaron la vida sexual de hombres y mujeres. A la relación afectiva le entró un soplo de libertad y autodeterminación. Ya la biología humana no podía impedir el sexo solo por placer ni la prolongación exitosa de esta conducta hasta una edad inimaginable en los años ‘60.

Producto de ese vuelco es probable que haya cobrado tanta fuerza una nueva forma de vínculo amoroso: los “amigos con ventaja”. Es decir, una relación sin etiqueta ni signos visibles de romance para el resto, sin compromiso formal, sin proyección conocida o explicitada y con variados antipactos (o sea, opuestos a los que se establecen en una relación clásica: no habrá fidelidad, no habrá celos, no habrá exclusividad, no habrá enamoramiento, etc.). Una relación, en definitiva, que se define por la libertad y donde lo único que está garantizado es el sexo.

Parece interesante. Es como el dicho “a falta de pan, buenas son las tortas” Parece idílico, incluso. Mientras no encuentro novio (o novia), tengo este sucedáneo de relación donde, sin embargo, obtengo una de las cosas más sabrosas y atractivas de una relación, el sexo a la mano en forma periódica. Es más, parece el sueño del pibe: cuento con la agradable y añorada delicatessen de toda relación afectiva, es decir un buen sexo, y me ahorro todo lo desagradable: el compromiso, el marcar tarjeta, el tener que compartir mi tiempo libre en cosas que no me gustan, el no poder mirar para el lado, etc., etc.

Cabe preguntarse, no obstante, si todo es tan paradisíaco. Y las dudas surgen cuando uno escucha los testimonios de los “amigos con ventaja” (o con derechos, o con cover, como quiera llamárseles). Porque nunca el asunto es tan simétrico respecto del placer y la satisfacción emocional que supuestamente otorga este tipo de relación. Hay una tendencia notoria a que la balanza se incline y uno de los involucrados empiece a sufrir la relación, ya no a solo gozar el sexo compartido. Las reglas que se estipulan para este tipo de vínculo empiezan a ser vividos como letra muerta por una de las partes. Generalmente, la parte femenina. Lo que no es casual.

Ocurre porque, a pesar de no ser monógamos por especie, los seres humanos buscamos aparearnos no solo para prolongar nuestra especie. Buscamos amar (aunque ello sea en el inicio sólo un cóctel químico y hormonal), buscamos proyectarnos, buscamos ese compañero de ruta con el cual esperar y enfrentar de mejor forma la soledad existencial y el ineludible fin de la vida. Si no fuera de esta forma, el sueño del cuento de hadas se habría extinguido. Es cierto que ya todos sabemos que el “se casaron y fueron muy felices” es solo el comienzo de un camino mucho más complejo, duro y desafiante. Pero uno al que la inmensa mayoría le gusta recorrer. Más que aquel del “amigos con ventaja”. No hay luchas por un “acuerdo de amigos con ventaja”. Sí hay luchas apasionadas por lograr uniones homosexuales legales o por “acuerdos de vida en pareja”…

“touch and go”

A estas alturas de la columna, imagino que tengo una cantidad enorme de disidentes y otra enorme cantidad que me encuentra conservadora… Sin embargo, mi punto no es el liberalismo o el conservadurismo. Mi punto es que estoy convencida que las relaciones de “amigos con ventajas” se convierten en algún momento, en un tipo de vínculo que ya no es tan claro ni tan gratificante como el agua. Porque en el ser humano, el sexo abre muchas puertas insondables. Por ello decíamos que el desasosiego empieza generalmente en la mujer. Porque, culturalmente, hemos sido criadas para ser mucho menos disociadas que los machos. A ellos se les permite (e incentiva) la disociación (por ejemplo, amor y sexo por carriles separados), razón por la cual el modelo “con ventaja” les calza más.

Pero no hay ser humano que no sienta, en algún punto de una relación, que se quiere “aguachar”. O que ya se está aguachando. Y el compartir sexo es una vía rápida para que ello ocurra. Porque en ese ámbito es donde se juegan muchas cosas, pero esencialmente se juega la confianza, la honestidad, la transparencia, la complicidad, la entrega incondicional (porque el buen sexo, inevitablemente, la requiere). El  momento de la relación sexual no es uno trivial en el  caso de los seres humanos. Aunque se quiera vivir el sexo como “casual”, “al paso” o, como se diría en lenguaje más moderno, de tipo “touch and go”, ello, a la larga, no es posible.

A partir del más intrascendente sexo, el ser humano llega generalmente, a tipos de relación que probablemente no hubiera imaginado. Esa puerta de entrada a caminos insospechados que constituye el vínculo sexual es bastante desconocida. Pero es lo que hace que a los “amigos con ventaja” les cueste –poco o mucho, pero les cueste- mantener la relación sin conflictos, es decir en el mismo tono del inicio. El sexo construye una realidad, más allá de nuestra voluntad y las decisiones racionales respecto del vínculo que mantenemos en el  modelo con “ventaja”. El sexo es una conducta tan compleja, y fascinante a la vez, que no deberíamos pretender encasillarla en un único repertorio: “Es mi amigo (a) y solo me gusta tener sexo con él (ella)”. Lo más probable es que la relación pugne por pasar a las ligas mayores, porque  se ha inundado de amor, o pierda fuerza, y tienda a la extinción porque el sexo ya no basta…

Dicen en algunos países más calientes que “el roce hace el cariño”. Y en este caso, la frase es metafórica y es literal. El juego surge en el juego. Muchos romances surgen en el ámbito donde uno se relaciona, donde uno se roza cotidianamente con otros, ya sea para formarse, para ganarse la vida, para dar las peleas, para pelear las causas o realizarse. Allí, de “topeteos” inocentes se llega a las grandes pasiones, en las que enlazamos nuestras vidas y nuestro futuro. ¿Y dígame si no es mucho más común ser testigos de ese proceso que de inicios de encuentros de “amigos con ventaja” que hagan historia?

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