A los 51 años ha fallecido Ricardo Carvajal Oliveros, hijo de Fernando Carvajal González y sobrino de Agapito Carvajal González, hermanos asesinados por la Caravana de la Muerte en su paso por Copiapó en octubre de 1973.
El fallecimiento de Ricardo es una dolorosa pérdida para la familia Carvajal y para el movimiento de derechos humanos.
Ricardo Carvajal es parte de la niñez castigada por los golpistas de 1973, parte de los niños y niñas que vieron debilitados o desmoronados sus hogares debido al asesinato o desaparición de sus padres, porque estos fueron llevados a la cárcel o a la relegación, debieron salir al exilio o sumergirse en la clandestinidad.
Junto a sus hermanos Jorge y Luis, a sus primos Jaime y Patricia, a Alfonso y Adi Gamboa, a Cecilia Pérez, a Rodolfo Villarroel, a Susan Cabello, a los hijos e hijas de Leonello Vincenti, de Jaime Sierra, de Ricardo García y de Maguindo Castillo, Ricardo Carvajal es uno de los miles de niñas y niños que a partir del 11 de septiembre de 1973 y durante los oscuros años que siguieron, sufrieron la barbarie de la dictadura cívico-militar de la derecha chilena.
Ricardo Carvajal finaliza la semblanza que escribiera sobre su padre en la Revista Derechos Humanos de Copiapó, edición de Octubre-Noviembre de 1993, diciendo: “Todo lo que he dicho de mi padre – Fernando Carvajal -, sobre su vida y su consecuencia, lo he sabido de mi familia y sus compañeros, ya que yo sólo tenía un año y seis meses cuando lo mataron”.
En ese año 1993, algunos “negociadores progresistas” coqueteaban y sondeaban la posibilidad de institucionalizar la impunidad a través de una Ley de Punto Final, y frente a tamaña amenaza, el joven Ricardo Carvajal decía: “Y ahora vienen los ´democráticos´ a decirnos que hay que olvidar el pasado, que debemos reconciliarnos, que debemos olvidar que nuestros seres queridos fueron vilmente asesinados, queno podemos hacer nada. Se equivocan, lucharemos y nuestros hijos también lo harán, hasta que se derrumben las cortes y los funcionarios corruptos y podamos hacer justiciaa todos los que llenaron de desgracia a nuestro pueblo”.
Duele la partida de un compañero, duele que se vaya un hijo de uno de los militantes socialistas asesinados, duele que parta otro de los niños víctimas del golpe de 1973 sin ver la verdad y la justicia que merecen cientos de personas desaparecidas y ejecutadas.
En víspera de los 50 años del golpe derechista contrarrevolucionario, en momentos en que la derecha muestra sin pudor alguno su rostro neofascista y utiliza,desvergonzadamente, los casos de corrupción propios de su modelo capitalista neoliberal, una pérdida como la del compañero Ricardo Carvajal debe convertirse en una nueva razón para mantener firme y en alto la bandera “por encontrar los cuerpos de nuestros seres queridos, por saber dónde están los detenidos desaparecidos, por recuperar nuestra cultura indígena, por hacer justicia dentro de esta limitada democracia protegida”.
