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Divagaciones a Partir de una Sopa de Verduras

Crédito fotografía: web placeralplato.com

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Estaba cortando verduras con un cuchillo cocinero, así de grande, cuando se me vino de la memoria el recuerdo de años atrás, en que hacía trabajo voluntario en Oakland, California, en Peniel Mission. Es una organización interconfesional que rescata, de alguna manera, a personas sin hogar y da refugio temporal a ex presidiarios. Iba los sábados, muy de madrugada, a ayudar a servir desayuno. 

En una ocasión me pidieron que les ayudara a hacer el almuerzo para los que viven ahí de forma temporal, un buen número de personas. Lo hice. Tenía la práctica de haber trabajado varios años con una banquetera gringa al otro lado del país. Por lo tanto, no problem. 

Me di a la tarea de partir en casquitos una enorme cantidad de papas que adobé con romero, ajo en polvo, sal, aceite y un poco de agua, en fuentes enormes para hornear. Mientras estaban en el horno, decidí que también podía dejar listo un fondo de salsa de tomate para pasta. Feliz ante el gran despliegue de condimentos -soya imitación carne, cebollas, ajo, orégano y un cuanto hay de aromas-, colores y texturas, me esmeré en el arte culinario. En realidad más porque me gusta que porque sea maestra en la cocina. Nunca estudié para eso. Me apliqué. 

Ya lista la salsa, la probé. Estaba de mi gusto, pero decidí pedir la opinión de unos refugiados ex presidiarios que estaban en el salón contiguo. Les llevé muestras de la salsa en unos platitos para que probaran y me dieran su opinión. ¿Más sal?, ¿más orégano? Me miraron de una forma que no supe descifrar en ese momento. No le falta nada, perfecta como está. Me pareció que ni la habían paladeado lo suficiente.

En fin, me fui de regreso a casa, cansada de la larga jornada y cacareando quién me manda hacer esto con el poco tiempo que tengo para descansar. Metí la llave en la cerradura, abrí la puerta, aun dándole vueltas a la mirada de los ex presidiarios.

De pronto me vino a la mente la idea de su significado. ¿Quién le pregunta en la cárcel a los reclusos si le falta sal o algún condimento a la comida? Solo comen lo que hay y ya. 

Una larga divagación, mientras hoy corto verduras, para aterrizar en el pensamiento de la cantidad de cosas que nos son impuestas, como la comida a los presidiarios. Nos someten a dogmas, doctrinas económicas, pautas sociales, a estereotipos de belleza, dress codes y una larga lista de etcéteras, como decía el rey de Siam.(*)

¿Qué tan libres somos entonces? ¿Con qué percepción nos creamos conceptos de libertad? Corto ideas gruesas, pico la cebolla fina, el apio, las espinacas y un poco de pimentón rojo en cuadritos. Tiene que tener color la cosa, verde y rojo se llevan bien. Encojo los dedos al borde del filo del gran cuchillo. Ensalada de paradojas traviesas con paradigmas cambiantes a velocidades pasmosas, aliño de partículas cuánticas que al plato llegan en ondas.

Entre aderezos y preguntas paseo por pensamientos ajenos, escritos en otro universo, ni tan distinto al mío, donde se remojan las ideas en aguas corrientes y los pensamientos se hierven en caldos sustanciosos. Entrometida que soy, comenté en ese universo sobre el libre albedrío y su ejercicio, para lo que fue diseñado como una libertad de la voluntad para ejercer el Ser en toda su plenitud, belleza y simpleza en la búsqueda y encuentro de Eso en que todo es Uno.

De postre bato la crema espesa de la idea que la única libertad que nos queda es la de vivir peligrosamente, al borde, saltando de lo mundano a la órbita de lo trascendente.

La sopa se ve saludable y densa.

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