Analista.
Impresiona la forma en que el Presidente de la República enfrenta la problemática de seguridad e inteligencia en Chile. Son nuevas facultades y herramientas que el Presidente decide instalar contra el crimen organizado una vez más. Es una propuesta ya existente en el país hace mucho tiempo. El ya ha enviado diversas propuestas sobre el mismo asunto bajo diversos modos de urgencia y plazos. Ello ha dependido de la intensidad en que los temas de crimen organizado aparecen en los medios y en las redes sociales. El Presidente parece sentirse interpelado por esas intensidades e imagina que está obligado a responder cada vez con alguna iniciativa, a riesgo de parecer inactivo.
Las modificaciones al Sistema Nacional de Inteligencia (SNI) han sido ya propuestas y se encuentran en debate en el parlamento en la Comisión de Defensa. Allí han sufrido diversas críticas de carácter procedimental, de concepción y diseño, relaciones inter institucionales, ámbitos específicos de acción, etc.
Agentes encubiertos, agentes reveladores, infiltración de las orgánicas criminales y otras, todas estas modalidades ya han sido analizadas y debatidas e incluso algunas de ellas, como los agentes encubiertos y reveladores ya se encuentran hace rato en funciones en las policías. Estas modalidades han dado frutos recientemente con importantes decomisos de drogas, recuperación de dinero efectivo y detención de autores.
¿Por qué el Presidente insiste en hacer anuncios sobre temas ya propuestos, analizados y en curso legislativo? Imagino que él comprenderá que la insistencia instalando nuevamente propuestas crea confusión, debilita lo ya propuesto, obliga a reconsiderar análisis, a revisar lo ya acordado. Pese a ello, lo que me parece una obviedad en la gestión de un conductor estratégico, él insiste, más aún, con amplia cobertura medial instalando alguna pirueta legislativa.
Esto hace pensar que en realidad sus intervenciones y anuncios tienen otro propósito y no fortalecer el debate, agregarle musculatura a las propuestas en curso, intervenir de modo eficaz y creativo en el debate, incluso conducir.
Pienso que cuando un decidor estratégico, como es el Presidente de la República, debe hacer uso de la toma de decisiones frente a temas de gran envergadura, también hará uso de la inteligencia, la profundidad, la asertividad propositiva necesaria de los temas que le preocupan y no sólo intervenir para explicar que, un tema ya conocido y debatido, le inquieta. De ser así, lo que en realidad revela es que le inquieta que se pueda pensar que no tiene respuesta u oferta frente a todo.
Esta postura remite al antiguo refrán: “el que mucho abarca poco aprieta”.
Y es así, pues la urgencia con la cual se han presentado las reformas al Sistema Nacional de Inteligencia e incluso las diversas instancias creadas para el mejoramiento de la gestión policial que no han dado frutos, indican que dichas propuestas, al ser analizadas por los respectivos expertos y conocedores de los temas en profundidad, han mostrado falencias propias del apresuramiento incluso improvisaciones graves y desconocimiento.
Por ejemplo, una de las innovaciones propuestas en los textos de reformulación del SIN, señala que es necesaria la existencia de una sólida cooperación entre las instituciones que se ocupan de dichos temas. Ello constituye una intencionalidad sana y conducente, precisamente para enfrentar la constante competitividad existente y que traba en ocasiones el desarrollo del trabajo. ¿Cómo se piensa lograrlo? De la peor manera.
La idea es que frente a la negativa o ausencia de cooperación de una institución con otra, la que se considere afectada puede delatar dicho incumplimiento ante el Presidente de la República y la infractora será sancionada. Esto revela la completa ignorancia de cómo la confianza y la reciprocidad se ejerce entre los órganos en lo ámbitos de la inteligencia y la operacionalidad policial. La confianza se construye a través del tiempo, del relacionamiento concreto ante actividades concretas, es un proceso acumulativo y gradual. El intercambio de datos es crítico en estos ámbitos y no es moneda de fácil transacción. Introducir criterios represivos resulta fatal, es matar la posibilidad de la cooperación, por ejemplo.
La ansiedad presidencial de estar en todo, parece garantizar el resbalar por las superficies sin entrar en la profundidad tan necesaria en manos de un conductor político estratégico. Pareciera que los ecos mediales fueran suficientes y reemplazaran los actos deliberados del estadista serio y sensato.
