jueves, mayo 2, 2024
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La Convención Constitucional: La Derecha “Al Borde de un Ataque de Nervios”

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La Convención Constitucional, cuya tarea es escribir una nueva Constitución Política para nuestro país, ha entrado en la recta final que la llevará a cumplir su cometido. Una vez superadas las dificultades iniciales -administrativas y de funcionamiento, creadas en gran parte por el gobierno de Piñera- los convencionalistas se encuentran abordando las temáticas definidas al alero de las comisiones y aprobando los primeros artículos que formarán parte del cuerpo del texto que será sometido a la ciudadanía en el llamado “plebiscito de salida”. En este sentido, la Convención se ha transformado en una gran sala de clases abierta en materia de formación ciudadana. Cuestiones como la organización del Estado, la(s) nación(es), el concepto de pueblo (os), el régimen político, la estructura de justicia, el medio ambiente, los derechos de la naturaleza y la participación popular –entre otras materias-, han pasado a ser temas de conversación y debate cotidiano; siendo ello efecto de las manifestaciones sociales iniciadas el 18 de octubre de 2019, que instaló un proceso político con características inéditas en nuestra historia.

En efecto, por primera vez en la historia de la República, el nuevo texto está siendo redactado por ciudadanos elegidos por votación popular –cerca del 80% de los electores votó por una nueva Constitución y el 78% se manifestó porque la Convención fuese integrada en su totalidad por ciudadanos elegidos por la ciudadanía-, con paridad de género y participación de los pueblos originarios.

En cuanto a la composición de la constituyente y el quorum para definir el nuevo texto de la Carta Fundamental, es legítimo pensar que nadie en el Parlamento, supuso que los 2/3 -cerrojo para que los cambios no asumieran la profundidad que las manifestaciones sociales reclamaban- podrían ser superados por la voluntad popular. Al hacerse realidad lo impensado, la Derecha -política, social y cultural- entró en pánico.

El primer evento estuvo marcado por la elección de la primera Mesa de la Convención, liderada por una representante del pueblo mapuche. Las clases y grupos sociales dominantes en nuestro país -no me cabe duda- deben haber quedado anonadados por esta situación. Acostumbradas las élites a identificar a los miembros de este pueblo dentro de los grupos sociales y económicos subalternos de nuestra sociedad, la situación ocurrida marcó -sin duda- un quiebre importante en los códigos y la cultura dominantes de nuestro país. El hecho, además, de que comenzara su discurso -una vez ungida presidenta- en mapuzugún, su idioma materno, y luego tradujera sus palabras al castellano, debe haber causado una impresión extraordinaria en aquellos que han negado esta realidad, que, por cierto, ha acompañado nuestra historia desde siempre. Posteriormente, en la misma Convención se haría normal, entre muchos de sus miembros, saludar en el idioma de Leftraru, Janequeo y Mañilwenu.

Con una pobre representación en la Convención Constitucional, las voces desde la Derecha -más allá de los que reconocen domicilio en alguno de sus partidos- se organizaban para deslegitimarla, instalando todas las barreras posibles con el objetivo de hacerla fracasar. Una de las primeras iniciativas en esta línea fue intentar generalizar la situación que ocurriera con uno de los convencionales, quien, tras comenzar su trabajo en la constituyente, declaraba que había mentido sobre su estado de salud durante su campaña a convencionalista. Esta situación -por cierto, absolutamente irrelevante- fue magnificada por los partidos políticos de Derecha -que propugnan la mantención del modelo neoliberal-, ayudados por los medios de comunicación masivos -principalmente la TV abierta-, en su mayoría propiedad de los grupos económicos hegemónicos en el país.

Falacias Ad hominem

Unidas a lo anterior, otras voces se han incorporado al objetivo de deslegitimar el trabajo de la Convención Constitucional. En esta línea, fue difundida una columna de un exrector de la Universidad Católica, publicada en El Mercurio, quien señaló que en el seno de la Convención existiría “falta de dialogo y espíritu revanchista”. Estas expresiones, absolutamente arbitrarias –recordemos que aún no se encuentra listo el texto de la nueva Constitución- esconden lo que hay de fondo: que en la Convención Constitucional la Derecha es absolutamente minoritaria y sus planteamientos se someten a una realidad a la que no está acostumbrada: que en democracia las cuestiones se resuelven por mayoría. En este mismo tenor, habíamos escuchado los dichos –patéticos, por cierto- de una exministra de educación –ahora convencionalista-, cuando denunció que en la Convención se había instalado “la Dictadura de la mayoría”.

El exrector, cuyos dichos comentamos, agrega en su columna, con total desparpajo, que “…la dinámica y acuerdos del proceso constituyente revelan, también, el lastre de ciertos rasgos desfavorables de nuestra cultura, particularmente la pobreza de cultura general, el resentimiento y la propensión al pensamiento mágico”. También agrega que, en los debates, al interior de la Convención, se repetiría “el uso de argumentos Ad hominem”, cuestión que él critica.

Extraño y contradictorio argumento éste último, toda vez que sus reparos a los convencionalistas apuntarían a las características personales de los constituyentes y no a sus planteamientos. Cuando se refiere a ellos como pobres culturalmente y resentidos, es él quien ocupa la falacia argumental conocida como “Ad hominem” (“hacia el hombre”) -caracterizada por atacar a la persona y no a sus argumentos-, usándola, al mismo tiempo que critica su uso en los miembros de la Convención.

Llama también la atención la referencia que hace al “pensamiento mágico”. El mismo rector emérito se encarga de definirlo en su columna: “El pensamiento mágico es la creencia de que ciertas ideas, ritos, palabras o símbolos, pueden cambiar el curso de los acontecimientos del mundo material”. ¿No es acaso esto mismo -ideas, símbolos y ritos, principalmente- lo que todo católico está llamado a practicar en su existencia cotidiana como creyente, con el objeto de llevar una vida recta -y si no es el caso, la vivencia de los ritos le ayudar a enmendarla- de acuerdo a los preceptos del Creador? A estas alturas habría que preguntarse cómo el académico de marras llegó a ser rector de una universidad confesional.

Para cerrar, agreguemos que la falacia “Ad hominem” sería llevada a su máxima expresión, a través de una de las propias constituyentes de la Derecha –egresada de la misma universidad del exrector- cuando se refirió a los miembros de la Convención, como “Convencionales conchesuma…”.

Pero las críticas al trabajo de la Convención Constitucional y a los convencionales no terminan aquí. Recientemente se ha incorporado a esta cruzada un conjunto de exfuncionarios de los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría. Autodenominados “Amarillos por Chile”, salieron a la palestra apoyando una carta de un comunicador -Cristian Warnken-, conocido porque hace unos años condujo un programa cultural de entrevistas a escritores e intelectuales en TV, y que hoy día está dirige un programa de literatura en una radio de Santiago. En su “Carta a todas las bases amarillas del país”, publicada el 5 de febrero del presente año en la página web de Radio Pauta, señala, respecto a la Convención Constitucional, que esta habría cumplido con la etapa de catarsis, necesaria, agrega, porque algunos sectores debían visibilizarse, cuestión que ya se habría logrado. Ahora, los convencionalistas “…soberbios, maximalistas, vociferantes, que parecen escucharse sólo a sí mismos en el espejo y que parecen anidar más un espíritu revanchista que uno genuinamente transformador y creador”, deben entrar a otra etapa, de mayor seriedad, puesto que la primera se habría cumplido.

Junto con llamarlos a la seriedad, lanza una advertencia: “Demasiados constituyentes están jugando con fuego, de manera irresponsable y con cara de niños buenos”. “…si los constituyentes no logran cumplir el objetivo por el que fueron mandatados por la gran mayoría de los chilenos, los amarillos seremos los primeros en manifestar nuestro categórico Rechazo a cualquier aventura institucional que deshonre nuestra tradición constitucional y republicana y que signifique una involución democrática”.

Junto con el tono despectivo usado para referirse a los constituyentes, al igual que los dichos del exrector de la UC, llama la atención la referencia a la “tradición constitucional y republicana”. ¿Es la Constitución del 33, oligárquica y autoritaria, y escrita por unas cuantas personas designadas a dedo, parte de esa tradición constitucional y republicana que debemos honrar? ¿Es la Constitución de 1980, redactada en Dictadura, uno de los períodos más oscuros de nuestra historia, parte de esa “tradición constitucional y republicana” que debemos venerar y mantener?

El autor de la carta expresa, en otro de los párrafos, su miedo a que la actual democracia pueda involucionar. Pero ¿tenemos hoy en Chile una sociedad verdaderamente democrática? ¿Es realmente democrática una sociedad en que el 1% de la población concentraba el 26,5% de la riqueza, y el 10% más rico de la sociedad concentraba el 66, 5% de la riqueza nacional, según datos de la CEPAL para el año 2021? ¿Es realmente democrático un país que se ubica entre los 15 países más desiguales del mundo, según informes del Banco Mundial?

Como si hubiese coordinación con los casos indicados anteriormente, hace poco conocimos el planteamiento del otrora dirigente de la UDI, Pablo Longueira. En efecto, en carta dirigida a El Mercurio, de fecha 10 de febrero pasado, señala que “Cada día es más evidente que la gran mayoría de demócratas que votamos Apruebo (sic) no esperábamos el lamentable desempeño de la Convención y las propuestas que están haciendo”. Más adelante agrega que: “Lo anterior nos obligará a votar Rechazo en el plebiscito de salida”. A renglón seguido hace una propuesta -desesperada, ante el avance transformador que se observa en las discusiones de la Convención Constitucional- de reforma a la ley que dio origen a la Convención Constitucional y a la redacción de una nueva Carta Fundamental. La reforma, según Longueira, debe estar encaminada a cambiar el texto y reemplazar el siguiente párrafo, que dice: “Si la cuestión planteada a la ciudadanía en el plebiscito ratificatorio fuere rechazada, continuará vigente la presente Constitución”, haciendo referencia a la Constitución del 80. Pues bien, el exdirigente de la UDI propone cambiar dicho texto por otro que indique que, de rechazarse el texto presentado por los actuales convencionalistas, “se volverá a convocar a una nueva elección de convencionales para hacer una nueva Constitución. Así el rechazo no será la continuidad de la actual, sino una nueva oportunidad para redactar “la casa de todos”. “Sin duda -termina diciendo- esto permitirá que mucha gente de centro y de izquierda democrática, que ven también con profunda preocupación lo que se está aprobando en la Convención, se sumen al Rechazo-Nueva Oportunidad”.

Amenaza a los privilegios de las élites

Con todo -y pese a todo- el proceso de nueva Carta Fundamental sigue su marcha, a pesar de los intentos de frenarla por parte de la Derecha, llegando a planteamientos rebuscados -y delirantes- como el que comentamos.

Recientemente algunas autoridades, como el Senado y la Corte Suprema han salido al ruedo, al ver que sus privilegios se encuentran amenazados por los debates al interior de la Convención Constitucional. Varios senadores han sacado la voz indicando que la desaparición del senado iría contra la tradición republicana de nuestro país. Con todo, la idea de un Congreso unicameral sigue cobrando fuerza en la mayoría de los convencionalistas.

En el ámbito judicial, los miembros de la Corte Suprema se han opuesto a la discusión de la temporalidad en el ejercicio de la judicatura de los jueces, señalando que ello iría en perjuicio, no de los jueces, sino que de los propios ciudadanos sometidos a los tribunales. Es decir, los jueces harían un sacrificio por todos nosotros.

Lo mismo podría argumentar un director de escuela, que sólo puede ejercer por 5 años, una vez elegido -tras ser sometido a evaluaciones técnicas, psicológicas y de su proyecto de gestión escolar- por Alta Dirección Pública. No es el caso de los jueces, donde no existe un sistema objetivo, más allá del conocido “besamanos”. Con todo, la discusión avanza en la Convención, con el objeto de limitar el ejercicio de los jueces en nuestro país.

Como si lo anterior no fuese suficiente -y no lo ha sido, claro está- para frenar las ideas transformadoras de la Convención Constitucional, ha salido a la palestra recientemente, el presidente del Consejo Directivo del Servicio Electoral, quien, no pudiendo frenar las ideas que se hacen carne, mayoritariamente, al interior de la Convención Constitucional, cuestionó la forma en que se eligieron a los convencionalistas. Al cumplirse una semana del gobierno de Gabriel Boric, no pocos esperan que el ex UDI -renunció al partido al momento de ser nombrado presidente del organismo mencionado- sea reemplazado por alguien que se ocupe de mejorar el sistema electoral y no de cuestionar a organismos que no son de su competencia.

Los convencionalistas avanzan en la tarea de proponer al país una nueva Constitución. ¿Pero quiénes son? No son miembros de las élites, claro está. La inmensa mayoría son ciudadanos comunes y corrientes. Son dueñas de casa, trabajadores, trabajadoras, dentistas, profesores, abogados alejados de bufetes rimbombantes, conductoras de buses escolares, indígenas orgullosos de lo que son y conscientes de lo que el estado les arrebató a sus respectivos pueblos; en fin. Es el pueblo representado.

¿A qué otras estrategias pueden recurrir en la Derecha -insisto, más allá de la militancia y de lo político- para detener el avance de la Convención Constitucional? Al asumir, el nuevo gobierno ratificó su respaldo al trabajo de la Convención. Por el momento la Derecha está sin nuevas iniciativas. Lo que la hace estar “al borde de un ataque de nervios”.

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