Periodista.
Claramente, el crecimiento económico de 2018, que se espera sea de cerca de 4% anual, irá a parar principalmente a manos del gran empresariado. Las utilidades de las 40 mayores empresas que transan en bolsa aumentaron 51% en el segundo trimestre de este año.
Muchos aseguran en la izquierda que la lucha de clases está superada por la historia, que debemos buscar otras perspectivas de análisis para entender la globalización del capitalismo en el siglo XXI, abandonando el análisis marxista de la realidad por “anacrónico”.
No obstante, el Presidente Sebastián Piñera ha mostrado en sólo meses de Gobierno que él es un gobernante que defiende los intereses de su clase: los grandes capitalistas que operan en Chile, nacionales o extranjeros. Lo ha hecho de manera explícita al menos en tres orientaciones económicas de su Gobierno: durante el debate de la Ley que fijo el salario mínimo; al presentar su Reforma Tributaria y al entregar sus ideas sobre modificaciones que impulsa a la negociación colectiva de los sindicatos.
Piñera ha tenido la lucidez de definir cuáles deben ser las condiciones óptimas de nuestra economía para maximizar la plusvalía. Es decir, para que los grandes capitalistas obtengan el máximo de rentabilidad en sus inversiones.
Para lograr su objetivo ha apuntado en dos direcciones: disminuir la capacidad de negociación de los sindicatos y bajar la cantidad de plusvalía que toma el Estado a través del Impuesto a las Utilidades de las Empresas para redistribuir esa ganancia en el conjunto de la sociedad.
El Presidente rentista había conseguido que se fijara un salario mínimo que se reajustaría de manera automática durante tres de los cuatro años de su Gobierno. El reajuste trianual fue aprobado en primera instancia y, posteriormente, reducido a bianual, al ser rechazado el proyecto original en el Senado.
Aproximadamente un 16% de la fuerza de trabajo gana los 288 mil pesos del salario mínimo. Este llegará a 300 mil pesos en marzo del próximo año y no habrá negociación hasta el 2020. Es que justamente lo que busca Piñera es quitar capacidad negociadora a la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) o a cualquiera otra central que busque mejorar la situación de los trabajadores más pobres. El salario mínimo de Chile está en el octavo lugar de América Latina y su reajuste se considera un piso para cualquier reajuste salarial en el país.
Como el mismo Piñera lo ha indicado en varias entrevistas, él prefiere que los trabajadores negocien de manera individual o a través de grupos negociadores y que cuando un sindicato logre un buen resultado en esa negociación, que esos beneficios sean extendidos a los no sindicalizados. De esta manera, ha anunciado que busca revertir los pocos resultados favorables en materia de legislación laboral que se obtuvieron durante el Gobierno de Michelle Bachelet.
El Índice de Remuneraciones Reales ha bajado 0,7 % en lo que va corrido de este año y la tasa de desempleo llegó a 7,3% en el trimestre móvil mayo-julio, 0,4 punto porcentual más que el año pasado.
Claramente, el crecimiento económico de 2018, que se espera sea de cerca de 4% anual, irá a parar principalmente a manos del empresariado. Las utilidades de las 40 mayores empresas que transan en bolsa aumentaron 51% en el segundo trimestre de 2018, respecto del año anterior.
Pero estas ganancias siderales no son suficientes. La Reforma Tributaria que acaba de proponer el Presidente Piñera le ahorraría a las grandes empresas cerca de 833 millones de dólares, según un estudio del equipo de asesores del diputado Giorgio Jackson. Supuestamente, se compensarían esos ingresos para el Estado reduciendo la evasión del Impuesto al Valor Agregado (IVA), un tributo que pagamos todos los chilenos y chilenas por igual. Es decir, es un impuesto regresivo. Dicho de otra manera, se rebaja un impuesto a las grandes empresas y se le compensa con una obligación que pagaremos todos los ciudadanos responsables.
No cabe duda: el Presidente Piñera ha demostrado en pocos meses que defiende los intereses de su clase, el gran empresariado, con gran destreza. Ojalá tuviéramos muchos representantes políticos y sociales en la izquierda, defendiendo con igual habilidad, los intereses de los trabajadores.
