El crecimiento del país está acelerando silenciosamente la extinción de nuestra flora y fauna, debido a la débil protección ambiental. Ya quedan sólo unos 1.200 huemules y unos 700 zorros de Darwin. Diecinueve pesquerías nacionales están al borde de la extinción, entre otras nuestra fiel pescada (merluza). La moribunda araucaria, el extinto sándalo de Juan Fernández, el erizo y la macha son otros ejemplos.
¿Qué les ha ocurrido a los chilenos recientes que están destruyendo gran parte de la trama de la vida de su país? Por un lado: su ignorancia, pues no conocen su patrimonio natural. La inversión pública en investigación en ello es mínima. Se calcula en $ 253 millones promedio anual en Fondecyt (2009). Hay un bajísimo gasto público en conservación de la Diversidad Biológica, unos $ 544 millones anuales (Biofin, 2015).
Además, los chilenos creemos que se puede vivir sin la naturaleza. Sin aves nativas insectívoras los exitosos fruticultores estarían inmersos en un mar de plaguicidas tratando de salvar cosechas. Todavía creemos que los cielos son sólo espacio aéreo para miles de viajes y no también hábitat de aves e insectos. Los cóndores, apremiados, se acercan a comer en nuestras barbacoas. Los pumas arrinconados deambulan por los condominios cordilleranos como intrusos. El símbolo patrio, un huemul malherido por las enfermedades trasmitidas por las ovejas en Aysén. Nos falta poner en el centro toda la vida y no sólo el interés humano.
Los animales chilenos están desapareciendo silenciosamente pues la institucionalidad y las políticas públicas actuales son insuficientes para protegerlos en esta época. La compasión humana por el ser vivo es pequeña. El derecho para ellos es escaso, a lo más: son bienes muebles según el Código Civil. Muchos ni siquiera existen en las evaluaciones de impacto ambiental. El momento de profundizar la protección de nuestra fauna es ahora, porque las tendencias de estas poblaciones son malas.
Para lograrlo se requiere una institución encargada única, legal y financieramente dotada que proteja la biodiversidad y las áreas naturales protegidas, una que se anticipe a la oleada de extinciones de especies que se avecina y con ello al grave empobrecimiento natural del país. Estamos en el momento previo, justo para tener un mejor destino natural.
