viernes, marzo 29, 2024
OpiniónMás que solo una Protesta

Más que solo una Protesta

Crédito Foto: Patricio Muñoz Moreno

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La importancia del despertar sorpresivo del pueblo chileno ha sido minimizada de manera alarmante y sistemática por el imperialismo y la derecha internacional. Así lo demuestra la forma en que los medios informativos que la sirven lo evidencian, día a día, al tratar de crear la impresión de que el pueblo chileno no tendría motivos serios para protestar tan airadamente; ya que su furia sólo obedecería a descontrol, si no, a su proclividad a la violencia. De ahí la insistencia en ver “desmanes” y “vandalismos”, amén de partir del supuesto de que si de protestas se tratase, sólo lo justificarían la inepcia e incapacidad coyunturales del Gobierno de turno; que no a la improcedencia de un sistema social periclitado impuesto por la voluntad imperial que en 1973 derribara a sangre y fuego al gobierno democrático chileno mediante la acción armada de una dictadura terrorista a la que luego hizo aparecer como gestora de una a la que se le ha querido dar el carácter de una “vuelta a la democracia”.

Así se ha continuado con el engaño que desde entonces se entronizó, pues, ese remedo de sistema no es democracia ni siquiera en su forma, desde el momento que en él las mayorías no tienen participación alguna, y porque en verdad no es sino la vuelta a un sistema periclitado, caduco e inmoral que sólo le conviene al hegemonismo de los EE UU para obligar a la América Latina entera a servir a sus intereses y a perpetuar así su influencia continental.

No es de extrañar que “la noticia” internacional busque la manera de enfatizar la violencia y exaltar “desmanes” ocurridos, como si éstos fueran obra de la gente que protesta y no de delincuentes y “agentes” cuyo papel -consciente o no- es proporcionar al sistema en el poder objeto de la protesta una coartada que le permita culpar a sus víctimas; o, al menos, transferirles a ellos su propia culpabilidad, amén de su violencia social implícita.

Escribo desde el país cuyo Gobierno intercediera en 1974 -a petición de la familia de Kate Clark- en favor de esa ciudadana británica quien ya había rechazado de plano la idea de tener que regresar a su patria dejando a su cónyuge encarcelado y, a merced del poder fascista que me mantenía allí en calidad de prisionero de guerra. El Gobierno de Gran Bretaña, hizo presente a la Dictadura la necesidad de mi puesta en libertad a fin de que su ciudadana pudiera regresar a su patria en compañía de su esposo. A la vez, dicha comunicación aclaraba que el Gobierno Británico me ofrecía, al mismo tiempo, asilo político.

Escribo, pues, desde un país al que, en lo personal, le debo mi liberación del fascismo, un país que se ha distinguido por defender la democracia. Junto con reiterarle mi gratitud personal, abrigo la esperanza de que Gran Bretaña pueda ayudar también al pueblo chileno en su conjunto, hoy, cuando lucha por alcanzar su tan demorada rehabilitación histórica.

Silencio preocupante 

Sin embargo, los medios noticiosos oficiales del Reino Unido, han mantenido un silencio más que preocupante, creando la impresión de que su Gobierno no fuera proclive a simpatizar con la lucha libertaria de nuestro pueblo. Esto es extraño, porque ¿quién en Chile no ha respetado la calidad y amplitud de la información difundida por la BBC de Londres ya sea, por radio, en otros tiempos; o por TV después? No obstante, desde aquí, en esta ocasión, dicha reconocida amplitud se ha visto, como proclive a ignorar a Chile: algo increíble. Explicar el porqué de este fenómeno imprevisto no es sencillo. Pero una mirada a nuestra historia del siglo XX, ayudaría, sin duda, a aclarar este misterio. O sea: la democracia conquistada a fines del siglo pasado por el pueblo chileno, le fue arrebatada por ese imperialismo yanqui que, en su “patio trasero”, no permite más democracia que la suya. Para ello corrompió primero a las FF AA de Chile e introdujo allí el Fascismo, el que se encargó de organizar un Terrorismo de Estado.

Ese Fascismo eliminó nuestra Constitución y, en su lugar, impuso otra: la suya. Después de destruir lo más preciado alcanzado hasta entonces en la historia de Chile y de entronizar como dueños del país a los más terribles enemigos del pueblo. Las FF AA se fueron, dejaron el poder; pero la infraestructura fascista quedó, su constitución incluida.

La vuelta a la civilidad no fue “la vuelta a la democracia”: el pueblo lo sabe; pero no le había sido posible reorganizarse para recuperar su democracia perdida. En consecuencia, ha tenido que sufrir de forma pasiva – aunque no por eso menos heroica – varios decenios de brutalidad “legal”, de ejercicio institucional falto de equidad, decidido a acrecentar cada vez más la creciente desigualdad e injusticia sociales favorecidas por un Gobierno que sólo sirve al obsceno enriquecimiento de unos pocos privilegiados a costa del inhumano y el muy odioso pauperismo material e intelectual, que traen padecimiento y creciente degradación y, en suma, hunden a la nación y sus mayorías escarnecidas en la infelicidad y deseperanza.

El pueblo chileno ha tenido que sufrir impotente esa derrota histórica; y ha sufrido también el engaño de una democracia espuria que ha durado demasiado, porque le fue impuesta por el mismo poder que derribara a la democracia del pueblo en 1973. Esto que estaba llamado a terminar pronto, no ha ocurrido y el hecho de que el proceso haya demorado demasiado tiempo ha redundado en dotar de mayor fuerza al descontento acumulado.

Inmoralidad institucional

Sin embargo, el pueblo chileno -pacífico y respetuoso de los gobiernos elegidos- ha decidido por fin salir a la calle a protestar en voz alta y con firmeza contra las insoportables condiciones del desquiciamiento que afecta gravemente sus condiciones materiales de vida y la calidad de su vida social y cultural. En particular, ha salido a protestar por la inmoralidad institucional que ha venido a tomar el lugar de la moralidad natural del pueblo y que en su forma política se llama democracia. Esto no ha sido comprendido por todos los sectores sociales en el extranjero. Así lo han venido demostrando los servicios informativos dominantes.

Tal vez, por eso, para un servicio televisivo tan prestigioso como el de la BBC, la protesta que ya ha tomado cuerpo en Chile, no ha constituido “noticia” y, por lo tanto, desde que se hiciera masiva – más que solo multitudinaria – no ha sido, sin embargo, considerada importante y, al revés, con insistencia, no sólo no ha sido destacada, sino que, además, nos ha dejado la impresión de que se preferiría ignorarla.

¿Es eso todo? No es sólo que la protesta en Chile haya sido minimizada cuando no ignorada, sobre todo al iniciarse, sino que, en su lugar, la BBC haya creado – por esos días – la impresión de que “la noticia” mundial de esa semana era la de quienes, en su intento de lograr “inmigrar” ilegalmente al Reino Unido, murieran asfixiados en un camión. Por supuesto que, desde el momento que se trataba de decenas de seres humanos finados era una noticia terriblemente trágica: noticia importante, no tan sólo por ser conmovedora, sino también, a su vez, porque revelaba el drama que empuja a alguna gente a verse obligada a abandonar – inclusive ilegalmente -su propia patria para arriesgarse a ingresar en una que no es suya. Eso en sí es una desgracia. Pero es una que, además, tiene su alto costo: en este caso, ese costo fue perder la vida. Esto viene a ser la fatal culminación de un hecho cuyas causas piden ser ventiladas.

No se trata, entonces, de pedir a la BBC que privilegie a una noticia en desmedro de la otra, sino, de preguntar qué criterio ético primó para justificar su extraña conducta. No es mi ánimo culpar a la BBC o sus autoridades, sino reclamar atención hacia mi país y los de su continente que, en su conjunto -y separadamente- viven situaciones similares a las de Chile; pero que también, por razones similares, sufren los efectos de un sistema de información que, a menudo, se traduce en desinformación. Mi sorpresa ha sido constatar que, esta vez al menos, la BBC se sumó a ese sistema y que, mucha gente pudiera haberse formado una idea trunca de cuál es el drama que vive Chile en esta hora. Porque es ese drama el que ha desembocado en la protesta.

Mi personal impresión es que esta no es política de la BBC, sino que, tras su reciente actitud informativa hacia Chile, que algunos pudieran sindicar como discriminatoria, se trasluce una razón política internacional que, bien mirada, terminaría por favorecer a Piñera, elegido presidente de Chile por menos de 4 millones votantes allí donde el total del electorado se aproxima a15 millones; o sea, es un Gobierno de minoría, producto de la actual democracia chilena modelada a gusto de los EE UU y sus medios informativos, una que por algo, no satisface a la gente; pero sí, parece satisfacer a los “democráticos” más influyentes.

Por algo, para el establishment local, el del señor Piñera sería un Gobierno “democrático”, tan democrático como el de Gran Bretaña, aunque éste, a su vez, sea tan o más minoritario que el del Chile que motiva tan masiva protesta, una protesta en pro de democracia real en Chile.

Frente a esos hechos, no es tan raro que en el Reino Unido se tienda a guardar silencio oficial ante una protesta que aquí debiera ser informada con respeto y esperanzas puesto que, en su oportunidad, el pueblo británico fue claro en expresar su apoyo al Gobierno de Allende y la Unidad Popular; y hoy, vuelve a mostrarse atento a lo que está ocurriendo en Chile, porque es obvio suponer que, también espere que el pueblo de Chile reedite su hazaña del siglo XX.

Esto quiere decir que si los medios informativos no han dado muestras de haber captado que la protesta ha surgido como la necesidad imperiosa de reconquistar un sistema democrático similar al que le fuera arrebatado por medio del terrorismo de Estado en 1973, los pueblos que simpatizaron con esa gesta popular chilena del siglo pasado, sí que estarían prestos a apoyar de nuevo a ese pueblo chileno en su lucha por reconquistar su tan anhelada democracia.

Es de esperar que el curso de la protesta deje cada vez más en claro que no va sólo tras las reconquistas económicas y materiales, sino tras algo de mayor importancia social, política, cultural y ética; no sólo para Chile, sino también para Latinoamérica, pues, a su vez, el éxito de la protesta chilena pudiera ser, el detonante que ponga en marcha un proceso de renovación política y económica continental de tal profundidad que traiga por fin la liberación de los pueblos del causante de su atraso: el imperialismo, y el  neoliberalismo que trata de imponerles.

Ricardo A. Figueroa
Ricardo A. Figueroahttps://pagina19.cl
Doctor en Literatura Inglesa, desde Londres.

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